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Mariano Rajoy, el enterrador
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Federico Quevedo

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Mariano Rajoy, el enterrador

El PP tiene un cáncer metido en su mismo corazón, un cáncer que le está haciendo un daño irreparable y que va a acabar con ese partido al borde de la extinción

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, saluda a Cristina Cifuentes. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, saluda a Cristina Cifuentes. (EFE)

Cuando en el año 2008, a las puertas del Congreso del PP de Valencia, me enfrenté a tirios y troyanos en la defensa implacable de Mariano Rajoy Brey (Santiago de Compostela, 27 de marzo de 1955), no podía imagina que diez años después tendría que admitir que quien yo creía que llegaba para resucitar al PP, acabaría por enterrarlo. Lo ocurrido el pasado miércoles con la publicación de un video que en ningún caso debería de haber existido, y que supuso la decapitación política de Cristina Cifuentes, es el último escalón subido en el proceso de degradación ética y moral que viene sufriendo el PP desde hace varios años.

Nadie, repito, nadie se merece un ataque a su persona tan cruel, tan perverso, tan cargado de inexplicable venganza —habría que decir 'vendetta'— y de una bajeza moral sin precedentes, tanto de quien se ha prestado al juego de la cacería, como de quien ofreció la carnaza. Utilizar un hecho antiguo, que además tiene una explicación médica que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad podría comprender, para obligar a la protagonista del mismo a salir por la puerta de atrás y con el rabo entre las piernas, es indignante pero, además, da miedo. Miedo, intranquilidad… Y a eso contribuye, especialmente, el saber que la mano que mece la cuna se encuentra dentro de sus propias filas.

placeholder Cristina Cifuentes tras la rueda de prensa ofrecida en la que anunció su dimisión. (EFE)
Cristina Cifuentes tras la rueda de prensa ofrecida en la que anunció su dimisión. (EFE)

Ese video, como decía, no debía existir, pero a alguna mente perversa se le ocurrió guardarlo por lo que pudiera pasar. Y a una mente más perversa y maquiavélica todavía se le ha ocurrido utilizarlo en el momento oportuno, aquel en el que querían obligar a Cristina Cifuentes a dimitir por la sospecha de que ella pudiera estar pensando en no hacerlo. Con esto no reculo de lo que he escrito hasta ahora: Cifuentes se equivocó no reconociendo desde el primer momento que había sido beneficiaria de un regalo de la universidad y agravó su situación mintiendo sobre el TFM que nunca existió, lo que la debió llevar a dimitir en el momento oportuno.

Sin embargo, prefirió enrocarse y, según parece, a pesar de que ella ha dicho que iba a presentar su renuncia tras los actos del 2 de mayo, su verdadera intención era forzar a Ciudadanos a votar favorablemente la moción de censura bajo el argumento de que el partido naranja le estaba dando el Gobierno de la Comunidad a la extrema izquierda. La obsesión de Cifuentes con Cs no es de ahora, viene desde el principio de la legislatura: ella e Ignacio Aguado no han tenido ningún 'feeling' y no parecía estar dispuesta a darle el placer de verla caer por un asunto como el del máster.

Da la sensación de que en algún momento de todo este calvario que ha vivido Cifuentes, Rajoy dio la orden de hacerla caer, sin importar cómo

La clave de todo este asunto está en la frase pronunciada por Mariano Rajoy solo dos minutos después de que Cifuentes anunciara su dimisión: "Ha hecho lo que tenía que hacer". ¿Desde cuándo opinaba Rajoy que era eso lo que tenía que hacer? ¿Desde el fin de semana de la Convención en la que le dio todo su respaldo, como hizo otras veces con otros muchos a los que apoyó para acabar cavando un hoyo en el que enterrarlos? Da la sensación de que en algún momento de todo este calvario que ha vivido Cifuentes, Rajoy dio la orden de hacerla caer, sin importar cómo. Ni cuando. Pero que fuera efectivo. Y efectivo fue.

A lo largo de los días se fueron calentando las redes sociales y las tertulias televisivas con una campaña de desprestigio personal muy bien orquestada, que para eso la casa ya tiene expertos. No voy a ir más allá, porque no me atrevo. Pero el PP tiene un cáncer metido en su mismo corazón, un cáncer que le está haciendo un daño irreparable y que va a acabar con ese partido al borde de la extinción. Podría decirlo más claro pero, insisto, a la vista de cómo se las gastan, me da miedo. Me limitaré a decirlo más alto.

Cuando en el año 2008, a las puertas del Congreso del PP de Valencia, me enfrenté a tirios y troyanos en la defensa implacable de Mariano Rajoy Brey (Santiago de Compostela, 27 de marzo de 1955), no podía imagina que diez años después tendría que admitir que quien yo creía que llegaba para resucitar al PP, acabaría por enterrarlo. Lo ocurrido el pasado miércoles con la publicación de un video que en ningún caso debería de haber existido, y que supuso la decapitación política de Cristina Cifuentes, es el último escalón subido en el proceso de degradación ética y moral que viene sufriendo el PP desde hace varios años.

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