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De manos del Rey de España
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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De manos del Rey de España

En las pitadas, el ruido va por barrios. La libertad de expresión es el arma que utilizan quienes no dejan al resto escuchar su himno. Unos, porque se consideran apátridas; otros, dueños de la patria

Foto: Los jugadores del FC Barcelona Iniesta (i) y Xavi levantan el trofeo de la Copa del Rey. (EFE)
Los jugadores del FC Barcelona Iniesta (i) y Xavi levantan el trofeo de la Copa del Rey. (EFE)

¿Qué une a un ciudadano de California con otro de Massachusetts? Seguramente, la bandera de EEUU cuando se iza y el himno americano cuando se canta. Entonces, uno y otro ponen su mano en el corazón para sentir su latido y permanecer unidos por el futuro más que por el pasado, por lo que quieren ser como pueblo, más que por lo que fueron. El himno y la bandera representan ese futuro.

En España ni ponemos mano en el corazón ni cantamos a voz en grito un himno que sigue sin estrofas y sin estribillo. A lo más que se llega es a meter las garras en el bolsillo para sacar un silbato o rebuscar en la mochila para extraer un megáfono con los que poder ensordecer el ambiente para que ni el que pita ni el que escucha puedan oír nada de lo que suena por la megafonía. Gobernando Zapatero, en la celebración de la Fiesta Nacional, eran los nacionalistas españoles los que impedían, con sus gritos y silbidos, que se escuchara el himno nacional o La muerte no es el final con el que se homenajea a los caídos en España. Otras veces, como ocurrió el sábado pasado, fueron otros nacionalistas los que gritaron y pitaron cuando sonó el himno nacional español al comienzo del partido que enfrentaba al Athletic Club de Bilbao con el FC Barcelona para disputarse la Copa de S. M. el Rey de España.

Los equipos de fútbol no se presentan a las elecciones, con lo que no cabe la posibilidad de coger el voto frente a los que cogen el pito

En uno y otro caso, la aversión a nuestro himno y a nuestra bandera se justifica por la libertad de expresión. Un diario de tirada nacional titulaba así el 13 de octubre de 2010: "Otra Fiesta amarga para Zapatero: pitada antes, durante y después del desfile". “Este año los gritos y silbidos han sido constantes durante la hora y media que ha durado el acto”. “El PP de Madrid se mostró comprensivo ante la posibilidad de que se produjeran pitadas durante el desfile: La gente está de él hasta el gorro, es la libertad de expresión". La cantada del sábado pasado, según otro medio, “duró un minuto. Tiempo suficiente para que, en presencia del Rey Felipe VI, quien aguantó estoicamente, miles de personas silbaran el himno de España”.

Ni en uno u otro caso, el presidente Zapatero o el rey Felipe fueron los ofendidos, sino los que queremos pertenecer a un territorio, a una historia y a un futuro común, con una nación y una bandera.

Ya se ve que en esto de las pitadas, el ruido va por barrios. Sabemos que en uno y otro caso, la libertad de expresión es el arma que utilizan quienes no dejan al resto de españoles tener la libertad de escuchar su himno y ver ondear su bandera. Unos, porque se consideran apátridas; otros porque se consideran los dueños de la patria.

A los dueños de la patria ya se les está haciendo llegar el siguiente mensaje: “Es posible que las generales de noviembre les traigan peores noticias que las municipales y autonómicas de mayo”. En la mano de los ciudadanos está el coger una papeleta para castigar la pataleta de quienes pitan o se enfadan con los pitos según el viento que sople.

¿Qué pasaría si todas las peñas que existen en España de los equipos cuyas aficiones silban a nuestro himno y a nuestra bandera se dieran de baja?

Los equipos de fútbol no se presentan a las elecciones, con lo que no cabe la posibilidad de coger el voto frente a los que cogen el pito. A lo más que se podría llegar, respetando la manoseada libertad de expresión, sería a darse de baja como peña futbolística de los equipos cuyas aficiones autóctonas disfrutan ofendiendo y mancillando lo que a otros nos identifica con un país llamado España. ¿Qué pasaría si todas las peñas que existen en España de los equipos cuyas aficiones silban a nuestro himno y a nuestra bandera se dieran de baja, se disolvieran hasta que los directivos de esos clubes pidieran disculpas por las ofensas cometidas? Ya sabemos que un argentino, un uruguayo y un brasileño -el famoso tridente barcelonista- no tienen la culpa de que el nacionalismo del presidente del equipo en el que juegan fomente ese tipo de actitudes.

¿Qué pensaría Artur Mas, que sonreía con la pitada al himno, cuando vio a los jugadores del Barça saltar de alegría, tirarse al suelo, y hasta bailar la samba cuando tenían en sus manos ni más ni menos que la ¡COPA DEL REY! -vale decir la ¡COPA DEL JEFE DEL ESTADO ESPAÑOL!-? Gracias a que en la alineación del equipo que ganó la ansiada copa figuraba un alemán, dos brasileños, dos argentinos, un croata y un castellano-manchego, los capitanes del equipo subieron a recoger el trofeo de manos de EL REY DE ESPAÑA.

En cualquier caso, en cuanto a tiempo de tocar el pito, van ganando los que lo hacían en la Fiesta Nacional: una hora y media (¡qué dolor de cabeza!) frente a un minuto.

¿Qué une a un ciudadano de California con otro de Massachusetts? Seguramente, la bandera de EEUU cuando se iza y el himno americano cuando se canta. Entonces, uno y otro ponen su mano en el corazón para sentir su latido y permanecer unidos por el futuro más que por el pasado, por lo que quieren ser como pueblo, más que por lo que fueron. El himno y la bandera representan ese futuro.

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