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Cupo y plurinacionalidad: el debate que horroriza a Albert Rivera
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Federico Quevedo

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Cupo y plurinacionalidad: el debate que horroriza a Albert Rivera

El gran error del 78 fue dar a las comunidades autónomas capacidad de gasto, pero no responsabilidad de ingresos, y eso ha provocado los excesos del sistema

Foto: El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)
El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)

Escuché esta semana decir a alguien en alguna tertulia que había hecho bien Ciudadanos votando en contra del cupo vasco porque “tiene que haber algún partido que se oponga”. Me quedé pensando. No entendía el porqué de esa afirmación más allá de encontrar un acomodo personal al propio rechazo del acuerdo que unía al resto de las fuerzas políticas parlamentarias, con la excepción de Compromís. Yo no he entendido la posición de Albert Rivera en este asunto. Y, por supuesto, no comparto esa afirmación: no es necesario que tenga que haber siempre un partido oponiéndose a todo. Lo que hace falta son partidos que hagan propuestas, asumiendo que es imposible dar marcha atrás en algo que lleva ya décadas funcionando.

Subir a la Tribuna del Congreso y decir “no”, como hizo Albert Rivera, no es lo que se espera de un partido con ambición de gobierno. Seguramente no le falte parte de razón desde el momento en que lo que debía ser el fruto de un cálculo, se ha convertido en el fruto de una negociación política condicionada por los resultados electorales. Pero el cupo, o concierto, o pacto fiscal, no es una fórmula insolidaria como se pretende hacer creer. Es más, probablemente forme parte en los próximo meses de la necesaria negociación para reformar el modelo territorial. Mariano Rajoy se equivocó en su día cerrándole esa puerta a Artur Mas, y las consecuencias las estamos pagando ahora.

El Senado, convertido en cámara territorial, debe hacer el cálculo del cupo, en lugar de estar sometido este a una negociación política

Pero, al final, al Gobierno no le va a quedar más remedio que aceptar poner sobre la mesa una reforma del modelo de financiación que incluya el pacto fiscal. Pero no un pacto fiscal bilateral, sino una fórmula que sirva para todos y que incluya un fondo de compensación interterritorial que nivele las posibles desigualdades. El gran error del 78 fue dar a las comunidades autónomas capacidad de gasto, pero no responsabilidad de ingresos, y eso ha provocado los excesos del sistema. Hay que corregirlo, pero sobre la base de que el cupo, o concierto, se apruebe en el Senado y que sea el Senado, convertido en cámara territorial, el que haga el cálculo, en lugar de estar sometido este a una negociación política.

Eso implica, sin duda, una simetría que no será del agrado de los nacionalistas, pero por otro lado será la forma de que las comunidades autónomas se configuren realmente como auténticas nacionalidades con altos niveles de autogobierno, sin que eso afecte para nada a la unidad de España. Y esa es la segunda parte del debate: ¿de verdad no podemos aceptar que España es un país plurinacional? ¿No podemos aceptar que existen señas de identidad suficientes como para que determinadas regiones puedan considerarse naciones, sin que eso suponga ninguna forma de soberanía por encima de la soberanía del conjunto del pueblo español?

No descarto que la posición de Ciudadanos con respecto del cupo vasco le haya podido restar votos a Inés Arrimadas en Cataluña

Yo creo que es perfectamente debatible en esos términos si con eso conseguimos cerrar de una vez por todas un modelo territorial que ha servido para cuarenta años, pero que es evidente que ahora mismo está ampliamente cuestionado. Pero, por alguna razón que desconozco, Ciudadanos no quiere participar de ese debate. Y es un error, porque entre otras cosas está asumiendo un papel peligroso, llamando a sus filas al voto centralista, el que rechaza la diversidad y se opone a la descentralización.

No le conviene a Albert Rivera que la derecha del PP se sienta cómoda votando a Ciudadanos, le conviene justo lo contrario porque, además, ese ha sido su propósito durante los últimos años: ser un partido liberal y progresista. Pues bien, nada más lejos de esa aspiración que el centralismo. Habrá que ver que ocurre el próximo 21-D, pero no descarto que la posición de Ciudadanos con respecto del cupo vasco le haya podido restar votos a Inés Arrimadas en Cataluña. Rivera debe calibrar bien hasta dónde quiere llegar para seguir robándole votos al PP, porque a lo mejor empieza a cometer errores que le pueden pasar factura en el futuro.

Escuché esta semana decir a alguien en alguna tertulia que había hecho bien Ciudadanos votando en contra del cupo vasco porque “tiene que haber algún partido que se oponga”. Me quedé pensando. No entendía el porqué de esa afirmación más allá de encontrar un acomodo personal al propio rechazo del acuerdo que unía al resto de las fuerzas políticas parlamentarias, con la excepción de Compromís. Yo no he entendido la posición de Albert Rivera en este asunto. Y, por supuesto, no comparto esa afirmación: no es necesario que tenga que haber siempre un partido oponiéndose a todo. Lo que hace falta son partidos que hagan propuestas, asumiendo que es imposible dar marcha atrás en algo que lleva ya décadas funcionando.

Ciudadanos Inés Arrimadas