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Entre el fango y la esperanza
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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Entre el fango y la esperanza

En un momento en el que una mayoría de españoles piensa que todo está en crisis, se ha desatado un ciclón político que les sume en

En un momento en el que una mayoría de españoles piensa que todo está en crisis, se ha desatado un ciclón político que les sume en el desconcierto. ¿Qué hacer? Unos pocos están tomando decisiones por muchos, y hay que desear que acierten porque el precio lo pagaremos entre todos. Decía Spengler que, al final, la civilización acaba dependiendo de un pelotón de soldados, y eso es lo que puede pasar, que un juez valiente y unos diputados con coraje pongan las cosas en su sitio,  o que se acabe aumentando el rango de la impunidad política, que es el camino seguro hacia el caos.

La tendencia al caudillismo

Casi 40 años después de la muerte de Franco, la política española se orienta, inmisericordemente, por la lucecita de El Pardo, por la voluntad del Uno. Soraya Sáenz de Santamaría, amenazada de herencia imprevista, lo ha dicho expresamente: es Rajoy el que nos ilumina y da confianza, no nosotros a él, una declaración demasiado semejante a las que se hacen a la vera del moribundo. Pero se trata de una tendencia excesiva a la fidelidad que no reconoce orillas: Felipe y sus viejos lebreles han acudido raudos a recomendar prudencia a Rubalcaba, que no se remueva nada, como si el pináculo fuese el auténtico cimiento. Sin embargo, la alternativa a hacer lo que se debe hacer es, justamente, hacer lo que no se debiera y, con ello, ir apretando más el cinturón del poder sin control y sin balances para que todo acabe por estallar. Nuestra cultura política está escasa de recursos y tradiciones y tiene miedo a innovar, aunque lo que puede pasar ya pasó. 

Las primarias

Del sur nos quiso llegar un refresco en forma de primarias, pero La bola fue a caer en el casillero previsto por el dedo, confirmando que la democracia interna en el PSOE andaluz es el despotismo disfrazado de avales
La tapada no tuvo necesidad de competir porque, con eficacia búlgara, obtuvo más del triple de los avales necesarios mientras que sus rivales no llegaron a puerto, de manera que para qué votar, con candidato único todo es más limpio. Es posible que se recompense el empeño que los derrotados han puesto en la pantomima, porque el que simula riesgos que no se corren bien merece galardón. 

El chantaje que nunca existió

En cierta ocasión ironizaba Ortega a propósito de la afirmación de un catedrático de Salamanca que había escrito que en Roma los impuestos empezaron por no existir. Me parece que eso le pasa al famoso chantaje de Bárcenas, al menos en su base en los afectuosos SMS que intercambiaba con el presidente del Gobierno. Al margen de que no se puede chantajear a una institución sino a personas, y a que el término que debió emplear Rajoy fue “amenaza” pues chantaje es la amenaza que se hace al que tiene algo que temer distinto a la amenaza misma, hay una serie de preguntas simples que no se pueden soslayar en una democracia mínimamente decente. ¿Denunció Rajoy al CNI o a la policía el intento de chantaje? ¿Cuándo se dio cuenta de que Bárcenas había dejado de ser el dechado de virtudes que siempre supuso? ¿Cómo supone Rajoy que obtuvo Bárcenas su botín? ¿Qué es lo que Bárcenas le pedía y no resultaba fácil, según palabras presidenciales? Por supuesto pueden no hacerse esas preguntas, pero lo único que ocurrirá es que la gente se fiará todavía menos de quien no sea capaz de hacerlas. De cualquier manera, el estratega que ha supuesto, en medio de un ataque de nervios, que pudiera ser creíble la súbita y doble metamorfosis del fiel empleado en delincuente, primero, y en líder de la oposición, después, es un auténtico genio.

Cospedal, en su doble asiento  

Al lado de la anterior explicación, la teoría cospedaliana de la paga diferida a Bárcenas constituye un prodigio de finura. La señora Cospedal está, sin embargo, en posición incómoda, como siempre lo es un doble asiento. Acostumbrada a esas dúplicas, parece que la falta de un doble asiento oficial para el recibo (también doble) de los 200.000 euros, puede complicarle bastante la vida a alguien que lleva presumiendo de ser la que se atrevió a acabar con el bandidaje tesoreril. Que vaya de mano en mano un dinero que, de ser oficial e impoluto, podría haber ido por transferencia, y con recibís que denotan lo contrario, no es lo mejor que haya podido pasarle a tan  voluntariosa dama.

Blanco y en botella

A los jueces les gusta mucho ser ellos los que imponen las penas, es lo suyo. Los que las imponen y los que las deniegan. La Sala de lo Penal del Supremo acaba de declarar que no hay delito en las cinematográficas andanzas de Blanco para echar una manita a amigos con ganas de hacer negocio. Seguro que la sentencia parecerá irreprochable, y hasta puede que sea un alivio, pero me temo que un tufo a tongo se extiende, y ese tufo puede llegar a ser muy tóxico. Las democracias no son inmortales, aunque las buenas vienen siendo longevas, y mueren siempre de lo mismo, de que el pueblo que supuestamente tiene el poder deja de creer en ellas.

En un momento en el que una mayoría de españoles piensa que todo está en crisis, se ha desatado un ciclón político que les sume en el desconcierto. ¿Qué hacer? Unos pocos están tomando decisiones por muchos, y hay que desear que acierten porque el precio lo pagaremos entre todos. Decía Spengler que, al final, la civilización acaba dependiendo de un pelotón de soldados, y eso es lo que puede pasar, que un juez valiente y unos diputados con coraje pongan las cosas en su sitio,  o que se acabe aumentando el rango de la impunidad política, que es el camino seguro hacia el caos.