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La superioridad moral del que lleva gafas
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Ángeles Caballero

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La superioridad moral del que lleva gafas

Hasta ahora había escuchado aquello de la superioridad moral de la izquierda. Pues bien, queda inaugurada la superioridad moral del que lleva gafas

Foto: Intervención en rueda de prensa a través de videoconferencia del expresidente catalán Carles Puigdemont. (EFE)
Intervención en rueda de prensa a través de videoconferencia del expresidente catalán Carles Puigdemont. (EFE)

“Los refugiados, el cambio climático, las desigualdades, son crisis que están conectadas con la catalana”. “Leedme antes de condenarme”. “Ésta es una sociedad madura que discrepa, no hay fractura ni división”. “Esta persona (Pedro Sánchez) tan encariñada con la palabra diálogo”. “(Ada Colau) dijo una cosa y luego hace otra. Nos tiene bastante acostumbrados y ya advertíamos de este riesgo”. “Donde vivo los votos son sagrados”.

Mi favorita: “Conocí al Príncipe de Girona y al rey de España y son diferentes. Abdicó en directo de los catalanes”.

Hemos pasado un ratito muy agradable con éstas y otras frases de Carles Puigdemont. Agradable porque no ha habido tensiones, y porque estábamos en familia. Ni una decena de periodistas se han acercado hasta el Centro Cultural Blanquerna para escuchar al oráculo de Waterloo. Exiliado para unos, prófugo para otros.

Más prensa había a escasos metros de Blanquerna, donde una vez más los funcionarios de prisiones pedían justicia. “Libertad de expresión”, “prisiones unidas, jamás serán vencidas”, coreaban. Casualidades de viernes.

Foto: Un grupo de ciudadanos sigue desde una pantalla de televisión la declaración institucional del presidente de la Generalitat. (EFE)

En el epicentro catalán de Madrid estaba Beatriz Talegón, sonriente y educada como la que más, vestida de rojo y amarillo. Como España y como Cataluña. Moderó una videoconferencia con menos interferencias que contradicciones. Se supone que íbamos para que Puigdemont hablara de su libro, que persigue dar respuestas a un problema “tan sofisticado” como el catalán sin abrazarse a lo simple. Pero las preguntas de los periodistas no tenían que ver con esas apenas doscientas páginas.

Dice Puigdemont, con gesto de sueño y vestido con traje y corbata, que no ha habido ningún intento por parte de Pedro Sánchez de contactar con él. Pero que en todo caso no tiene ninguna prisa porque el interlocutor no es él, sino Jordi Sànchez. También ha vuelto a afirmar que es una “anomalía democrática” que haya gente elegida en las urnas que esté presa. “Quien debe explicar cómo va a ser investido es el señor Sánchez, Pedro”, afirmó, al tiempo que le lanzó una pregunta al presidente en funciones: “¿Tiene una agenda política para España más allá de eslóganes?”. A estas horas, y que sepamos, este órdago preocupa poco en Moncloa.

Hasta ahora había escuchado aquello de la superioridad moral de la izquierda. Pues bien, queda inaugurada la superioridad moral del que lleva gafas. Porque dice Puigdemont que una de las cosas mollares del conflicto es que no se entiende si se llevan “las gafas de leer de los conflictos nacionalistas de los siglos XIX y XX”. Y ahora adivinen qué gafas llevan puestas los catalanes. Bingo: las del siglo XXI.

Carles quiere “explicarle a un noruego”de qué va todo esto. Aunque advierte, con una leve sonrisa, que no pretende que sea una “crónica canónica”

Por eso Carles, con sus gafas de montura al aire, modernísimas, quiere “explicarle a un noruego” (que fue lo que dice que le pidió su editora) de qué va todo esto. Aunque eso sí, advierte con una leve sonrisa y una dentadura superior blanquísima que no pretende que esto sea una “crónica canónica”. Lo hace por nuestro bien, el de los catalanes a los que representa (a todos, desde Elsa Artadi hasta los hermanos Muñoz de Estopa) y por todo ese “interés político y mediático de España y de países de habla hispana” que ha recibido.

El suyo no es un libro, sino “una carta abierta a los europeos”. Europeos que asisten atónitos, interesados y repletos de preguntas a lo que pasa en esa región del continente. ¿Y qué se pregunta un europeo? Al principio, afirma Puigdemont, las preguntas son como las de cualquier señor en Ciudad Real, por ejemplo. Por qué queréis ser independientes si estáis muy bien, por qué salís de vuestra zona de confort, por qué sois tan egoístas, antiespañoles, eurófobos, populistas… hasta se preguntan, dice, si les pagan los rusos para generar inestabilidad.

Foto: Puigdemont y Torra, la bicefalia en marcha. (EFE)

Quieto parao, que dirían la Pantoja y mi padre. Que este es un “conflicto moderno” y hace falta una república que dé respuestas, que solo así tendremos una mejor idea de Europa. Una Europa, por cierto, que desde Waterloo se ve con las gafas de estar hecha unos zorros. “Tiene unos males que conocemos bien los catalanes”, asegura. Con estados miembro que abusan de su posición de poder, con derivas autoritarias, con ciudadanos descontentos que notan que su voz no cuenta…

La directora de 'Diario 16' le preguntó por qué dieron por bueno el referéndum, sabiendo que era ilegal y cuya participación no fue abrumadora. “La participación fue colosal y el apoyo fue suficiente”, afirmó el 130 presidente de la Generalitat. Suficiente porque ese 38% fue mayor que el que se votó para entrar en la OTAN, para la Constitución Europea y para que los británicos se larguen de la UE.

“Esto no se arregla con la cárcel ni atemorizando a la población”, dijo rotundo. Beatriz Talegón asentía mientras le grababa con su móvil.

“Qué cosa más surrealista, ¿no?”, comentó una de las periodistas asistentes del encuentro. Y eso que éramos pocos. Y yo, porque vivo cerca.

“Los refugiados, el cambio climático, las desigualdades, son crisis que están conectadas con la catalana”. “Leedme antes de condenarme”. “Ésta es una sociedad madura que discrepa, no hay fractura ni división”. “Esta persona (Pedro Sánchez) tan encariñada con la palabra diálogo”. “(Ada Colau) dijo una cosa y luego hace otra. Nos tiene bastante acostumbrados y ya advertíamos de este riesgo”. “Donde vivo los votos son sagrados”.

Carles Puigdemont