El patio del Congreso
Por
El machismo de la teoría de 'Corinna la mala'
Relación de argumentos esteriotipados para mitigar la responsabilidad ética, política e institucional del anterior jefe de Estado
Juan Carlos de Borbón fue seducido por Corinna Larsen y eso le llevó a deslizarse hacia el lado indebido. Perdió la cabeza por ella, porque es humano. Y posteriormente, el exjefe del Estado ha sido chantajeado por una mujer despechada, fría y amante del dinero que, además, ha amenazado con poner en riesgo la Corona de España.
De todas las versiones que se intentan construir para atenuar la responsabilidad del Rey emérito, esta es una de las más extravagantes, además de ser una de las más profundamente machistas. Es machista porque parte de la idea de que si hay una mujer (malvada) a la que se le puede encasillar en el estereotipo y culpar, qué necesidad hay de repudiar la actuación de quien ha utilizado el cargo para manejar cuentas opacas en paraísos fiscales. La culpa será de ella por haberle seducido, explican los que sostienen esa teoría.
Lo curioso es que esta versión procede de algunos de los que intentan aún proteger o exculpar al anterior Rey, lo que les lleva a construir un perfil de alguien que ha sido jefe de Estado durante 39 años que, en realidad, coincide con el de alguien tan ingenuo y débil como para entregarse como un pardillo a los ardides de ella. El afán por exculparle les lleva a convertir al estadista al que admiraban en un mero juguete de ella.
Quizás el personaje de Corinna Larsen debería ser lo de menos para los ciudadanos, a efectos de responsabilidad en el caso. No es el caso Corinna sino el caso Juan Carlos, porque él era el que pedía ejemplaridad y pronunciaba frases que ahora comprobamos como huecas mientras contaba billetes en Suiza.
Era él quien pedía disculpas por matar elefantes, mientras administraba su dinero en paraísos fiscales y aprovechaba los beneficios del cargo. Él era el que aceptaba regalos de monarquías 'dudosas' y quien los ocultaba en fundaciones artificiales. Ella era una comisionista, actuó como una comisionista y nunca nos había prometido ser otra cosa más que una comisionista. Nunca nos prometió ejemplaridad.
La otra parte del argumento pretendidamente exculpatorio es la referida al chantaje y tiene también su parte curiosa de reconocimiento de culpa. Porque se chantajea a alguien cuando se conoce algo comprometido de alguien. No puede ser chantajeado alguien con desvelar sus cuentas en paraísos fiscales si ese alguien no tiene cuentas en paraísos fiscales o si nunca ha estado en Suiza y nunca se ha reunido o ha tenido trato con personas dedicadas profesionalmente a administrar este tipo de fondos sucios.
El chantaje opera como algo parecido al timo de la estampita: tan estafador es el timador como el timado porque, a su vez, también intenta timar al otro. De la misma forma, admitir que te están chantajeando también supone admitir que se tiene un motivo oculto por el que ser chantajeado.
Todo se completa con un argumento que se utiliza recurrentemente para todo tipo de procesos y escándalos, el de la presunción de inocencia. Es obvio que Juan Carlos de Borbón dispone de ese derecho ante los tribunales como cualquier otro ciudadano, incluso aunque no tenga los mismos deberes que cualquier otro ciudadano ante la Justicia.
Pero se olvida que el derecho a la presunción de inocencia no opera desde el punto de vista ético, político e institucional, entre otras cosas porque su propio hijo se lo ha retirado y ya le ha condenado.
“S.M. el Rey Don Juan Carlos deja de percibir la asignación que tiene fijada en los Presupuestos de la Casa de S.M. el Rey”, decía el comunicado de marzo de Felipe VI.
La pregunta es: ¿habría sometido a tal castigo a su padre si creyera que no es verdad lo de las cuentas en Suiza? Más bien confirmó de esa forma la responsabilidad de su padre.
El otro elemento que elimina la presunción de inocencia desde el punto de vista ético, político e institucional es que la Zarzuela nunca ha negado que el Rey emérito manejara dinero opaco en paraísos fiscales. Ni siquiera lo ha hecho el propio Juan Carlos, que hablaba indirectamente en el citado comunicado de marzo.
De hecho, lo confirmó en el comunicado en el que Felipe VI explica que su padre pide que se deje claro que nunca informó a su hijo de la existencia de las fundaciones que sirvieron para manejar ese dinero.
Concretamente, decía: “S.M. el Rey Don Juan Carlos ha pedido a la Casa de S.M. el Rey que se hagan públicos los siguientes extremos: que de las dos Fundaciones anteriormente citadas, en ningún momento facilitó información a S.M. el Rey”.
Pues eso. En lugar de negar su existencia, se admite que se ocultó, por lo que no hay ya presunción de inocencia.
Y ya se hablará de cómo era posible que nadie de su familia supiera nada de los viajes, de la vidorra, de las amistades y del dinero. O quién y para qué autorizó en 2012 el viaje a Londres del entonces director del CNI para reunirse con Corinna Larsen. O qué sabían los sucesivos presidentes del Gobierno. Por eso, lo de menos es el personaje de Corinna Larsen.
Juan Carlos de Borbón fue seducido por Corinna Larsen y eso le llevó a deslizarse hacia el lado indebido. Perdió la cabeza por ella, porque es humano. Y posteriormente, el exjefe del Estado ha sido chantajeado por una mujer despechada, fría y amante del dinero que, además, ha amenazado con poner en riesgo la Corona de España.