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El esplendor en la hierba de Nicolás Osuna, o como tropezar en Iberdrola y desnucarse en Sovereign
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El esplendor en la hierba de Nicolás Osuna, o como tropezar en Iberdrola y desnucarse en Sovereign

Pasa por ser uno de los hombres más ricos de Andalucía. Y desde luego uno de los más reservados -“secretivo”, dicen en el mundo financiero-. Empezó

Pasa por ser uno de los hombres más ricos de Andalucía. Y desde luego uno de los más reservados -“secretivo”, dicen en el mundo financiero-. Empezó con el aceite de oliva, dio el salto al sector inmobiliario, y en la locura de la burbuja española, donde los panes y peces se multiplicaban sin necesidad de milagro alguno, Nicolás Osuna García, dueño de la Inmobiliaria Osuna (parte del Grupo Noga, que así se llama la cosa por arriba) se convirtió en uno de esos supergalácticos del ladrillo capaces de invertir cientos o miles de millones de euros en banca, eléctricas y donde menester fuere.

Al contrario que Bañuelos, Portillos y otros ricachones del lugar, Nicolás Osuna nunca rompió el sello de privacidad que le rodea. El emprendedor granaíno ha seguido a lo suyo, dispuesto a estudiar en persona los posibles negocios que vinieran a ofrecerle, cualquier terreno en venta, toda obra en construcción, siempre con el instinto innato del que se las sabe todas y todo lo quiere ver, tocar y comprobar, antes de pensar en relajarse después en su yate marbellí, o en su finca de caza “La Virgen”, en Jaen, dispuesto a tumbar cochinos a escopetazos, pero también siempre a punto para vigilar el cuidado de sus olivares o sorprender a los gestores de sus hoteles (Hoteles Center), presentándose en recepción a cualquier hora y como cualquier cliente para comprobar en persona si las cosas se hacen bien. 

Hombre de carácter complicado, Osuna odia la notoriedad pública y es reacio a hacer nuevas amistades, “pero cuando te haces amigo suyo, ya es para siempre. Siempre te tratará como a un Rey y te dará lo mejor que tenga”. Un hombre hecho a si mismo cuya desgracia, que él creyó gloriosa coronación, llegó el día en que descubrió que era posible ganar mucho más dinero y a mucha mayor velocidad que levantándose a las 6 de la mañana para ir a trabajar todos los días. El negocio financiero.  Hoy anda alicaído, con el rabo entre las piernas (“solo quiero poner orden en lo que tengo. Espero poder salir adelante, pero va a ser muy difícil”, manifestaba hace escasos días a un amigo), víctima, como tantos otros, del desorden del gran desplome que nos aflige.
 Leído en prensa un día cualquiera de la primavera del 2007: “El empresario andaluz Nicolás Osuna ha diversificado en los últimos meses su fortuna labrada al calor de la burbuja inmobiliaria. El promotor granadino ha sorprendido al mercado con diferentes inversiones, como su entrada en el núcleo duro de accionistas de Iberdrola o Banco Popular, y saliendo de BBVA para entrar en el Sovereign. Además, tiene participaciones en el Sabadell y en el propio Santander”. Todas esas inversiones, en una proporción 80/20, estaban apalancadas, es decir, eran producto de la orgía de dinero abundante y barato que hemos vivido y que ha desembocado en la brutal restricción del crédito que ahora tiene a tantos inversores y empresas contra las cuerdas.

El pasado 1 de agosto, Nicolás Osuna abandonó en silencio el Consejo de Administración de Iberdrola, tras pactar con Ignacio Sánchez Galán una salida más que discreta casi nocturna, puesto que ninguna de las partes ha dado la menor explicación de lo ocurrido. Fuentes del mercado financiero insisten en que Osuna, que había comprado a 14 euros, fue requerido por la banca financiadora para que aportara nuevas garantías con las que hacer frente a las minusvalías correspondientes. Osuna dijo que por aquí se va a París, y el banco procedió a ejecutar las acciones (el 1,26% de la eléctrica) que tenía en prenda.

Más comprometida puede ser su situación actual en Sovereign, donde, de la mano de Emilio Botín –circunstancia que el propio Osuna se encargó de comentar entre sus amistades-, invirtió en torno a 500 millones de dólares en la compra del 2% de su capital, 200 de los cuales, según diversas fuentes, podrían ser suyos, con el resto financiado por el propio Santander. Más importante aún es que el constructor granadino decía tener un pacto verbal de recompra de ese paquete con el mismísimo Botín, pacto que, tras la debacle ocurrida con el banco de Filadelfia, no se ha cumplido. Dicen que echa pestes contra el Santander.

El caso es que los accionistas que entraron en el banco de Filadelfia tras la estela del Santander (24,9%, y con casi total seguridad pronto el 100%) observan retornos negativos de gran envergadura. El propio banco cántabro acumula unas minusvalías de 2.200 millones de dólares a los precios actuales de cotización. Osuna, que según las fuentes invirtió a un precio medio de 23 dólares, tiene latentes 380 millones en pérdidas, a las que hay que sumar la dilución sufrida por la ampliación de capital del 20% realizada el pasado mayo. Nicolás Osuna no ha querido responder a las insistentes llamadas efectuadas por este diario la semana pasada, con la intención de aclarar todos estos extremos. El Santander, por su parte, ha declinado cualquier comentario. prueba

Pasa por ser uno de los hombres más ricos de Andalucía. Y desde luego uno de los más reservados -“secretivo”, dicen en el mundo financiero-. Empezó con el aceite de oliva, dio el salto al sector inmobiliario, y en la locura de la burbuja española, donde los panes y peces se multiplicaban sin necesidad de milagro alguno, Nicolás Osuna García, dueño de la Inmobiliaria Osuna (parte del Grupo Noga, que así se llama la cosa por arriba) se convirtió en uno de esos supergalácticos del ladrillo capaces de invertir cientos o miles de millones de euros en banca, eléctricas y donde menester fuere.