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La Justicia alemana se alía con Casado contra Soraya
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Federico Quevedo

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La Justicia alemana se alía con Casado contra Soraya

Los responsables de que esto haya ocurrido, aunque ya no estén en el Gobierno, deberían dar explicaciones de los errores que cometieron

Foto: El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, frente al Bundestag en Berlín. (Reuters)
El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, frente al Bundestag en Berlín. (Reuters)

A pocos días de que el Partido Popular celebre su Congreso Extraordinario en el que los compromisarios electos deben decidir si quieren que el nuevo líder del PP se llame Pablo Casado o Soraya Sáenz de Santamaría, la Justicia alemana le vino a hacer un regalo, y no precisamente envenenado, al joven candidato a la Presidencia, en forma de un acuerdo de extradición de Carles Puigdemont que pone en solfa toda la estrategia del anterior Gobierno del PP para hacer frente a desafío independentista. De hecho, si finalmente el Tribunal Supremo rechaza la extradición y suspende la euroorden, no deja de ser un fracaso, pero aceptarla implicaría juzgar por un delito de malversación que implica 12 años de condena en lugar de por el delito de rebelión que conlleva una sanción máxima de 30 años, a quien desafió al Estado de derecho declarando unilateralmente la independencia de Cataluña.

El problema es que durante todo este tiempo el Gobierno de Mariano Rajoy renunció a cualquier tipo de acción política y dejó en manos de los jueces toda la estrategia de choque con el independentismo catalán. Ahora se da la paradoja de que si se acepta la extradición al expresidente de la Generalitat no se le juzgará por los mismos delitos que sí se juzgará a sus consejeros presos en España y a la espera de juicio. Así que el Supremo y, en particular, el juez Llarena se ve en la extraña tesitura de tener que rechazar la extradición del presidente de la Generalitat, y permitir que siga disfrutando de unas largas vacaciones en suelo alemán, seguramente financiadas con alguna forma de dinero público que algún día alguien tendrá que investigar. Puigdemont seguirá en Alemania, en su dorado retiro de autoexilio, riéndose de la justicia española y del Estado de derecho. Pero que esto sea así tiene responsables, y a lo mejor habría que empezar a poner algunas cosas en su sitio.

"No era razonable hacer descansar toda la estrategia de respuesta al desafío soberanista en una especie de comando de abogados del Estado"

Como por ejemplo que, como decía, no era razonable hacer descansar toda la estrategia de respuesta al desafío soberanista en una especie de comando de abogados del Estado, lo que se dio en llamar el Comando Aranzadi, y obviar la acción política. Yo no digo que no fuera necesario dar también una respuesta judicial, porque de hecho la acción de la Justicia es inevitable cuando se cometen delitos, y aquí se han cometido delitos. Pero también en eso es posible que se hayan cometido errores imperdonables, como el empeño en acusar a los procesados de un delito de rebelión muy cuestionable cuando es evidente que no se ha producido en ningún momento una violencia suficiente como para respaldar esa tesis. El concepto de rebelión lleva implícito un escenario de violencia armada y extrema, y eso, lo siento por los más voraces partidarios de haber enviado allí los tanques del Ejército, no ocurrió. De hecho, lo que ocurrió es que quienes fueron a votar en el referéndum ilegal del 1-O era gente normal y corriente, familias con niños, personas mayores… Nada de comandos armados dispuestos a tomar al asalto las instituciones del Estado.

Foto: Carles Puigdemont vota en Cornella de Terri. (Reuters)

Pero, probablemente, lo más grave de todo lo ocurrido en este tiempo ha sido que el Gobierno de España, y en concreto la persona que se ocupó de liderar la respuesta del Estado al independentismo, es decir, la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, hizo mucha bandera de gestos como el de su despacho en la delegación de Gobierno en Cataluña, que luego realmente no sirvieron para nada. La famosa operación diálogo —"Nunca ha habido una operación diálogo", me dijo en cierta ocasión el exministro Luis de Guindos, "lo que hubo fue una operación de imagen"— no sirvió para nada, salvo para aquella famosa foto de Junqueras medio abrazado a Soraya. Nunca hubo una estrategia de comunicación, ni hubo tampoco un plan de acción internacional para explicar fuera de nuestras fronteras lo que estaba pasando. Y así, era inevitable que nos lleváramos las sorpresas que nos hemos estado llevando durante este tiempo con decisiones de los tribunales y los gobiernos europeos contrarias a nuestros intereses, porque ahí el independentismo fue mucho más inteligente, y mucho más eficaz, y consiguió que en el resto de Europa se le mirara con simpatía. Y ahora los responsables de que eso haya ocurrido, aunque ya no estén en el Gobierno, deberían dar explicaciones de los errores que cometieron. Pero en lugar de eso, aspiran a liderar el centro derecha. Dios nos libre de que lo logren.

A pocos días de que el Partido Popular celebre su Congreso Extraordinario en el que los compromisarios electos deben decidir si quieren que el nuevo líder del PP se llame Pablo Casado o Soraya Sáenz de Santamaría, la Justicia alemana le vino a hacer un regalo, y no precisamente envenenado, al joven candidato a la Presidencia, en forma de un acuerdo de extradición de Carles Puigdemont que pone en solfa toda la estrategia del anterior Gobierno del PP para hacer frente a desafío independentista. De hecho, si finalmente el Tribunal Supremo rechaza la extradición y suspende la euroorden, no deja de ser un fracaso, pero aceptarla implicaría juzgar por un delito de malversación que implica 12 años de condena en lugar de por el delito de rebelión que conlleva una sanción máxima de 30 años, a quien desafió al Estado de derecho declarando unilateralmente la independencia de Cataluña.

Pablo Casado Soraya Sáenz de Santamaría Carles Puigdemont