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Más manifestantes que turistas y vecinos: el drama del centro de Madrid
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Ángeles Caballero

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Más manifestantes que turistas y vecinos: el drama del centro de Madrid

La radiografía de este distrito postal es la que es. Hace tiempo que los vecinos brillan por su ausencia y el teletrabajo ha acabado de poner la puntilla a una situación crítica

Foto: La cafetería Ferpal anunció a principios de febrero que echa el cierre. (Á. Caballero)
La cafetería Ferpal anunció a principios de febrero que echa el cierre. (Á. Caballero)

“¿Te acuerdas cuando veníamos a pasar la tarde y a toquetear pantallas?”. La preadolescente agarra del brazo a su madre mientras pasan cerca de la cola de clientes que esperan para entrar en la tienda de Apple. Ahora solo se accede con cita previa para evitar aglomeraciones y de paso a esos que antes acudían con la sana y poco rentable intención de pasar la tarde.

Hace apenas una hora que la mañana arrancó para los comercios, pero la noche ha sido larga. A las 11 de la mañana, la Puerta del Sol luce extraña, algo marciana, más artificial que nunca. Hay un puñado de personas que caminan con paso firme, hay muchos más policías y periodistas que cualquier otro día y solo parece espontáneo un hombre que baila girando sobre sí mismo y abrazado a una bandera de Estados Unidos junto a la estatua de La Mariblanca. Uno de los escaparates de El Corte Inglés, que luce un enorme cartel rojo con rebajas al 50%, sirve de escenario a un señor mayor que canta ‘O sole mio’.

placeholder Escaparate de Pronovias tras las protestas por la detención y encarcelamiento de Pablo Hasél. (Á. C.)
Escaparate de Pronovias tras las protestas por la detención y encarcelamiento de Pablo Hasél. (Á. C.)

La basura y los destrozos previos tras las protestas por la detención y encarcelamiento del rapero Pablo Hasél ya se recogieron. En la calle Arenal, el concejal de Centro del Ayuntamiento de Madrid pasea con varios asesores evaluando el parte de lesiones. Las encargadas de la tienda de Pronovias, cuyos cristales aparecen dañados, atienden a un periodista de Telemadrid, luego al concejal y 10 minutos después enseñan, con el gesto mucho más relajado y sonriente, el catálogo a una futura novia y a su madre.

Una pareja de ancianos pasa delante de la tienda. También van agarrados del brazo. Ella dice en voz muy alta: “Vaya unos sinvergüenzas. Hijos de su madre”. Hacen fotos al escaparate de la tienda de productos de belleza Yves Rocher, en la acera de enfrente, cuyos cristales también amanecieron apedreados.

placeholder Escaparate de Yves Rocher. (Á. Caballero)
Escaparate de Yves Rocher. (Á. Caballero)

Los periodistas van, micrófono en mano, en busca de testimonios. Mientras, los clientes compran sin medida en Ferpal. La cafetería, una de las más conocidas de la zona y templo del embutido y los sándwiches, anunció a principios de febrero que echa el cierre, justo el año en que cumple sus bodas de oro. “¿Pero cómo nos dejáis así, compuestas y sin novio?”, reprocha una de las clientas al dependiente, mientras este corta jamón con esmero.

“Qué cosas. Estoy atendiendo a los nietos de mis primeros clientes”, dice uno de los propietarios. “¿No habéis podido convencer a nadie para que se lo quede?”, le pregunta una clienta. “No, nadie quiere trabajar de siete de la mañana a 10 de la noche”, responde. Y se va para otra zona del establecimiento. Uno de los empleados reconoce a esa misma clienta en voz muy baja: “Es que hay que pagarlo”. Ya tiene comprados, dice, cuatro billetes que le llevarán de nuevo a su país cuando la persiana se baje definitivamente.

placeholder Tienda de 'souvenirs' cerrada. (Á. Caballero)
Tienda de 'souvenirs' cerrada. (Á. Caballero)

Muy cerca de ahí hay otro comercio clásico que aguanta. Maty, la tienda de disfraces de la calle Hileras, es un establecimiento enorme lleno de trajes de flamenca y artículos de danza. La empleada lamenta que en los últimos años se haya diseñado una zona centro “solo pensada para turistas”. “Antes, con el carnaval, aquí no cabía un alfiler [la tienda tiene dos plantas] y ahora vendemos algo gracias a los colegios que han hecho alguna fiesta. Resistimos porque el local nos pertenece, pero es un desastre”, dice.

Foto: Un restaurante en Roma, este 20 de mayo. (Reuters)

José Antonio Aparicio es propietario de una cervecería en la plaza Mayor y un restaurante en una de las bocacalles. También es presidente de la Asociación de Comerciantes de la zona. “Hasta febrero de 2020, recibíamos a 10 millones de personas, y nuestra oferta de ocio integral se destinaba al turista”, explica. Su diagnóstico es severo: “Esto es la zona cero de la pandemia”. Aunque señala algunos problemas que vienen de antes, como Madrid Central —“condicionó la afluencia al centro y el cliente cambió de zona”— y la declaración del distrito como Zona de Protección Acústica Especial en abril de 2019, que “impide tener una terraza abierta a las 11 de la noche”.

Pero la radiografía de este distrito postal es la que es. La mayoría de los locales son pequeños y no disponen de terraza, hace tiempo que los vecinos brillan por su ausencia y el teletrabajo ha acabado de poner la puntilla a una situación crítica. El 47% de los empresarios asegura que factura el 50% con respecto al año anterior, y un 22% dice que las ventas han descendido hasta el 80%, según una encuesta de la asociación que preside Aparicio. De los 3.000 establecimientos de hostelería, casi el 40% está cerrado. “Estamos peleando con la Comunidad de Madrid por el criterio de reparto de los fondos europeos, y creemos que hay que dinamizar el centro con reclamos culturales”, insiste. Afirma que los que peor lo están pasando son las franquicias y aquellos comercios dirigidos casi en exclusiva a quienes nos visitan.

placeholder Casi el 40% de los establecimientos de hostelería está cerrado. (Á. Caballero)
Casi el 40% de los establecimientos de hostelería está cerrado. (Á. Caballero)

A las 12:30, las tiendas de camisetas de fútbol están absolutamente vacías, también las que cambian divisas. En la plaza Mayor, la gente toma el sol mientras bebe cerveza y come aceitunas en las terrazas. En el tramo de la carrera de San Jerónimo aguanta Lhardy, mientras sus vecinos acumulan polvo. Abundan los carteles de liquidación y cierre. También resisten la zapatería Coimbra y las napolitanas de crema de La Mallorquina.

Dos ancianos escuchan el carillón y observan al autómata de la relojería de la calle de la Sal, abierta desde 1880. Es de las pocas cosas en Sol que no han cambiado con la pandemia.

“¿Te acuerdas cuando veníamos a pasar la tarde y a toquetear pantallas?”. La preadolescente agarra del brazo a su madre mientras pasan cerca de la cola de clientes que esperan para entrar en la tienda de Apple. Ahora solo se accede con cita previa para evitar aglomeraciones y de paso a esos que antes acudían con la sana y poco rentable intención de pasar la tarde.

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