Es noticia
¿El PP ante su ocaso?
  1. España
  2. Dramatis Personae
José Luis González Quirós

Dramatis Personae

Por

¿El PP ante su ocaso?

En La agonía de Francia, escribió Manuel Chaves Nogales que nunca una catástrofe nacional, la sumisión francesa ante Hitler, se había producido en medio de mayor inconsciencia

En La agonía de Francia, escribió Manuel Chaves Nogales que nunca una catástrofe nacional, la sumisión francesa ante Hitler, se había producido en medio de mayor inconsciencia colectiva, para añadir, un poco más adelante, que es su espíritu lo que, si bien no impide a las naciones morir, les permite resucitar. Salvando las distancias, la única esperanza del PP es que sepa encontrar en su seno la energía política que pudo encandilar a millones de votantes para superar este trance destructivo al que le aboca el caso Bárcenas y la escandalosamente torpe e hipócrita reacción de sus dirigentes ante el carácter deletéreo de esta siniestra historia.

El valor ante una España picaresca

En tiempos  de validos, lúcido pero perseguido y débil, don Francisco de Quevedo escribió, frente al Conde Duque de Olivares,un elogio inmortal del valor:

No he de callar, por más que con el dedo, / ya tocando la boca, o ya la frente, / silencio avises, o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente? / ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? / ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Ahora son centenares los que se sienten en la obligación de decir lo que no creen y los que no se atreven a decir lo que piensan. Desde que se conoció el caso Gürtel muchos dentro del PP creían que se llevaría por delante al partido, incluso sin adivinar lo que se ve ahora. Pero, como las naciones mismas, los partidos son más que quienes los dirigen, y sus intereses no aciertan siempre a coincidir. El PP tiene que buscar sus formas de sobrevivir, pero difícilmente lo hará negando el problema. Hay enfermedades que requieren cirugía, que no sanan con el tiempo, y esta es una de ellas. Aunque “cortar por lo sano” vaya a suponer un altísimo coste, no quedará otro remedio.

Agujeros negros y circuitos sobrecogedores

Lo que ahora se va a someter a juicio es un agujero negro de este sistema, una auténtica lacra que afecta, presumiblemente, a casi todos, pero que hay que pagar a escote cuando se descubre. Se habla de financiación ilegal, pero no deja de ser una manera piadosa de encubrir el latrocinio de bastantes, aunque no todos, como se ve con facilidad. Es un eufemismo hablar de donantes cuando lo que hay son delitos, tan indemostrables como se quiera, pero delitos, cohecho o extorsión. No es el celo liberal, o socialista, de los donantes lo que mueve a gentes con mucho dinero a hacer el óbolo, es el puro interés, la ventaja, el precio del sobrecoste. Que eso se haya vehiculado en sobres o en cajas de puros es menos importante que escarmentar.

González Pons o la desmesura 

Como valenciano que es, González Pons seguramente recuerde lo que decía Joan Fuster, “Muy a menudo, casi siempre, callar es mentir”, y se ha lanzado a un frenesí de afirmaciones para que la furia amaine con el ruido. No acierta: así cuando reprochó a los socialistas quejarse si los jueces “les atacan”, pero también por no decir nada cuando los jueces “atacan” al PP. El problema es que un político decente no puede dar por supuesto que los jueces ataquen a alguien, porque simplemente tratan de aplicar la ley con muy pocos medios, y nadie asume que los políticos sean impecables. González Pons trata de ocupar un vacío, pero la brocha es gorda y las salpicaduras muy sucias. El pasado viernes dijo que el PP era el de Miguel Ángel Blanco y no el de Bárcenas: no está mal como deseo, pero como descripción de lo que ocurre es cínica, y no convence a nadie; tal vez esté animando a alguien a tomar decisiones dignas y valientes, de esas que estimulan a concejales decentes a trabajar por una idea, no para que nadie se forre a costa de sus sudores.

El destino de Rajoy

El precio del éxito en política suele ser muy alto. Aznar se soñó abandonando el poder voluntariamente en medio de parabienes, y hubo de ver cómo su partido perdía las elecciones en un vendaval de espantos. Rajoy siempre habrá imaginado un retiro discreto, pero las furias desatadas le pondrán ante una tesitura insoslayable. No se trata de saber si cobró o no sobresueldos, no debiendo hacerlo, allá su conciencia y los libros de memorias, pero nadie necesita probar que en el caso Bárcenas ha cometido errores fatales. Nadie puede hacer creíble la súbita metamorfosis de un tesorero honorable, al que se despide entre algodones, con una muy suculenta indemnización “en diferido”, con secretaria y coche, en un delincuente mentiroso, artero y deseoso  de hacer mal. La ficción orquestada que preconizan algunos escasos de patriotismo y de seso es insostenible, y, más pronto que tarde, Rajoy deberá escoger entre su inmolación, o la de su partido. No caben dudas acerca de lo que debiera hacer, y de lo que cabe esperar que haga, sin atender al coro de necios que le miente diciendo que aquí no ha pasado nada. La estabilidad de la legislatura y la continuidad, afianzada, de una política de reformas honda y valiente, es mucho más importante que ninguna biografía, y eso es algo que debe tener claro cualquier buen español, más un presidente. Es indispensable que los españoles comprueben que la corrupción no solo es un hábito feo, sino que conlleva costes inevitables.

En La agonía de Francia, escribió Manuel Chaves Nogales que nunca una catástrofe nacional, la sumisión francesa ante Hitler, se había producido en medio de mayor inconsciencia colectiva, para añadir, un poco más adelante, que es su espíritu lo que, si bien no impide a las naciones morir, les permite resucitar. Salvando las distancias, la única esperanza del PP es que sepa encontrar en su seno la energía política que pudo encandilar a millones de votantes para superar este trance destructivo al que le aboca el caso Bárcenas y la escandalosamente torpe e hipócrita reacción de sus dirigentes ante el carácter deletéreo de esta siniestra historia.