La “Capilla Sixtina” de Barceló o cómo Moratinos derrocha el dinero en la Alianza de Civilizaciones

El Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores que dirige Miguel Ángel Moratinos, celebró este jueves con funcionarios, periodistas y representantes de distintas embajadas la tradicional copa de navidad con la que el canciller español felicita las fiestas a todos sus invitados.

Como buen anfitrión, Moratinos hizo uso sus artes diplomáticas para intercambiar vinos, canapés y saludos con los diferentes corrillos de invitados, con los que repasó sucintamente algunos de los asuntos internacionales que le han tenido más ocupado últimamente como, por ejemplo, la crisis diplomática abierta con Venezuela. De lo que no se le escuchó una palabra fue de cómo marcha la decoración que el artista Miquel Barceló ha diseñado para la enorme cúpula del edificio de las Naciones Unidas de Ginebra. Una impresionante obra pictórica que Rodríguez Zapatero ha decidido regalar a la ONU para que su anhelada Alianza de Civilizaciones tenga un digno lugar donde poder reunirse.

Moratinos la calificó en su día como la “Capilla sixtina del siglo XXI”. Una obra monumental donde las haya que ha sido considerada por las malas lenguas como un gran derroche. Sobre todo si se tiene en cuenta que Exteriores se queja siempre de su escaso presupuesto y de la obra que es la contribución artística más importante que ha recibido la ONU en toda su historia.

Y es que, el trabajo de Barceló tiene dimensiones colosales. El artista mallorquín utilizará 30.000 kilos de pigmentos y pintura para decorar con estalactitas la bóveda de 1.500 metros cuadros de la sala XX del palacio de Ginebra. De momento, el Gobierno ha destinado a la obra un millón de euros, aunque se espera que el importe final supere ampliamente lo presupuestado. Hay quien apunta incluso hasta los siete millones de euros. La obra cuenta también con el respaldo de la recién creada Fundación ONUART, de la que forman parte empresas como Repsol, La Caixa o Telefónica y cuya objetivo es promover el arte español en los organismos internacionales.

La idea de convertir a Barceló en el nuevo Miguel Ángel de las Naciones Unidas partió del embajador de España en Ginebra, Juan Antonio March, también mallorquín y amigo tanto del artista, como de Zapatero. El trabajo de March será premiado próximamente por el Gobierno: lo nombrará nuevo embajador en Moscú, unos de los puestos más codiciados de nuestra diplomacia.

Y mientras March parte hacia Rusia, el agradecido Bareceló continúa con sus trabajos en Ginebra, en donde cuenta con equipo de quince personas “de alto nivel”, según ha comentado el artista. Ha prometido acabar en menos de un año, pero ya advierte de que eso es “algo muy difícil de determinar”. Como difícil es de determinar cuánto nos costará finalmente esta gran representación de la Alianza de Civilizaciones.