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De la Vega asegura que las empresas no "suelen ser" ni hombre ni mujer
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De la Vega asegura que las empresas no "suelen ser" ni hombre ni mujer

La obsesión igualitarista de este nuestro Gobierno está deparando sorpresas de lo más divertidas. La obligación de que todas las leyes tengan un informe sobre el

La obsesión igualitarista de este nuestro Gobierno está deparando sorpresas de lo más divertidas. La obligación de que todas las leyes tengan un informe sobre el impacto por razón de género no tiene demasiado sentido cuando se trata de normas que afectas únicamente al ámbito empresarial o financiero. Pero ese prurito por ser más papistas que el Papa (o, mejor dicho, más mamistas que la mama) lleva a que, incluso en estas normas, se busquen argumentos para llenar un par de folios sobre esta cuestión. Argumentos que llegan a lo delirante.

Es el caso de la Ley que regula las Socimi (sociedades cotizadas de inversión inmobiliaria), esos vehículos que va a crear el Gobierno para que la banca pueda colocar a sus clientes sus marrones inmobiliarios con el atractivo de que están "libres de impuestos". Sí, sí, hasta en una ley tan alejada de la guerra de sexos hay un informe de este tipo, firmado por la mismísima vice María Teresa Fernández de la Vega. Y lo peor es que no se limita a decir que "no hay ningún impacto por razón de género" como sería lo lógico, es que encima pretende justificarlo. Ahí es donde viene la guasa.

Así, De la Vega asegura que la empresa es una cosa que no suele tener sexo, o sea, que cabe la posibilidad de que sí lo tenga: "El Impuesto sobre Sociedades se aplica a las personas jurídicas y, en consecuencia, no suele contener un sesgo explícito de género"

Siendo justos, se refiere a que dicho impuesto no discrimina a las empresas con mayoría de hombres o de mujeres, porque todas pagan lo mismo. Obviamente, eso sería impensable amén de inconstitucional, luego el argumento sobra se mire por donde se mire. Pero ahí no queda la cosa. El informe se mete en un jardín sobre si esta norma incentiva la inversión en sectores que emplean predominantemente a un género, como la construcción, donde el 95% de los trabajadores son hombres.

Siguiendo este razonamiento rocambolesco, cabría deducir que la ley de las Socimi es machista y que debería derogarse por esta razón, aunque eso suponga agravar todavía más la crisis del ladrillo y de la banca, con su consiguiente traducción en la cola del Inem (estas cosas son nimiedades frente a la sacrosanta igualdad). Pero no. Resulta que esta clara discriminación a favor de los albañiles frente a las albañilas se compensa porque "el posible aumento del empleo en el sector inmobiliario (...) podría acabar beneficiando indirectamente a las mujeres a través del presupuesto del hogar".

¡Toma ya! Esto, traducido, significa que es bueno que el marido gane más en el andamio porque así se lo da a su mujer ama de casa (y madre de sus hijos, es de suponer) y ésta se lo puede gastar. ¡Viva la emancipación de la mujer! ¡Viva el 8 de marzo, Simone de Beauvoir y las bodas de lesbianas! Uno hasta duda de en qué año estamos y de que tengamos un Gobierno tan partidario de la igualdaz, porque talmente parece un argumento sacado de 'Cuéntame' ¿Habrá visto esto Bibiana Aído?

La obsesión igualitarista de este nuestro Gobierno está deparando sorpresas de lo más divertidas. La obligación de que todas las leyes tengan un informe sobre el impacto por razón de género no tiene demasiado sentido cuando se trata de normas que afectas únicamente al ámbito empresarial o financiero. Pero ese prurito por ser más papistas que el Papa (o, mejor dicho, más mamistas que la mama) lleva a que, incluso en estas normas, se busquen argumentos para llenar un par de folios sobre esta cuestión. Argumentos que llegan a lo delirante.

Socimi Igualdad Bibiana Aído