Es noticia
Si no tienen trabajo, que coman emprendimiento
  1. España
  2. Ideas ligeras
Ángeles Caballero

Ideas ligeras

Por

Si no tienen trabajo, que coman emprendimiento

Me resisto a esa idea machacona que nos lanzan del emprendimiento como salida al desempleo. Que lleva años calando como lluvia fina, como publicidad subliminal

Foto: Durante la crisis, se potenció con eslóganes diversos hacerse 'emprendedor'. (iStock)
Durante la crisis, se potenció con eslóganes diversos hacerse 'emprendedor'. (iStock)

“No podemos vivir en un país en el que en las pancartas de cada 1 de mayo se dibuja al empresario vestido con chaqué y chistera, con colmillos de vampiro y Rolex”. Le di la razón al entrevistado. Porque me pareció injusta esta ‘tiogilización’ del asunto, pensar que el empresario es un señor, señora o señore que se levanta cada mañana pensando en hacer un ERE. No pensaba yo que para reivindicar a la clase empresarial íbamos a padecer la epidemia emprendedora. Qué plaga bíblica, gensanta.

En España hemos convivido con una imagen del empresario que se parece mucho a lo que sigue. Un hombre de más de 50 años, que le toca el culo a la secretaria, pisa alfombras en las que se te hunde el tacón al pisarlas y tiene un despacho en una planta alta de una torre aún más alta. Es ese hombre que dispone de dos horas y media para comer, que paga con la tarjeta de la empresa sin despeinarse y al que no le duelen prendas al bajar los sueldos, explotar a sus súbditos y maltratar a las embarazadas porque nunca ha salido de la caverna cerebral en la que vive. Sí, me encantan los lugares comunes porque siempre hay algo de verdad en ellos.

A cambio, los hemos sustituido por los lugares comunes del emprendedor, como si este no fuera empresario. Mismos señores, distintos collares.

No pensaba yo que para reivindicar a la clase empresarial íbamos a padecer la epidemia emprendedora. Qué plaga bíblica, gensanta

Ayer empezó en Madrid un encuentro internacional que reúne a cientos de ‘entrepreneurs’, de los serios y de los cantamañanas, de los que madrugan y arriesgan y crean empleo, pero también muchos de los que recibieron dinero paterno para montar algo tras realizar sus estudios en la universidad de la vida acomodada, que suele caer por algún punto de Estados Unidos. Por eso hablan tan bien inglés, aunque no hayan pisado la Ivy League. A ambos, empresario y emprendedor, los he padecido.

El emprendedor reniega del empresario porque lo que tiene no es un negocio, sino una 'startup'. No hace llamadas, sino que tiene una 'call', no recibe informes sino un 'brief', no hace labores comerciales sino que 'pitchea'. Tampoco pide créditos a un banco, sino que acude a rondas de financiación. Y como la gomina del empresario está pasada de moda, considera que peinarse y llevar traje y corbata está sobrevalorado. Sí, estamos a favor de la comodidad, pero he visto emprendedores vestidos como si acabaran de soltar la tabla de surf para mandar un correo electrónico, y entre el 'casual' y el mamarrachismo hay una línea demasiado delgada.

El emprendedor no tiene despacho propio pero desarrolla sus brillantísimas e innovadoras ideas en un espacio de 'coworking', una aceleradora o una incubadora. No tiene una panadería, una franquicia o una fábrica, siempre tiene una 'app' o algo relacionado con la tecnología, la robótica y la digitalización, mucha digitalización. Ha horneado en su cabecita algo que hará cambiar el mundo en el que vivimos, aspira a ser hijo predilecto de Silicon Valley, que es el sueño americano 'neocon' por excelencia. Contempla la palabra fracaso porque en Estados Unidos le contaron que eso viste mucho y se incluye en el currículo.

Que sí, que ha preferido pegársela antes de conformarse con un sueldo fijo al mes. Pero no nos pasemos de halagos, que debilitan

Que sí, que ha arriesgado dinero suyo o ajeno para montar algo propio, ha preferido pegársela antes de conformarse con un sueldo fijo al mes. Y muchos no estamos dispuestos a asumir ese reto, pero no nos pasemos de halagos, que debilitan. El riesgo es un concepto relativo dependiendo del tipo de colchón en el que caes cuando las cosas no salen como esperabas. ¿Arriesga más el que monta un bar con sus ahorros o Rosauro Varo comprando licencias de VTC?

Por eso me resisto a esa idea machacona que nos lanzan del emprendimiento como salida al desempleo. Que lleva años calando como lluvia fina, como publicidad subliminal. Porque donde otrora hubo alcaldes inaugurando grandilocuentes palacios de congresos ahora están encantados de inaugurar granjas para incubar emprendedores. Como si no hacerlo te convirtiera en un flojo. Como si te gustara tener un trabajo precario, una paguita, y no te enteraras de que el triunfo está ahí, a la vuelta de la esquina, en forma de sociedad limitada. Si no tienen pan, que coman pasteles, dijo María Antonieta. Si no tienen trabajo, que coman emprendimiento.

“No podemos vivir en un país en el que en las pancartas de cada 1 de mayo se dibuja al empresario vestido con chaqué y chistera, con colmillos de vampiro y Rolex”. Le di la razón al entrevistado. Porque me pareció injusta esta ‘tiogilización’ del asunto, pensar que el empresario es un señor, señora o señore que se levanta cada mañana pensando en hacer un ERE. No pensaba yo que para reivindicar a la clase empresarial íbamos a padecer la epidemia emprendedora. Qué plaga bíblica, gensanta.