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Aznar y la posverdad sobre sí mismo
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Aznar y la posverdad sobre sí mismo

Al expresidente solo le falta deshacerse de unos cuantos forofos que le acabarán convirtiendo en una caricatura, pero dicho eso el está ahí para dar voz a los críticos

Foto: José María Aznar durante un discurso.(EFE)
José María Aznar durante un discurso.(EFE)

En las cenas con selectos grupos de amigos a las que asiste José María Aznar suelen preguntarle porqué se decidió por Mariano Rajoy como sucesor. El ex presidente, encogiéndose de hombros en un gesto muy típico suyo, explica siempre que de los tres posibles sucesores que había entonces, Jaime Mayor Oreja, Rodrigo Rato y el propio Rajoy, el primero estaba –y está- demasiado obsesionado con ETA y con la religión, el segundo a los hechos se remite, y el tercero era, por lo tanto, la única opción posible por descarte de los otros dos, aunque –según afirma- nunca fue alguien que le inspirara confianza.

Lo cierto es que desde los primero pasos de Rajoy como presidente del PP, la relación entre ambos era, si no fría, sí templada. Nunca fueron santo de la devoción el uno del otro. Aznar veía en Rajoy a un pusilánime, y Rajoy veía en Aznar a un metomentodo bastante pelmazo. De ahí que lo raro haya sido que lo que ha pasado esta semana no haya llegado antes. A Aznar nunca le han gustado las cosas que hacía Rajoy, y a Rajoy nunca le han gustado las cosas que decía Aznar, pero si en algo coincidían ambos era en una aplastante terquedad y en no dar su brazo a torcer. En el Congreso de Valencia de 2008 el expresidente fue especialmente duro en sus gestos hacia Rajoy, evitando saludarle a la vista de todos. Pero ese fue el Congreso en el que Rajoy rompió definitivamente su dependencia con Aznar. Ya no era el ‘sucesor’ elegido a dedo por el expresidente, y a partir de ese momento pagó el desaire con la indiferencia.

Durante los años que siguieron cada vez que se producía un cónclave del PP los periodistas nos desvivíamos por saber si se invitaría o no a Aznar, y el propio Aznar se enteraba casi en el último minuto. Los desencuentros eran ventilados por Rajoy con un “no comment” despreciativo lo cual, me consta, a Aznar le sentaba como una patada en salva sea la parte. Y lejos de mejorar, esa relación empeoraba constantemente, hasta el punto de que Aznar empezó a convertirse en una especie de mosca cojonera, en un Pepito Grillo de las esencias del PP, algo así como el ‘guardián de los principios’ a los ojos de una parte del PP que empezaba a no entender algunos de los pasos dados por Rajoy.

Y así hasta que este año la ruptura ha sido total y la FAES, la fundación en la que se refugia el expresidente, ha roto todos sus vínculos con el PP, de tal modo que ningún cargo del partido puede pertenecer a su Patronato, lo cual afecta al propio Aznar que, sin embargo, ha preferido esperar hasta esta semana para anunciar que cumple con la norma que él mismo impuso. ¿Por qué? Por joder, no hay otra razón. La excusa se la dio Soraya Sáenz de Santamaría afirmando algo que, por otra parte, ha sentado muy mal entre cargos y militantes del partido, que no entienden porqué ahora hay que renunciar a lo hecho.

A la vicepresidenta se le fue la mano en la autocrítica entre otras cosas porque en lugar de personalizarla en sí misma –hay que recordar que casi se mata con Federico Trillo por hacerse la foto en el TC llevando el recurso contra el Estatut-, extendió la autocrítica a todo el partido como si la cosa no fuera con ella. Pero eso no es óbice para defender que con el diálogo se llega más lejos que con la confrontación y que ojalá acierte la vicepresidenta con el camino emprendido. Sin embargo es un hecho que hay una parte del PP que no lo comparte, y lo es también que esa parte del PP ha elevado a Aznar a los altares de la ortodoxia, convirtiéndolo en una especie de santo venerado por los pata negra del partido.

Aznar es el hombre que lo hizo todo bien, que nunca cedió al chantaje de los nacionalistas, que jamás negoció con ETA, que hizo la política económica más liberal que se recuerda, etcétera, etcétera, etcétera… El problema es que cuando las mentiras se complementan con una carga emocional importante, se acaban convirtiendo en verdades aunque sigan siendo mentiras. Aznar negoció con ETA. Es más, acercó presos al País Vasco y su Gobierno sacó a presos etarras a la calle más que ningún otro, porque hubo un momento en que creyó que así podía llegar a acabar con el terrorismo. Y negoció con los nacionalistas, hasta el punto de hablar catalán en la intimidad y de ceder más transferencias en cuatro años que Felipe González en trece. Y subió impuestos, claro que los subió. Aunque luego los bajara.

Cuando las mentiras se complementan con una carga emocional importante, se acaban convirtiendo en verdades aunque sigan siendo mentiras

¿Era malo todo eso? No, era la consecuencia de tener que gobernar y tomar decisiones que en muchos casos contradecían los planteamientos del PP. Sin duda, el mayor de sus errores, el que luego pago el propio Rajoy, fue apoyar a Bush y Blair en la Guerra de Iraq. Luego, Aznar hizo cosas que después criticó a Rajoy, y cometió errores que hicieron que el PP perdiera el Gobierno. No era perfecto. Ni mucho menos un santo a venerar por las bases del partido. Eso no significa que haya que marginarle. Al contrario, su opinión es importante, lo es para una parte de su partido y de sus votantes que se reconfortan en sus palabras.

Sin duda su opinión tendría más valor si él hubiese hecho la necesaria autocrítica, pero eso es como pedirle peras a un olmo. Pero no por ello deja de ser relevante lo que diga, y cómo lo diga. Y a partir de ahora podrá hablar con más libertad, y habrá mucha gente que le escuche, porque seguramente no le faltará parte de razón en algunas de sus críticas al actual PP. A Aznar solo le falta deshacerse de unos cuantos forofos que le acabarán convirtiendo en una caricatura de sí mismo, pero dicho eso él está ahí para dar voz a los críticos. Eso no quiere decir que se vaya a ir, ni que esté pensando en fundar otro partido. Nada de todo eso –que circula por ahí con bastante insistencia- va a pasar. Aznar seguirá siendo militante del PP. Aunque un militante destacado, y un tanto aguafiestas.

En las cenas con selectos grupos de amigos a las que asiste José María Aznar suelen preguntarle porqué se decidió por Mariano Rajoy como sucesor. El ex presidente, encogiéndose de hombros en un gesto muy típico suyo, explica siempre que de los tres posibles sucesores que había entonces, Jaime Mayor Oreja, Rodrigo Rato y el propio Rajoy, el primero estaba –y está- demasiado obsesionado con ETA y con la religión, el segundo a los hechos se remite, y el tercero era, por lo tanto, la única opción posible por descarte de los otros dos, aunque –según afirma- nunca fue alguien que le inspirara confianza.

José María Aznar Mariano Rajoy FAES