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Vigía de Occidente
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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Vigía de Occidente

El halago de los poderosos es un fenómeno intemporal, porque siempre han abundado los tipos como Suso de Toro dispuestos a cargar con tan duro menester.

El halago de los poderosos es un fenómeno intemporal, porque siempre han abundado los tipos como Suso de Toro dispuestos a cargar con tan duro menester. En el caso de Franco, no escasearon, como se puede imaginar, los elogios espontáneos. Uno de los títulos más ridículos que se le adjudicaron fue, sin duda alguna, el de Vigía de Occidente. Con todos los respetos, me parece que ese es también un epíteto que le cuadra admirablemente a nuestro ZP. La labor esencial del vigía es advertir de los riesgos antes de que estos se conviertan en amenaza y eso es lo que se supone que hacía Franco -aunque en Occidente no acababan de enterarse-, y lo que, sin duda, hace nuestro esclarecido líder del momento.

 

El presidente del gobierno de España sabe muy bien a dónde hay que ir: a la paz; conoce perfectamente cuál es el rumbo: la Alianza de las Civilizaciones; no tiene dudas sobre cómo lograrlo: vender a los israelíes pistolas que no maten a los palestinos, y es muy consciente, en fin, de quiénes se oponen a ese magno proyecto, aunque tras la salida de Bush el asunto está un poco más confuso. ZP ha llegado mucho más lejos que Franco en su benéfica influencia previsora y ahí está, como símbolo inmarcesible, la barcelonesca cúpula de Ginebra que será pasmo de los siglos, pese al reconcome de los envidiosos.

Una vez que la situación internacional estuvo bien diagnosticada, ZP ha podido volver su mirada al patio interior, que se ha puesto repentinamente crítico desde el punto de vista económico, debido en exclusiva a la torpísima labor de los observadores y agencias internacionales que, como todo el mundo sabe, preveían para nuestro país un horizonte de pleno empleo en función, sobre todo, de la solidísima condición que el sistema financiero había conseguido bajo la sabia batuta del vigía.

Desde ese mismo momento, ZP se ha dedicado, sin desmayo ni descanso, a hacer lo que sabe: diagnosticar la crisis y pronosticar su inmediato final. Ha puesto manos a la obra sin prejuicios, dispuesto siempre a decir las verdades, aunque duelan. Hasta el mínimo observador se habrá dado cuenta de la enorme agilidad intelectual con la que nuestro presidente ha pasado de considerar que la banca era una de nuestras fortalezas a advertir, sin favoritismos ni temores, que es la causa del agravamiento de la situación.

Es una virtud muy característica del pensamiento dialéctico, en el que Zapatero se ha preparado a fondo en su largo período de formación, el poder pasar, aunque solo si las circunstancias lo requieren, de una tesis a su contraria, y ello sin perder el control ni dar el menor pábulo al desconcierto. El origen de la crisis financiera ha estado en dar dinero sin ton ni son, pero, ahora, la causa del agravamiento reside en el insólito proceder de unos señores que no quieren dejar su dinero a quien es evidente que no se lo va a devolver. Dialéctica de lo concreto en vena. Yo no sé en qué están pensando los bancos, pero parece obvio que el vigía los ha calado y los vigila estrechamente desde el momento mismo en que ha comprendido que, como dijo Brecht, que era de los suyos, fundar un banco es un delito muchísimo más grave que asaltarlo.

Resulta muy tranquilizador poder beneficiarse de la sombra protectora de un vigía sin prejuicios ni intereses inconfesables, capaz de advertirnos a cada paso de las dificultades del momento. Al pueblo puede resultarle difícil seguir al vigía, pero para eso están los pedagogos: cualquiera puede entender que es inmoral (además de anticristiano, a ver si se entera Rouco) no dar crédito a los pobres, mientras Botín se forra con 10.000 millones de beneficios, ahora que, según se le ha advertido, no es el momento. También hay que contar con los expertos en imagen: no es ningún secreto que la próxima vez que los banqueros vuelvan a Moncloa, lo harán acompañados de la Guardia Civil, continuando así con la progresión icónica que ya les ha levantado de los cómodos sillones para ponerlos en una mesa de colegio, a recibir lecciones del vigía.

ZP no piensa ni por un momento que él, el vigía, tenga responsabilidad de ningún tipo en nada de lo que está ocurriendo, y nadie de buen corazón debería pensar una cosa tan absurda. Lo que nos asegura es que nunca va a quitarse de en medio, que siempre va a dar la cara, aunque, como es lógico, se dosifique un poco para evitar un desgaste completamente inoportuno; así, por ejemplo, ha fijado, con toda diligencia, su presencia en el Congreso para mediados de este mes, un poco antes de que lleguemos, por culpa de la banca y de los consumidores desconfiados y antipatriotas, a los tres millones y medio de parados. Por lo demás, las noticias empiezan a ser buenas, en especial las que controla el gobierno: el crecimiento del paro se está desacelerando y ni siquiera han llegado a 200.000 los nuevos parados. Lo dicho, a nada que la banca afloje la chequera, la cosa se arreglará de inmediato y, como no lo hagan, se van a enterar.

*José Luis González Quirós es analista político.

El halago de los poderosos es un fenómeno intemporal, porque siempre han abundado los tipos como Suso de Toro dispuestos a cargar con tan duro menester. En el caso de Franco, no escasearon, como se puede imaginar, los elogios espontáneos. Uno de los títulos más ridículos que se le adjudicaron fue, sin duda alguna, el de Vigía de Occidente. Con todos los respetos, me parece que ese es también un epíteto que le cuadra admirablemente a nuestro ZP. La labor esencial del vigía es advertir de los riesgos antes de que estos se conviertan en amenaza y eso es lo que se supone que hacía Franco -aunque en Occidente no acababan de enterarse-, y lo que, sin duda, hace nuestro esclarecido líder del momento.

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