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El debate nuclear: adiós, centrales, adiós
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María Antonia Trujillo

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El debate nuclear: adiós, centrales, adiós

Vaya por delante mi solidaridad con el pueblo japonés. Cuando todavía no se ha apagado el eco del Plan de Ahorro Energético aprobado por el Consejo

Vaya por delante mi solidaridad con el pueblo japonés.

Cuando todavía no se ha apagado el eco del Plan de Ahorro Energético aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 4 de marzo para paliar el efecto de la subida del petróleo, un nuevo debate se ha iniciado no sólo en España sino en todo el mundo: el debate sobre la energía nuclear y la seguridad de las centrales. Este debate parece centrado en los riesgos que se pueden producir, en los planes existentes para hacer frente a esas situaciones de emergencia, en el funcionamiento de las centrales –sistemas de refrigeración-, pero nada, o muy poco, se ha dicho sobre la seguridad de los residuos de alta radiactividad generados por las centrales y sobre los sistemas de almacenamiento/tratamiento de los mismos.

Hace un par de semanas el debate giraba, ¡cómo no!, sobre la política energética española, pero el problema era otro: se trataba de mitigar el impacto en la economía de España de la subida del precio del petróleo. España no tiene ni petróleo ni gas y estas dos fuentes de energía representan el 70% de nuestro consumo de energía primaria. Esto supone la importación de 600 millones de barriles de petróleo al año. La inestabilidad en los países del norte de África, y, en especial, en Libia, ha provocado una fuerte subida del precio del petróleo en el mercado internacional.

Un aumento de 10 euros en el precio del barril tiene un coste para nuestro país de 6.000 millones de euros anuales. Es verdad que España está sometida a una gran dependencia energética del exterior (por cierto, importamos todo el uranio que se usa como combustible en las centrales nucleares), pero también es verdad que tenemos muy diversificadas nuestras vías de abastecimiento y que, desde 2004, el Gobierno comenzó a impulsar medidas de ahorro energético para reducir esa dependencia.

Si en 1997 teníamos una intensidad energética similar a la europea (UE-27), desde 1997 a 2004, todos los países europeos hicieron esfuerzos de ahorro energético, excepto España, que alcanzó un consumo energético un 10% superior a la media europea. Pero desde 2005, hemos reducido nuestra intensidad energética en más de un 14%, superior a la de nuestros socios europeos. Años después, en 2008, el Gobierno aprobó un Plan de Ahorro Energético 2008-2011, con 31 medidas, que han dado resultados positivos.

Medidas mediáticas y polémicas

España no tiene ni petróleo ni gas y estas dos fuentes de energía representan el 70% de nuestro consumo de energía primaria

Ahora, este año, el Gobierno ha aprobado un nuevo Plan de Ahorro Energético centrado en el transporte y la movilidad, en la iluminación y el consumo eléctrico, en la edificación y en la sensibilización ciudadana. A pesar de que las medidas aprobadas tienen gran trascendencia y tendrán mejores resultados, las más “mediáticas” han sido el Plan Renove de Neumáticos y la reducción de la velocidad máxima a 110 km/h.

De esta forma, mientras aquí nos entreteníamos hablando de los 110 km/h, sin querer hablar de la seguridad nuclear, la inestabilidad ha aparecido de nuevo, ahora procedente de Asia, de Japón concretamente, y se ha manifestado con un terrible terremoto y con un tsunami posterior con una ola circulando a 500Km/h que ha arrasado parte del norte de país, ha dejado miles de víctimas, daños materiales incalculables y ha tambaleado los cimientos de la central nuclear de Fukushima. De una forma tan trágica ha renacido otra vez el debate sobre la energía nuclear cuando sobre el mundo se cierne un desastre atómico de incalculables consecuencias.

Este suceso ha provocado que todos los países del mundo estén replanteándose su política nuclear. España también se ha pronunciado. Ayer, miércoles, el presidente del Gobierno, anunció que se había constituido una Unidad de Seguimiento para evaluar las consecuencias de “los hechos vividos en el sistema nuclear japonés”. El Gobierno se ha dirigido al CSN para “recabar informes complementarios de la ubicación de nuestras centrales nucleares, especialmente en cuanto a la afectación posible ante riesgos sísmicos, riesgos de inundaciones, en definitiva, posibles catástrofes naturales y su impacto en la ubicación de nuestras centrales”. El Gobierno ha seguido puntualmente la recomendación de la Comisión Europea para reforzar la información sobre las condiciones de seguridad de las centrales. Y se empezará por Cofrentes.

Pero estas declaraciones se deben conectar necesariamente con la polémica de hace escasamente dos semanas relacionada con la introducción y posterior desaparición de una enmienda en la Ley de Economía Sostenible sobre los 40 años de operatividad de las centrales nucleares españolas. El Gobierno tuvo que salir al paso manifestando que su posición no había cambiado: no hacer más centrales nucleares de las que ya existen; cerrar la central de Garoña en 2013; volcar el mayor esfuerzo en las energías renovables; y mantener la posibilidad que ya existe de “renovación extraordinaria de las concesiones por encima de dicho plazo” (40) siempre que el CSN informe positivamente, porque haya plenas garantías de seguridad y el Gobierno lo autorice.

El futuro de la energía nuclear en nuestro país

En este sentido, y teniendo en cuenta que ninguno de los reactores en activo en nuestro país alcanzará el umbral de vida útil antes del año 2020, la Subcomisión de Energía constituida ad hoc en el Congreso recomendó en su dictamen que antes del año 2015 debería avanzarse un criterio de país en relación con la presencia de la generación atómica en la dieta energética.

Y es aquí donde urge pronunciarse. Primero, hay que determinar nuestro futuro energético para varias décadas y decidir si el porcentaje de la energía nuclear en la cesta energética de aquí a 2020 debe seguir siendo el 18%. Segundo, hay que revisar el escenario de referencia del período de 40 años utilizado para la explotación de las actuales centrales nucleares previsto en el 6º Plan General de Residuos Radiactivos de 2006 y replantear la posibilidad de renovación extraordinaria por encima de dicho plazo. Tercero, hay que decidir de forma inteligente qué hacer con los peligrosos residuos radiactivos cuyo tratamiento y/o eliminación no está resuelto (¿dónde se ubicará el ATC? ¿Cómo se almacenan los residuos ahora? ¿seguiremos pagando a Francia por su almacenamiento?).  Cuarto: hay que apostar por recuperar el liderazgo perdido en las energías renovables. Y, quinto: si nuestra política energética es el ahorro energético, que no cuesta dinero a los ciudadanos y proporciona crecimiento económico y empleo directo e indirecto, necesitamos de forma urgente una Ley de Eficiencia Energética y Energías Renovables, preparándonos, mientras tanto, para decir pronto: adiós, centrales, adiós.

NOTA: Mientras escribo estas letras recuerdo lo que Richard A. Muller, Catedrático de Física de la Universidad de California en Berkeley, escribió sobre energía nuclear en su maravilloso libro Física para futuros Presidentes.

Vaya por delante mi solidaridad con el pueblo japonés.

Fukushima