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De cómo unos cuantos ricos madrileños pagan la ruinosa fiesta de ‘Calle 54’ a Trueba, Vicente Gómez, Resines y cía
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De cómo unos cuantos ricos madrileños pagan la ruinosa fiesta de ‘Calle 54’ a Trueba, Vicente Gómez, Resines y cía

La broma culinaria les ha salido cara. La trouppe de famosos que hace un par de años abrió Calle 54 con aires de renovar el concepto

La broma culinaria les ha salido cara. La trouppe de famosos que hace un par de años abrió Calle 54 con aires de renovar el concepto de fashion food en la noche madrileña se ha dado de bruces con la triste realidad. Pasado el efecto del novedoso diseño (obra de Mariscal), el boom de Lágrimas Negras y el tirón del documental que dio nombre al establecimiento, el negocio se ha visto obligado a cerrar temporalmente por reformas y a meter nuevos socios.

Visto el resultado, está claro que a Santiago Segura, Antonio Resines, Fernando Trueba, Concha García Campoy y Andrés Vicente Gómez, entre otra treintena de populares inversores, el negocio de la restauración les ha resultado indigesto. Lo difícil no fue arrancar, ya que contaron con un emplazamiento en el exclusivo Paseo de la Habana y con visitas tan ilustres como las del Monarca o el Príncipe Felipe y su esposa Letizia, donde disfrutaron de su noviazgo en el anonimato, sino mantener el tipo.

Dos años después de lanzar el proyecto, con el gancho de un sinfín de caras conocidas como tarjeta de presentación, Calle 54 se ha tragado cerca de 1.000 millones de las antiguas pesetas en un abrir y cerrar de ojos. Echar a andar costó cerca de 700 millones y mantener abierto el chiringuito todo este tiempo otros 300. Con todo, lo peor no ha sido lo gastado, sino comprobar que no había perspectivas a la vista de poder recuperar la pasta.

De poco ha servido la participación de ilustres financieros como Salvador García-Atance, Pedro Guerrero o Ignacio Garralda, todos antiguos hombres de postín de la extinta AB Asesores, que soportaron la mayor parte de la fiesta. Tampoco han valido mucho las dotes en el mundo de la comunicación de José Manuel Lorenzo ni de otros ilustres del show business madrileño. El descalabro ha sido el mismo, aunque, antes de tirar la toalla, los amigos de Calle 54 han decidido darse una última oportunidad.

De la solución a los males del invento -mezclar platos de vanguardia con música en directo- se encargará ahora el grupo de restauración catalán Paradis. Esta compañía ha adquirido, mediante ampliación de capital, el 51% del negocio por la módica cantidad de 1 euro. La llegada de estos nuevos socios, con más oficio culinario a sus espaldas, permitirá que Calle 54 vuelva a funcionar. Ahora, lo de ganar dinero no está garantizado.

La broma culinaria les ha salido cara. La trouppe de famosos que hace un par de años abrió Calle 54 con aires de renovar el concepto de fashion food en la noche madrileña se ha dado de bruces con la triste realidad. Pasado el efecto del novedoso diseño (obra de Mariscal), el boom de Lágrimas Negras y el tirón del documental que dio nombre al establecimiento, el negocio se ha visto obligado a cerrar temporalmente por reformas y a meter nuevos socios.