España tiene que dejar de depender de Europa
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Miriam González

En versión liberal

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España tiene que dejar de depender de Europa

Nuestra negativa a hacernos responsables de nuestra economía se refleja también en nuestra renuncia a acometer las reformas que nos permitan valernos por nosotros mismos

Foto: Pedro Sánchez y Ursula von der Leyen. (EFE)
Pedro Sánchez y Ursula von der Leyen. (EFE)

El futuro de España no está ahora en nuestras manos, sino en las manos de Europa. Una Europa a la que no podemos seguir tratando de por vida como una fuente inagotable de recursos.

España ha recibido muchos miles de millones netos de la Unión Europea desde que entramos en la Unión hace 35 años. Pero no hemos logrado utilizar esos recursos para que nuestra economía pueda autofinanciarse sin la ayuda de Europa. Se sospecha que mucho de ese dinero europeo ha acabado desperdiciado en infraestructuras y proyectos innecesarios y clientelismo político. Pero nadie sabe con exactitud en qué nos lo hemos gastado. Y lo que es peor, a la mayoría ni siquiera le importa. Porque en España no percibimos el dinero europeo como un dinero que sale del bolsillo y el esfuerzo de alguien, y que por tanto hay que gastar con rigor, sino que lo tratamos como un dinero caído del cielo que no le pertenece a nadie y por el que no hay que rendir cuentas.

Nuestra despreocupada actitud con el dinero público es una de nuestras mayores debilidades como país. Se explica en parte por razones históricas: una larga dictadura en la que era imposible saber en qué se utilizaba el dinero estatal; y luego, en cuanto llegó la democracia, una lluvia de millones de Europa que hizo que nadie tuviera que preocuparse por la procedencia del dinero. En España, han tenido que pasar tres décadas de corrupción, por parte de casi todos los partidos políticos, para tomar conciencia de algo básico: que el dinero público español es dinero de todos y cada uno de los contribuyentes españoles.

Foto: Pedro Sánchez y Christine Lagarde. (EFE)

Pero todavía no hemos logrado asumir que el dinero que nos llega de Europa también es dinero que sale del bolsillo de los contribuyentes. No de los españoles, sino de los europeos del norte, que son mayoritariamente los contribuyentes netos en la Unión. Cuando los ministros le hicieron un ridículo paseíllo al presidente del Gobierno tras la negociación de los fondos europeos, estaban celebrando que los contribuyentes del norte de Europa abrieran de nuevo sus bolsillos para que nosotros podamos seguir manteniendo nuestro nivel de gasto.

Nuestra negativa a hacernos responsables de nuestra economía se refleja también en nuestra renuncia a acometer las reformas que nos permitan valernos por nosotros mismos como país. España lleva al menos 17 años sin hacer ninguna reforma significativa excepto en aspectos limitados de la reforma laboral. Pero el Gobierno sigue sin tomar la iniciativa y continúa esperando que sea Bruselas quien empuje las reformas. Representantes del Gobierno hablan abiertamente de que "las reformas no nos asustan". No hay más que escuchar esa frase para darse cuenta de que los muchísimos miles de millones de euros que ha destinado de nuevo la Unión Europea a España no van a lograr el objetivo de reconvertir la economía del país y hacer que por fin nos valgamos por nuestros propios medios. Porque para eso haría falta acompañar los fondos europeos de un espíritu emprendedor, dinámico y decidido de reforma que salga de dentro de España, no impuesto por Bruselas. Y ese espíritu hoy por hoy no existe.

Las transvases de fondos europeos para que países en dificultades refuercen su economía y logren autofinanciarse han logrado a veces su objetivo. Es el caso de Irlanda, un país que cayó en picado en 2008, pero que ahora (después de unas reformas difíciles y profundas) se enorgullece de ser contribuyente neto a la Unión Europea, a pesar del enorme impacto del covid allí.

En el caso de España, eso no ha ocurrido. Cuando Europa nos hizo un masivo trasvase de recursos a finales de los ochenta y principios de los noventa, parecía que íbamos a ser un éxito. Pero en 2008 caímos. Y en 2020 hemos vuelto a caer. Las dos veces ha sido por crisis globales (una crisis financiera y una pandemia) que han afectado a muchos países, no solo a España. La especial virulencia con que esas crisis han vapuleado la economía española no ha sido mala suerte, sino la consecuencia de que no nos hemos preocupado de reformar nuestro sistema con el objetivo de poder autofinanciarnos con nuestros propios recursos pase lo que pase, como han logrado hacer otros países. Lo cual no implica necesariamente reformar y gastar menos, sino reformar y gastar mejor.

La ayuda de Europa no es ilimitada, especialmente cuando la economía de Europa se está quedando rezagada con respecto a China y a Estados Unidos. Si usted fuese un contribuyente alemán, por ejemplo, y viese que cada vez recae más sobre sus hombros la financiación del resto de Europa, ¿cómo reaccionaría al ver que, tras haber ayudado ya tres veces a España, la clase política española sigue centrada en cómo repartir el dinero europeo en vez de focalizarse en crear la riqueza que permita a España dejar de depender de Europa? ¿Y cuánto tiempo más estaría usted dispuesto a seguir pagando por un país que no acomete reformas profundas y no toma las riendas de su economía? ¿En qué momento empezaría a decir ‘basta’?

La relación de España con Europa no puede seguir siendo una relación de dependencia. Para España, Europa tiene que ser un proyecto económico y político de interés para el país y no una permanente tabla de salvación económica.

El futuro de España no está ahora en nuestras manos, sino en las manos de Europa. Una Europa a la que no podemos seguir tratando de por vida como una fuente inagotable de recursos.

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