Es noticia
La vuelta al cole y la estupidez parental
  1. España
  2. Ideas ligeras
Ángeles Caballero

Ideas ligeras

Por

La vuelta al cole y la estupidez parental

Qué estúpidos y sobreactuados somos los padres de clase media y con título universitario. Qué sobreprotectores, qué manía con que nada les turbe, nada les espante

Foto: Alumnos de Primaria, en su primer día de clase. (EFE)
Alumnos de Primaria, en su primer día de clase. (EFE)

El domingo por la tarde, el sótano de El Corte Inglés de Goya era un hervidero de gente. Antes de entrar, la misión estaba clara: una mochila y una agenda, nada más; y salir corriendo, que luego nos lían. Por dentro suplicaba: que no escoja ella una de esas con frases de autoayuda, que él no opte por presentarse con el escudo del Atleti a las espaldas. Seamos discretos, que todo es nuevo. El curso, el colegio, el instituto, el número del autobús… Lo conseguí.

El lunes me puse el mejor bolso del armario, me despeiné como siempre para no llamar la atención. Lavé la cara al pequeño hasta sacarle brillo, el mismo que a sus zapatos nuevos. Todo y todos en su sitio. Para el recreo, un paquete de galletas y una fruta para compensar, no vayan a pensar que en esta casa reinan los azúcares y los carbohidratos. Que somos gente leída y 'healthy'.

Foto: Llega la temida 'vuelta al cole'
TE PUEDE INTERESAR
¿Es posible ahorrar en la 'vuelta al cole'?
El Confidencial

A menos de 100 metros de nuestro nuevo segundo hogar, la criatura a la que parí hace ocho años sin epidural me soltó la mano. “Mamá, por favor”, me vino a decir. Ya contaba con la escena inmediatamente posterior, que es la de su progenitora llorando mientras él subía las escaleras en busca de su clase. Aunque con esas lágrimas ya contábamos, puesto que conocen perfectamente mi tendencia al rociojuradismo.

El resto de la mañana fue inquietante y poco productiva, con un goteo constante de mensajes con familia y amigos preguntando por el inicio de curso. Y yo pensando cómo estaría mi pequeño del alma con su piel de canela, como si en vez de mandarle al colegio le hubiera mandado a la guerra o qué sé yo, a las negociaciones entre Carmen Calvo y Pablo Echenique.

Foto: La vuelta al cole (EFE)

Luego me acordé de mi padre, que nunca supo lo que necesitaba para el primer día de colegio porque todo lo solucionaba yendo a la calle Preciados y diciendo: “Comprad todo lo que necesitéis. Os espero en Casa Labra tomando una tajada de bacalao”. Una vez fue a recogerme a la salida y como pensaron que era mi abuelo, creo que no volvió más. Mi memoria es frágil para los traumas de hoy en día.

Al día siguiente, la llegada al instituto de la mayor estuvo protagonizada por varias escenas dignas del teatro María Guerrero. Todas ellas cargadas de extrema sensibilidad, rechazo a las hormonas, a una misma, dudas agonizantes como la ropa para acudir a este baile de adolescentes debutantes. Llevar o no los libros, dilema trascendental, ¿y si basta con una agenda o un simple cuaderno? Perdimos calorías y ganamos canas en esos 20 minutos de trayecto.

Y luego, los dilemas parentales el resto del día. Pero cómo se nos ha ocurrido soltar a esos 140 centímetros de niña en esa selva, con mozuelas que le sacan una cabeza y tienen su misma edad. Si hay una con el pelo morado, otra con collares de rapera, si ha entrado a la vez con un muchacho barbón… No hay 'mindfulness' que me consuele, que alguien me ayude a sobrevivir a esta semana.

Y qué pasa si no encajan, y qué pasa si no les gusta, y qué pasa si alguien les dice que son bajitos. O demasiado altos. Eso digo yo. Y qué

Pero las plegarias me fueron atendidas en esta semana fantástica de la adaptación escolar. Y a la salida los dioses me regalaron caras sonrientes y prudencia en las respuestas. Un poco lo de siempre. Y que si llevas algo de comida en el bolso, mamá. Y yo, convencida de haber conseguido un triunfo absoluto, el ochomil de las familias en septiembre, me los llevé a merendar. A un sitio nuevo en el barrio, que luce en la entrada un cartel con el compromiso de la pastelería de incluir un 30% menos de azúcares en toda su repostería. Porque ya he dicho hace unos cuantos párrafos que somos gente leída y 'healthy'.

Qué estúpidos y sobreactuados somos los padres de clase media y con título universitario, papá. Qué sobreprotectores, qué manía con que nada les turbe, nada les espante. Con lo bien que se está en esa zona de confort que es el sofá de casa, donde nada les falta, donde nada les duele. Y qué pasa si no encajan, y qué pasa si no les gusta, y qué pasa si alguien les dice que son bajitos, o feos, o torpes. O demasiado altos, demasiado guapos, demasiado empollones.

Eso digo yo. Y qué.

El domingo por la tarde, el sótano de El Corte Inglés de Goya era un hervidero de gente. Antes de entrar, la misión estaba clara: una mochila y una agenda, nada más; y salir corriendo, que luego nos lían. Por dentro suplicaba: que no escoja ella una de esas con frases de autoayuda, que él no opte por presentarse con el escudo del Atleti a las espaldas. Seamos discretos, que todo es nuevo. El curso, el colegio, el instituto, el número del autobús… Lo conseguí.

Vuelta al cole