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La doble pandemia: primero el bicho, ahora el paro
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Ángeles Caballero

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La doble pandemia: primero el bicho, ahora el paro

El bofetón en términos de empleo me temo que no será el único. El turismo, la hostelería, la construcción, heridos de muerte desde hace semanas, seguirán recibiendo cornadas

Foto: Un hombre espera su turno en una frutería del Mercado de Antón Martín en Madrid. (EFE)
Un hombre espera su turno en una frutería del Mercado de Antón Martín en Madrid. (EFE)

Hace demasiado tiempo que Janeth no va al médico. Sus amigos ya no saben cómo regañarla para que empiece a cuidarse. Me contaron que una vez se desmayó en plena jornada laboral. Cayó a plomo y su compañero de barra la llevó corriendo al hospital. Necesitó varias bolsas de sangre para recuperarse.

Salió de esa, pero el susto no le hizo cambiar de hábitos. Sigue trabajando como una mula, limpiando casas, en la cocina y en la barra de un bar. En precario, probablemente sin contrato. Tiene tres hijos pero solo el mayor trabaja. Sigue mandando dinero a Ecuador, su país natal, para ayudar a sus padres.

Cuando le preguntas por su salud, le entra una risa nerviosa muy parecida a la de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, cuando explica, riquiño acento mediante, el desastre de cifras de paro. Entonces, a regañadientes, te cuenta que se le olvidó ir en ayunas a la analítica y entonces tiene que ir otro día. O te confiesa que se le ha olvidado ir a otra cita. O te susurra que es la cuarta vez que la médico de cabecera la regaña, así que puedes ahorrarte el sermón. Te soborna con más salsa brava en las patatas.

"Aguanta como puede los efectos de las dos pandemias. Porque primero fue el bicho, ahora también es el paro"

Estos días, confinada y resignada, optimizando el espacio de su piso en Vallecas, dosificando con gotero la paciencia y el miedo, aguanta como puede los efectos de las dos pandemias. Porque primero fue el bicho, ahora también es el paro.

Contadle a Janeth y al resto de las Janeth de España, gurús de pacotilla, que toda crisis es una oportunidad. Si no os contesta, ya os lo digo yo: váyanse a la mierda. Esta crisis, como casi todas, la pagarán los funambulistas. Los que viven al filo de lo precario. El currela de toda la vida. Comercial, camarero o tornero fresador. La que limpia, la que repone, la que te llama para venderte una oferta irresistible de cambio de operadora de móvil. ¿Se acuerdan cuando escribíamos y leíamos que nuestro principal problema iba a ser que los robots dominen el mundo?

"Muchos se quedarán por el camino. Bien en la cama de una UCI por culpa de un virus, o haciendo cola en el SEPE por culpa del parón económico"

El bofetón de ayer en términos de empleo me temo que no será el único. El turismo, la hostelería, la construcción, heridos de muerte desde hace semanas, seguirán recibiendo cornadas. En un país construido a base de servicios y de saludos en forma de besos y abrazos, muchos se quedarán por el camino. Bien en la cama de una UCI por culpa de un virus, o haciendo cola en el SEPE por culpa del parón económico.

En estas semanas de confinamiento, días de vino y patatas fritas, escucho quejas de colegas con el hambre descansada, a los que el zarpazo aún no ha tocado ni probablemente toque, quejarse por tener que pagar la cuota de autónomos. También escucho a amigas quejarse por tener que pagar la cuota íntegra del colegio privado de sus hijos o el salario de la empleada del hogar. Y me subo por las paredes, no de forma literal porque siempre fui sedentaria militante y aún resisto el encierro en estas cuatro paredes.

Siempre serán los mismos. Las plañideras y los sufridores en silencio. Los egoístas, los sálvese quien pueda, los paganini de esta fiesta. Y aunque volvamos a los bares y a coger el metro, no seremos los mismos.

Si conserva lo que una vez tuvo, Janeth asumirá las condiciones que sus pagadores le pongan. Serán lentejas. O esto o el paro. Volverán, los abuelos que queden, a ser la red de los funambulistas.

Anoche me puse ‘Agárralo como puedas’ para intentar animarme. Ya ven que el efecto Leslie Nielsen ha durado poco. O quizá es el título. Tan premonitorio.

Hace demasiado tiempo que Janeth no va al médico. Sus amigos ya no saben cómo regañarla para que empiece a cuidarse. Me contaron que una vez se desmayó en plena jornada laboral. Cayó a plomo y su compañero de barra la llevó corriendo al hospital. Necesitó varias bolsas de sangre para recuperarse.

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