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¿Por qué hay tanto miedo en el PP a admitir en público lo que se dice en privado?
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Federico Quevedo

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¿Por qué hay tanto miedo en el PP a admitir en público lo que se dice en privado?

Rajoy ha confiado el futuro de su partido a la recuperación económica, pero para su desgracia y, sobre todo, para la del PP, esto no es suficiente

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)

Desde que el pasado 21 de diciembre las urnas catalanas dieran como resultado la 'renovación' de la mayoría independentista en el Parlament y el 'sorpasso' definitivo de Ciudadanos al PP, he podido hablar con distintos dirigentes de este último partido, no solo nacionales, sino también regionales. Decir que el pesimismo se ha instalado en los cuadros dirigentes y en la militancia del PP es una obviedad. Lógicamente, un resultado que supone un fracaso electoral de proporciones considerables para el PP, unido al hecho de que al final la sociedad catalana ha mantenido el 'statu quo' que tenía antes de las elecciones y de la aplicación del 155, tiene que llevar a la frustración.

A pesar de que las encuestas ya advertían de que el PP corría el riesgo de caer a plomo en Cataluña, los populares confiaban en el voto oculto para remontar esos malos augurios. Pero lo cierto es que en lo único en lo que han acertado los sondeos ha sido en el espectacular crecimiento de Ciudadanos y en la casi desaparición del mapa político catalán del PP. ¿Por qué? Reducir la explicación del resultado a la cuestión catalana demuestra una cortedad de miras importante. El PP no solo cae a plomo en Cataluña. Cae a plomo en toda España. Rajoy ha confiado el futuro de su partido a la recuperación económica, pero para su desgracia y, sobre todo, para la del PP, esto no es suficiente. Ni siquiera importante.

El error, precisamente, radica en no hacer el análisis adecuado. En el comité ejecutivo del día 22, el presidente Rajoy invitó varias veces a los presentes a hablar, pero nadie se atrevió a levantar la voz. Y ese es el principal problema del PP: el miedo. No hay nadie con la suficiente fuerza moral para dar un puñetazo en la mesa y exigir explicaciones. En privado, son muchos, al menos con los que yo he podido hablar, los que se lamentan de la falta de iniciativa, de la ausencia de un proyecto renovador, de la carencia de una idea de España que pueda volver a emocionar a un electorado que se bate en retirada y busca refugio en las siglas que lidera Albert Rivera.

Nadie quiere quedarse sin su parcela de poder o de salario al final de mes. Saben que si lo hacen serán carne de venganza por parte del entorno de Rajoy

Pero nadie se atreve a decirlo en voz alta. Nadie quiere quedarse sin su parcela de poder, o de representación, o simplemente de salario al final de mes. Y saben que si lo hacen serán carne de venganza por parte del entorno inmediato de Mariano Rajoy. Y no hablo del partido, donde esas quejas también son generalizadas. Hablo de Moncloa, donde se afilan los cuchillos para cortar de raíz cualquier crítica incipiente. ¿Qué puede esperar el PP en estas circunstancias? Pues realmente nada, salvo continuar en el mismo camino que conduce a su sustitución. Confiar en que la economía permita recuperar sus expectativas es un inmenso error, entre otras cosas porque a pesar de que es cierto que esa mejora de la economía se percibe con cierta intensidad, también lo es que que se ha generado un clima de desconfianza y descrédito hacia el PP en buena parte del electorado. Y hay muchas razones para que eso sea así.

No hacer frente al problema es la táctica habitual de Rajoy, y las consecuencias las está sufriendo el partido desde que en diciembre de 2015 perdiera casi cuatro millones de votos y 63 escaños. Las elecciones de junio de 2016 fueron un espejismo que le ha permitido gobernar gracias a los errores de sus adversarios políticos. Pero la tendencia de las elecciones de 2015 se mantiene y, a este paso, el PP puede acabar viéndose de mero espectador de una realidad política que le está superando por su incapacidad para hacer autocrítica y adoptar las soluciones oportunas.

Desde que el pasado 21 de diciembre las urnas catalanas dieran como resultado la 'renovación' de la mayoría independentista en el Parlament y el 'sorpasso' definitivo de Ciudadanos al PP, he podido hablar con distintos dirigentes de este último partido, no solo nacionales, sino también regionales. Decir que el pesimismo se ha instalado en los cuadros dirigentes y en la militancia del PP es una obviedad. Lógicamente, un resultado que supone un fracaso electoral de proporciones considerables para el PP, unido al hecho de que al final la sociedad catalana ha mantenido el 'statu quo' que tenía antes de las elecciones y de la aplicación del 155, tiene que llevar a la frustración.

Mariano Rajoy Ciudadanos