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Un pequeño Vistalegre de resaca y Lexatín
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Ángeles Caballero

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Un pequeño Vistalegre de resaca y Lexatín

Si la izquierda tuitera se levantara alguna vez del sillón desde el que pontifican, se daría cuenta de que el público que apoya a Vox es más plural del que pasea por la calle Serrano

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal, durante su intervención este sábado en la plaza de Colón. (EFE)
El presidente de Vox, Santiago Abascal, durante su intervención este sábado en la plaza de Colón. (EFE)

Lleva la derecha más a la derecha una semana muy mala. Se les juntó el golpismo con la profanación de la tumba de Franco y la iglesia católica en la picota, salvada apenas por un prior con gafas de Harry Potter… Así que para cuando llegaron al sábado las defensas no andaban muy allá. Sí, se les llenó a los de Vox la plaza de Colón más propiamente dicha, pero la unidad de España requiere brío y cuerdas vocales a pleno rendimiento. Y no fue.

Foto: Los militantes de Vox sujetan una enorme bandera española este sábado en la plaza de Colón. (Reuters)

Fue más bien un pequeño Vistalegre cargado de Lexatín. O igual era resaca. No se cantó el Cara al sol pero sí el himno de Pemán. Hubo algún viva Franco y al ministro Grande-Marlaska se le llamó “maricón”. A Pedro Sánchez le llamaron “rata”. A Torra le mandaron a la mazmorra. Qué jodíos, diría mi padre.

Las fuerzas (nuevas) de los asistentes se reservaron para Javier Ortega Smith, que sigue siendo el más grande, literalmente hablando. Coincidió el concejal del Ayuntamiento de Madrid con la que escribe y le propinó un codazo fortuito. Ya puedo decir que me ha tocado.

Si la izquierda tuitera se levantara alguna vez del sillón desde el que pontifican, se daría cuenta de que el público que apoya a Vox es mucho más plural del que pasea cualquier sábado por la mañana por la calle Serrano y alrededores. El cogollito que tan bien retrata Manuel Longares en su novela Romanticismo.

placeholder Miles de personas se han concentrado en la convocatoria de Vox en Colón
Miles de personas se han concentrado en la convocatoria de Vox en Colón

Mucho chándal y mucho bolso de Gucci. Muchachas en flor con bolsas de Bimani, 13, uno de los epicentros de ropa de las pijas madrileñas, que lucen la bandera a las espaldas. Porque la unidad de la patria no está reñida con actualizar el fondo de armario. El señor que tuve delante la hora escasa que duró la concentración llevaba una foto de Samantha Fox en su mejor época como fondo de pantalla de móvil. Tuve ganas de abrazarle, pero mi papel de infiltrada en este tipo de concentraciones me impide mostrar mis emociones.

Había público de periferia, porque al cinturón rojo de Madrid no se nos pone nada por delante mientras funcione el Cercanías. También muchos bebés en carritos de la marca Bugaboo, muchos rostros igual de morenos que Begoña Villacís.

El acto fue lo de siempre. El periodista Cake Minuesa fue el encargado de amenizarlo, y aprovechó su intervención para convocar a los presentes al teatro Rialto el lunes y decir varias veces viva España. Nada que objetar, hay que pagar las facturas y yo la primera como autónoma que soy. A Rocío Monasterio un señor le afeó que dijera tantas veces país porque hay que decir patria. Que menos vivas al rey porque viva Franco.

placeholder La formación de Santiago Abascal ha desplegado una bandera gigante en Colón. (EFE)
La formación de Santiago Abascal ha desplegado una bandera gigante en Colón. (EFE)

Y un pupurrí de fantasía. Porque el gentío siempre es mejor que la clase política. Ni Monasterio, ni Ignacio Garriga – “el morenito”, dijo entre risas una pareja a mi lado-, ni el capitán Ortega ni Santi Abascal tienen la gracia ni la incorreción de los que acuden a este tipo de encuentros. Pancartas con un mensaje: “Dejar en paz al muerto y condenar más al tuerto” con foto de Oriol Junqueras. Gritos de “Marchena podemita”, “Pedro Sánchez rata, puto rata”. Y mi favorita: “No al ladrocinio para los casoplones. No van a tener Madrid para correr los perroflautas”.

Escribo esta crónica una hora después de que haya acabado la concentración. Estoy en Milford, en Juan Bravo esquina Velázquez. En la novela de Longares es el sitio donde, tras la muerte de Franco, acude la derecha acomodada y rentista a ahogar sus penas. En la barra se brinda por España con entusiasmo y se habla de “escudos de la familia”, en la mesa de al lado cuatro señoras de más de 70 años lamentan la cobardía de la iglesia, especialmente de los jesuitas. Pero hay más nostalgia de Embassy que del franquismo.

Dice mi amiga Carolina que nadie quiere ser feo ni pobre. Quién no quiere esta España de peluquería a la semana, de vermú y patatas fritas, de joyones y nostalgia. Quién no quiere ser como ellos. Al menos un rato. Y que viva España. Ésta.

Lleva la derecha más a la derecha una semana muy mala. Se les juntó el golpismo con la profanación de la tumba de Franco y la iglesia católica en la picota, salvada apenas por un prior con gafas de Harry Potter… Así que para cuando llegaron al sábado las defensas no andaban muy allá. Sí, se les llenó a los de Vox la plaza de Colón más propiamente dicha, pero la unidad de España requiere brío y cuerdas vocales a pleno rendimiento. Y no fue.

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