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Caldera, el ministro más pinturero de ZP, se convierte en la estrella emergente del PSOE
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Caldera, el ministro más pinturero de ZP, se convierte en la estrella emergente del PSOE

“Esto es cosa de la paridad”, maldijo Jesús Caldera hace tres años, cuando se enteró de boca del popular Javier Arenas de que no sería vicepresidente

“Esto es cosa de la paridad”, maldijo Jesús Caldera hace tres años, cuando se enteró de boca del popular Javier Arenas de que no sería vicepresidente del Gobierno, sino que José Luis Rodríguez Zapatero había escogido a María Teresa Fernández de la Vega para el cargo. Para ser justos con lo que ocurrió entonces, es cierto que el presidente así se lo había dicho, pero cambió de opinión en el último momento después de que Miguel Sebastián le convenciera de que debía nombrar a Pedro Solbes, por eso de la coordinación económica. Y, encima, se enteró de su ‘no nombramiento’ por Arenas, el encargado por el Gobierno del PP de negociar el traspaso de la Administración.

A Caldera le ha durado el enfado estos tres años: deliberadamente se concentró en la gestión técnica de su ministerio, el de Trabajo, y optó por un perfil público de vuelo rasante, harto de dar entrevistas y ruedas de prensa diarias mientras ejercía como portavoz en el Congreso. Bajo la opinión de que la política no está para dar titulares a la prensa, sino para resolver los problemas de la gente, el ministro se concentró en sus asuntos y se puso de perfil en los que ahogaban al presidente y no le concernían, como el terrorismo o el desembarco de pateras. Que se las apañen los vicepresidentes… y el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que es como una tienda de conveniencia para ZP: siempre abierto y dispuesto a afrontar problemas, desde ETA a meter en cintura al PSC, la última crisis de Cantabria o las alianzas navarras.

La estrella de Caldera está ahora en ascenso. El presidente y secretario general del PSOE le ha encargado la elaboración del programa electoral para los comicios de 2008 y en el partido, siempre tan bullicioso con eso de los personalismos, se nota su fortaleza. En realidad, se trata de un resurgir mediático, ya que Caldera siempre ha formado parte del círculo más íntimo de Zapatero, junto con José Blanco.

El encargo ha servido para que su cable comience a descruzarse. La labor de Caldera al frente de Trabajo le ha convertido en el ministro más lucido del Gobierno. Sus avances, como las históricas cifras de empleo o la Ley de Dependencia, son quizá los únicos que Zapatero podrá exhibir en las próximas elecciones. En el equipo de Caldera aseguran, en privado, que el 80% de los mensajes del presidente provienen del ministerio de Trabajo.

Con el programa electoral que llevó a Zapatero a La Moncloa como bagaje, el ministro más pinturero del Gobierno se presentó ayer en la Comisión Permanente del PSOE para esbozar las líneas maestras del trabajo que tiene que afrontar ahora el partido. La elaboración del programa culminará con una Conferencia de Ciudadanía a finales de octubre y de otra Programática para principios de 2008.

Su nombramiento ha gustado a los militantes que son más de izquierdas, convencidos de que llenará el programa de banderas sociales y de cambio climático, en vez de enredarse en modificar el criterio del partido ante la moratoria nuclear, dada la elevada dependencia energética española. Este cambio lo reclaman viejos socialistas como Solbes o Carlos Solchaga, lo que supone un engorro para los de la era Zapatero.

¿Dónde ha quedado aquella sorna con la que Solbes afrontaba las primeras reuniones del Gobierno, cuando decía en privado aquello de que “algunos, como Caldera, vienen con el programa electoral bajo el brazo”? Inocencia, divino tesoro.

“Esto es cosa de la paridad”, maldijo Jesús Caldera hace tres años, cuando se enteró de boca del popular Javier Arenas de que no sería vicepresidente del Gobierno, sino que José Luis Rodríguez Zapatero había escogido a María Teresa Fernández de la Vega para el cargo. Para ser justos con lo que ocurrió entonces, es cierto que el presidente así se lo había dicho, pero cambió de opinión en el último momento después de que Miguel Sebastián le convenciera de que debía nombrar a Pedro Solbes, por eso de la coordinación económica. Y, encima, se enteró de su ‘no nombramiento’ por Arenas, el encargado por el Gobierno del PP de negociar el traspaso de la Administración.

Jesús Caldera