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De 'niño mimado' a 'enfant terrible' de la derecha española
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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De 'niño mimado' a 'enfant terrible' de la derecha española

A Pablo Casado se le ha ido cincelando hasta conseguir de él la escultura casi perfecta de lo que la derecha española considera que debe ser su fiel reflejo

Foto: Casado con militantes de Almería. (EFE)
Casado con militantes de Almería. (EFE)

Hará cosa de tres o cuatro meses me tomé un café con Pablo Casado en su despacho… Le encontré desmoralizado. Era lógico: al vicesecretario general de Comunicación del PP le tocaba salir todas las semanas a la palestra a explicar por qué su partido se hundía en los sondeos y por qué el Gobierno resultaba tan antipático a la mayoría de la gente. Y eso acaba pesando. Me dijo entonces que él seguía siendo fiel a las dos personas que habían apostado por esta joven promesa popular, José María Aznar y Mariano Rajoy, pero me reconocía que al PP le faltaba "proyecto y relato".

Pues bien, en esos cuatro meses las cosas han cambiado tanto que ahora el proyecto y el relato lo está escribiendo Pablo Casado. A sus 37 años, la misma edad que tenía Aznar cuando ascendió a la Presidencia del PP, este joven nacido en las Nuevas Generaciones del PP y criado a los pechos de la FAES ha sabido conectar de una manera totalmente natural y, podría decirse, sincera, con una militancia que se había visto huérfana de ideas y principios por culpa de un Gobierno que se abandonó en manos de un desvirtuado pragmatismo. Casado ha mamado de las esencias del Partido Popular, no en vano siempre ha estado al lado de los más "pata negra" del partido –Aznar, Aguirre…- e incluso le llevó la campaña a un 'outsider' que sin estar afiliado al PP representaba las esencias del modelo liberal-conservador: Manuel Pizarro.

Foto: Pablo Casado esta semana en un encuentro con afiliados en Murcia. (EFE)

Durante años, Pablo Casado fue mimado por sus mayores que ya veían en él a un posible líder de la derecha española. No voy a decir que sea un producto de diseño, pero es evidente que se le ha ido cincelando hasta conseguir de él la escultura casi perfecta, tanto en el fondo como en la forma, de lo que la derecha española considera que debe ser su fiel reflejo. Pablo Casado tiene muy claras sus ideas y principios, y sabe que conectan sin interferencias con el sentir de buena parte de la militancia del PP: es un liberal muy convencido en lo económico, y de ahí sus propuestas que chocan diametralmente con la política recaudatoria y antiliberal llevada a cabo por Montoro; y al mismo tiempo es un conservador que cree en la patria, en la familia y en la tradición humanista y cristiana de su partido.

Y encima ha enseñado los dientes. Se ha sentido ninguneado por las dos candidatas aparentemente más fuertes, Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, y el hasta ahora aparentemente modoso y moderado Casado ha saltado y ha empezado a tirar con bala sobre sus dos rivales femeninas. Y eso puede estarle resultando provechoso porque Casado parte con una ventaja inicial: ni es responsable de nada de lo que ha hecho el Gobierno de Mariano Rajoy, cosa que no puede decir Sáenz de Santamaría que –como muy bien describía Zarzalejos hace unos días en este periódico y que yo suscribo de la A a la Z- además es responsable directa de errores tan graves como la respuesta a la crisis territorial, ni ha tenido nada que ver con los escándalos de corrupción, un marrón que sin embargo puede costarle alguna factura a María Dolores de Cospedal —se acuerdan de lo del contrato en diferido y esas cosas, ¿no?—.

Pablo Casado fue mimado por sus mayores que ya veían en él a un posible líder de la derecha española

La diferencia con sus rivales radica principalmente en la fuerte convicción de sus principios, y en eso tiene un punto de conexión con la forma en la que Pedro Sánchez llegó a la Secretaría General del PSOE: apelando a los sentimientos. Cuidado, que eso no significa que conecte con los votantes de su partido. De hecho, probablemente estén más cerca de la mayoría del votante del PP un García Margallo y una Dolores de Cospedal que ofrecen un discurso más transversal, que el mensaje netamente liberal y conservador de Casado. Pero esta batalla no se libra en el terreno de los simpatizantes, sino en el de unos militantes que, como ocurre en casi todos —o todos— los partidos, son más susceptibles a dejarse llevar por el corazón que por la razón. Puede ser que al final de este proceso, Pablo Casado sea el nuevo líder del PP pero, si lo es, no le quedará más remedio que empezar a moderar esa parte de su estructura ideológica que, hoy por hoy, es minoritaria en un país que probablemente sea el más progresista de toda Europa.

Hará cosa de tres o cuatro meses me tomé un café con Pablo Casado en su despacho… Le encontré desmoralizado. Era lógico: al vicesecretario general de Comunicación del PP le tocaba salir todas las semanas a la palestra a explicar por qué su partido se hundía en los sondeos y por qué el Gobierno resultaba tan antipático a la mayoría de la gente. Y eso acaba pesando. Me dijo entonces que él seguía siendo fiel a las dos personas que habían apostado por esta joven promesa popular, José María Aznar y Mariano Rajoy, pero me reconocía que al PP le faltaba "proyecto y relato".

Pablo Casado José María Aznar Soraya Sáenz de Santamaría