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Aversión a la política: nada nuevo bajo el Sol
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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Aversión a la política: nada nuevo bajo el Sol

  Si nos remontamos a los años veinte del siglo pasado, podremos leer párrafos en la España Invertebrada de Ortega y Gasset que parecen haber sido escritos

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Si nos remontamos a los años veinte del siglo pasado, podremos leer párrafos en la España Invertebrada de Ortega y Gasset que parecen haber sido escritos esta misma mañana: “Pica, a la verdad, en historia la unanimidad con que todas las clases españolas ostentan su repugnancia hacia los políticos. Diríase que los políticos son los únicos españoles que no cumplen con su deber ni gozan de las cualidades para su menester imprescindible. Diríase que nuestra aristocracia, nuestra Universidad, nuestra industria, nuestro Ejercito, nuestra ingeniería, son gremios maravillosamente bien dotados que encuentran siempre anuladas sus virtudes y talentos por la intervención fatal de los políticos. 

Durante cuarenta años de dictadura, muchos de los que hoy critican el sistema democrático ni se cansaron ni osaron levantar la voz para denunciar un sistema corrupto y autoritario

Si esto fuera verdad,  ¿cómo se explica que España, pueblo de tan perfectos electores, se obstine en no sustituir a esos perversos elegidos”. Y añade: “Estos días asistimos a la catástrofe sobrevenida en la economía española por la torpeza y la inmoralidad de nuestros industriales y financieros. Por grande que sea la incompetencia y desaprensión de los políticos, ¿quién puede dudar que los banqueros, negociantes y productores les ganan el campeonato?” (José Ortega y Gasset. Acción directa. Pag.466. España Invertebrada. Obras Completas. Taurus. 2005).

El 29 de enero de 1981, el entonces Presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, se dirigió a todos los españoles a través de las pantallas de TVE para anunciar su dimisión. Algunas de las palabras que pronunció en su breve discurso fueron las siguientes: “este profundo sentimiento de lealtad exige hoy también que se produzcan hechos que, como el que asumo, actúen de revulsivo moral que ayude a restablecer la credibilidad en las personas y en las instituciones”(…) “Debemos hacer todo lo necesario para que se recobre la confianza, para que se disipen los descontentos y los desencantos”(…) “Es necesario que el pueblo español se agrupe en torno a las ideas básicas, a las instituciones y las personas promovidas democráticamente a la dirección de los asuntos públicos”.

Nuestra aristocracia, nuestra Universidad, nuestra industria, nuestro Ejercito, nuestra ingeniería, son gremios maravillosamente bien dotados que encuentran siempre anuladas sus virtudes y talentos por la intervención fatal de los políticos

Ya ven, la cosa no parece que sea actual. Ya en los años 20 y en los años 80 del siglo pasado las cosas se conducían de la misma manera, es decir, desconfianza en los políticos, en la política y en las instituciones democráticas. Alguien podría decir que España nunca contó con buenos políticos, cosa que se puede rebatir tajantemente porque parece que existe un cierto consenso a la hora de afirmar que la Transición española de los años 70 sí arrojó una buena hornada de políticos capaces y decididos a echarse el país a sus espaldas, con suficiente patriotismo como para poder buscar el consenso que permitió construir un sistema democrático y salir de una crisis tremenda que tenía ahogado a nuestro país.

Adolfo Suárez que, en su retiro interior, hoy goza del reconocimiento general, tuvo que dimitir en el  segundo año de su primer mandato constitucional como Presidente del Gobierno porque los ciudadanos habían perdido la confianza en “la política, en los políticos y en las instituciones democráticas”. ¡Y sólo llevábamos tres años de Constitución y cuatro de democracia! Durante cuarenta años de dictadura, muchos de los que hoy critican el sistema democrático ni se cansaron ni osaron levantar la voz para denunciar un sistema corrupto y autoritario; muchas veces, admitiendo los errores del sistema actual, dan ganas de creer que a algunos españoles lo que de verdad no le gusta es la democracia; o como decía Ortega, “Somos una raza desmoralizada, y mientras no nos reeduquemos, todo será vano”.

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Si nos remontamos a los años veinte del siglo pasado, podremos leer párrafos en la España Invertebrada de Ortega y Gasset que parecen haber sido escritos esta misma mañana: “Pica, a la verdad, en historia la unanimidad con que todas las clases españolas ostentan su repugnancia hacia los políticos. Diríase que los políticos son los únicos españoles que no cumplen con su deber ni gozan de las cualidades para su menester imprescindible. Diríase que nuestra aristocracia, nuestra Universidad, nuestra industria, nuestro Ejercito, nuestra ingeniería, son gremios maravillosamente bien dotados que encuentran siempre anuladas sus virtudes y talentos por la intervención fatal de los políticos.