Ideas ligeras
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Convivir con la discapacidad, o cuando el efecto Jesús Vidal se apaga
“Jesús Vidal no representa la discapacidad, está lejísimos de lo que sucede en la realidad, aunque agradecemos la ventana que nos ha abierto el éxito de la película”
Son las 11 de la mañana y hace una mañana de película en Colmenar Viejo. Ahí se encuentra una de las sedes de la Fundación Envera, creada hace 41 años por los empleados de Iberia con hijos con algún tipo de discapacidad intelectual. Entonces no había visibilidad y muchos estaban condenados al aislamiento. Tampoco había recursos.
Jesús Vidal: "Señoras y señores de la Academia, ustedes han distinguido como Mejor Actor Revelación a un actor con discapacidad. No saben lo que han hecho. Me vienen a la cabeza tres palabras: inclusión, diversidad, visibilidad, ¡qué emoción! ¡Muchísimas gracias!". #Goya2019 pic.twitter.com/soJccOUb40
— La 1 (@La1_tve) February 2, 2019
Eran tiempos en los que se les denominaba 'subnormales' en los documentos oficiales y se les recibía con menos aplausos. Que se lo digan a Juan y a Carmen, que tuvieron un hijo con discapacidad intelectual severa en 1962 y que, al obtener la plaza de aparcamiento en el barrio donde vivían, escucharon los reproches de los vecinos por semejante privilegio. También vieron las huellas del ácido que arrojó uno de ellos en el capó de su coche. 'Kale borroka' de intolerancia y ruindad.
Hoy, las cosas han cambiado. Tanto, que va más allá del efecto que provocan las dos horas de ‘Campeones’. Aunque, como aclara Carmen López, psicóloga que trabaja en Apanid (Asociación de Padres y Amigos de Niños Diferentes), “Jesús Vidal no representa la discapacidad, está lejísimos de lo que sucede en la realidad, aunque agradecemos la ventana que nos ha abierto el éxito de la película”. Y recuerda: no solo es síndrome de Down o parálisis cerebral, también hay discapacidades severas y asociadas a graves problemas de conducta. Firma las palabras del discurso del actor (que tiene licenciatura universitaria y un máster) pero añade otras dos: educación y atención.
A las 11 de la mañana suena 'Shake it off', de Taylor Swift, en el polideportivo de Envera. Toca clase de zumba. Una docena de jóvenes mueve las caderas sin hacer caso a los testigos, rodeados de carteles con palabras como 'ganas', 'esfuerzo', 'trabajo', 'capaces'. Se acerca una de las que más bailan. Fue la encargada de entregar un ramo de flores a Plácido Domingo tras un concierto. Está deseando repetir la experiencia con el tenor, aunque ya puestos, también pide a David Bisbal.
Amadeo Meler es la cabeza y el corazón de la parte deportiva. Clases de educación física, chikung, baile, golf, natación y aeróbic. Pero también fútbol sala, atletismo, baloncesto, pádel… Es testigo de lo mucho que ha cambiado la percepción de este colectivo, al que no muchos ponen cifras. A 31 de diciembre de 2016, había en España 3.378.622 personas con un grado de discapacidad igual o superior al 33%, según datos del Imserso.
“Hace 28 años se inauguró la piscina municipal de Colmenar Viejo, llegamos con unos 70 chavales y los que estaban en el agua se salieron. Hoy, son un vecino más que recorre las calles con la antorcha de los Juegos Paralímpicos. Y a la gente le encanta. Eso es la inclusión”, narra.
Hay casos excepcionales e influyentes sin necesidad de perfil en Instagram. Como José Luis, que mide unos dos metros y jugó en la selección madrileña de baloncesto. Le encantan Dončić y Llul, aunque también menciona un triple de Felipe Reyes que no ha olvidado. O Laura Oter, que fue campeona olímpica de gimnasia en los Paralímpicos de 1992 y hoy le da nombre al polideportivo municipal de Tres Cantos.
A media mañana, los alumnos del centro ocupacional están desayunando y hay silencio en las aulas. Ahí hacen labores de artesanía y restauran guitarras como las que llevan Los Secretos y Conchita en el escenario.
Radio Terrícola es su emisora 'online'. Emiten las 24 horas del día y tienen su propia unidad móvil. A las doce, el estudio está a rebosar; 13 personas esperan, impacientes, a que comience el programa 'La Peonza', donde cada uno lleva sus peticiones musicales. Al salir, Leticia Hernández pide su turno de palabra. Cuenta con orgullo lo bien que funcionan los cuentacuentos, una iniciativa puesta en marcha desde hace tres años.
Pero aparte de esa colección de abrazos que uno se lleva en la visita, acaba —o al menos se calma— cuando hay que convivir con el problema las 24 horas del día. Está llegar a casa del trabajo y no poder desconectar. Está no contar con recursos económicos o un entorno que ayude a que la vida pese menos.
“Siempre lo digo: la discapacidad es una mierda, y me pregunto cuántos de los que aplaudieron el discurso de los Goya no habrían optado por el aborto llegado el caso”. Este aterrizaje a la realidad procede de la madre de una niña con síndrome de Down, una de las discapacidades intelectuales más reconocidas. “Los Down lo llevan pintado en la cara, pero se dan muchos casos de acoso escolar brutales en otras discapacidades no tan visibles”, explica una de las portavoces de Envera.
“No es real que la discapacidad sea una bendición. Si me hubieran dado a elegir, hubiera preferido un hermano sano”. Carmen López, psicóloga de Apanid, tuvo un hermano cinco años mayor que ella con discapacidad y ha vivido desde el salón de su casa las dificultades de sus padres, en una época en la que se escondía, en la que no había ayudas, en la que había que ir puerta por puerta pidiendo ayuda para construir un colegio. Lo consiguieron.
Esa colección de abrazos que uno se lleva en la visita, acaba —o al menos se calma— cuando hay que convivir con el problema las 24 horas del día
En Envera hay residencias para mayores de 45 años y las personas con discapacidades más severas están preparando la decoración para el Día de los Enamorados. Hay un huerto, gallinas, cuentan con tres puntos de inclusión en centros comerciales (dos en Madrid y uno en Valladolid) donde venden objetos de segunda mano de las maletas perdidas en los aeropuertos. También esa artesanía que trabajan en las clases.
Hay lavanderías con olor a suavizante, zonas de manipulado donde se empaquetan ambientadores o se etiquetan latas de refresco con sabor a frambuesa, vainilla y mango. “¿Esto está rico? ¿Lo has probado?”. Enseguida, una de las empleadas me quita la idea de la cabeza: “¿Pero tú sabes las calorías que tiene esto?”.
Son las 11 de la mañana y hace una mañana de película en Colmenar Viejo. Ahí se encuentra una de las sedes de la Fundación Envera, creada hace 41 años por los empleados de Iberia con hijos con algún tipo de discapacidad intelectual. Entonces no había visibilidad y muchos estaban condenados al aislamiento. Tampoco había recursos.