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El largo y tortuoso camino hacia la rectificación final
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Fernando Garea

El patio del Congreso

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Fernando Garea

El largo y tortuoso camino hacia la rectificación final

Los independentistas siguen la ruta prevista y tras la frustradas investiduras de Puigdemont y Sànchez llega la presidencia provisional de Turull y se facilita aprobar de los Presupuestos

Foto: Imagen: E. Villarino.
Imagen: E. Villarino.

¿A qué viene tanta vuelta y tanto rodeo para llegar al punto al que se sabía desde hace meses que iban a llegar? Se sabía que el independentismo iba a terminar proponiendo un nuevo 'president' de la Generalitat que no estuviera imputado en ninguna causa judicial y que, como consecuencia de la fuerza del Estado, acabaría rectificando su estrategia unilateral para afrontar una nueva legislatura sin ruptura. Se sabía que, en todo caso, quedaba para el futuro lejano un nuevo intento de secesión, pero después de un periodo prolongado de legalidad para acumular fuerzas y, sobre todo, obtener un apoyo de los catalanes que supere el 60% y no la exigua mayoría actual.

Desde el 27 de octubre, día que se proclamó la república catalana, hasta hoy han transcurrido 145 días, el tiempo necesario para justificar una rectificación ante los cientos de miles de catalanes que salieron a la calle para reivindicar la ilusión de la independencia. El tiempo que se precisa para construir una narrativa de ese giro ante los independentistas de buena fe que se quedaron sin el Estado catalán que les habían prometido por eso no podía hacerse rápido y en línea recta. Como dice la canción de Manolo García: "Nunca el tiempo es perdido. Es solo un recodo más". Estaba escrito que el trasatlántico necesitaba tiempo y espacio para virar sin volcar ni provocar excesivo oleaje.

Foto: Jordi Turull, el último candidato al Govern de JxCAT. (EFE)

Desde hace meses estaba escrito que no podría ser 'president' ninguno de los fugados o encarcelados, porque el Estado no permitiría la reconstitución de las instituciones que prometía Carles Puigdemont, pero había que pasar por el recodo de presentar para la investidura al 'expresident' de la Generalitat y luego a Jordi Sànchez. Había que redondear la narrativa de la infranqueable pared del Estado y dar un rodeo para acabar en el punto previsto, pasando por la etapa que se superará desde hoy con la propuesta de investidura de Jordi Turull. Así estaba escrito desde que se decidió dejar la república en algo simbólico y poner rumbo a la rectificación.

Ahora Mariano Rajoy tendrá el camino libre para llevar sus Presupuestos de 2018 al Congreso y superar el trámite desde el 20 de abril con los votos de Ciudadanos, PNV y los dos diputados canarios. La próxima semana puede levantarse el 155, el escollo para sacar adelante las cuentas y dar oxígeno a chorros al PP.

Sin más suspense que las resistencias de la CUP, el camino seguirá con una presidencia provisional que durará lo que dure la instrucción en el Tribunal Supremo y el juicio por el 'procés'. Previsiblemente a finales de 2018, Turull será juzgado y si es condenado tendrá sentencia firme y deberá abandonar la Presidencia de la Generalitat. El siguiente paso, ya previsto, será su sustitución dentro de un año, quizás por Elsa Artadi, en principio limpia judicialmente. Aunque esa sustitución, a su vez, presentará otro recodo porque Turull será sustituido automáticamente por quien sea ahora designado como vicepresidente y, por eso, es fundamental ese cargo que, previsiblemente, será para ERC. Es decir, que dentro de un año la Presidencia de la Generalidad puede estar en manos de ERC por esa carambola.

Jordi Turull podría ser el sucesor de Sànchez como candidato a 'president'

En medio de ese rodeo, como actor principal y cooperador necesario de esa narrativa, se sitúa el Estado, con sus diferentes brazos. Uno de ellos es el del Tribunal Supremo y la Fiscalía con algunas decisiones discutibles, entendiendo como tal las controvertidas, polémicas y, sobre todo, insólitas. Por ejemplo, la consideración de delito de rebelión con violencia para poder suspender cautelarmente a los cargos públicos, las limitaciones de los electos para que no acudan al Parlament, la división en tres causas distintas y, especialmente, la retirada de la orden de detención de los fugados, entre otras. Porque en ningún otro caso un juez deja de perseguir a un presunto autor de un delito, en favor de una estrategia procesal calculada, como se hace con Puigdemont.

Se sabía que una parte importante de los que encabezaban el proceso independentista estaban forzando su posición porque siempre han sido "personas de orden" y estaba claro que terminarían por volver a su punto de partida. Se ha visto recientemente que los dirigentes de ERC, que siempre han sido los más independentistas, giraban hacia la moderación y para no traspasar de nuevo la línea de la ley. Se sabía que solo el reducto de Puigdemont y sus fieles mantenían la posición más dura. Y de esa división han ido surgiendo recodos y rodeos en el largo y tortuoso camino para llegar donde se sabía que se iba a llegar.

Se sabe también que solo es cuestión de tiempo que Puigdemont caiga en el olvido, esté donde esté. Tendrá que pasar estos días por el recodo de renunciar a su escaño, como estaba escrito.

¿A qué viene tanta vuelta y tanto rodeo para llegar al punto al que se sabía desde hace meses que iban a llegar? Se sabía que el independentismo iba a terminar proponiendo un nuevo 'president' de la Generalitat que no estuviera imputado en ninguna causa judicial y que, como consecuencia de la fuerza del Estado, acabaría rectificando su estrategia unilateral para afrontar una nueva legislatura sin ruptura. Se sabía que, en todo caso, quedaba para el futuro lejano un nuevo intento de secesión, pero después de un periodo prolongado de legalidad para acumular fuerzas y, sobre todo, obtener un apoyo de los catalanes que supere el 60% y no la exigua mayoría actual.

Carles Puigdemont Tribunal Supremo Jordi Turull Parlamento de Cataluña Elsa Artadi Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)
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