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El autogol de Rubalcaba
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Gonzalo López Alba

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El autogol de Rubalcaba

 Sólo el estado de “fallo sistémico” en el que, según expresión utilizada por uno de sus dirigentes, se ha instalado el PSOE desde que José Luis

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Sólo el estado de “fallo sistémico” en el que, según expresión utilizada por uno de sus dirigentes, se ha instalado el PSOE desde que José Luis Rodríguez Zapatero dio en mayo de 2010 un volantazo a su política económica, permite explicar que cada vez que los socialistas se apuntan un tanto, ellos mismos se encarguen acto seguido de marcar en su propia portería. Ocurrió tras el pacto ante la Unión Europea, puesto en tela de juicio por un sector del partido a causa del empeño en ponerle el lazo con una foto en la Moncloa; y ha vuelto a suceder este sábadodespués del pacto de Granada sobre el conflictivo modelo territorial, a causa de las prisas para cerrar un nuevo protocolo de relaciones con el PSC.

Con esos dos pactos bajo el brazo y la inestimable ayuda del quintacolumnista Luis Bárcenas, llegaba este sábado Alfredo Pérez Rubalcaba en las mejores condiciones para capitalizar la minicumbre socialista que representa su Comité Federal. Tanto que, haciendo de las reglas una interpretación instrumental de quita y pon, el mismo Rubalcaba que decidió cerrar a los periodistas la intervención del secretario general ante este foro -abierto por Zapatero en 2000-, con el argumento de que era la única forma de expresarse con libertad, lo volvió a abrir para convertirla en lo que es el abierto: un altavoz para la difusión del mensaje oficial. Pero, tras seis horas de reunión, todo quedó reducido de puertas afuera, y en buena medida también tras la cortina, al enredo sobre las capitulaciones matrimoniales entre el PSOE y el PSC.

La jugada del autogolnació de las prisas de Rubalcaba por dar carpetazo a este culebrón. Alcanzado en Granada el difícil equilibrio sobre el modelo territorial a defender conjuntamente por ambos partidos, quiso el secretario general ponerle el broche con la aprobación de un nuevo protocolo de relaciones que permitiera pasar la página para, al menos, el resto de la legislatura. Y esta urgencia le llevó a someterlo a la aprobación de la Ejecutiva en la noche del viernes, con la pretensión que recibiera este sábado el refrendo del Comité Federal. Pero se topó con el veto de los barones, que se cerraron en banda a la posibilidad de reconocer por escrito que los diputados del PSC puedan emitir en el Congreso un “voto distinto”, en asuntos que afectan al autogobierno o a cuestiones especialmente sensibles para Cataluña.

El veto de los barones

Lo que iba a ocurrir este sábado tuvo su anticipo en la Ejecutiva del viernes. Andalucía, por distintas vías; Castilla-La Mancha, por boca de Emiliano García Page, y el extremeño Guillermo Fernández-Vara, por la de Marisol Pérez, encabezaron el frente de rechazo, que justificaron tanto en el contenido como en las formas. Según fuentes de estas federaciones, se pretendía aprobar por “vía de urgencia” un protocolo del que no se presentó a la Ejecutiva el texto redactado. Rubalcaba, de acuerdo con estas fuentes, hizo “una exposición muy ambigua y sin concretar”.

Para intentar salvar el veto de los barones, la negociación se apuró a primera hora de la mañana, lo que provocó que el comienzo de la reunión se retrasara una hora. Pero antes de cruzar la puerta de Ferraz, Susana Díaz, la delfín de José Antonio Griñán, se encargó de meter el nuevo protocolo en el congelador, con la advertencia expresa de que Andalucía no aceptará “bajo ningún concepto” que se otorgue al PSC el derecho a votar diferente que el PSOE en el Congreso. Y otro tanto vino a decir el madrileño Tomás Gómez.

Los barones vetan que se reconozca al PSC un derecho a “votar distinto” en el Congreso

La razón de fondo de este rechazo, compartida por la mayoría de las restantes federaciones del PSOE, se resume en una frase: “Un modelo de partido equivale a un modelo de Estado”. El corolario es que, si en Granada se había logrado el difícil reto de unificar la doctrina territorial de todos los socialistas con la envoltura de un Estado federal, pero unitario, no cabe admitir en el ámbito partidario un modelo que implica “considerar que España y Cataluña son dos cosas distintas”.

Llegados a este atasco, las cúpulas del PSOE y del PSC optaron, de forma “amistosa”, por dejar el protocolo en punto muerto y salvar la coyuntura con la creación de un “Comité Permanente de Coordinación Política”. Encabezado por sus respectivos líderes y con una composición paritaria, tendrá el cometido de definir una “estrategia compartida” y dirimir las eventuales diferencias antes que aboquen a la división del voto en el grupo parlamentario. El acuerdo no dice qué pasaría si la discrepancia no se resuelveen esecomité, pero a todos pareció bien la creación de un mecanismo de coordinación, que se aprobó por asentimiento.

Del País Vasco a Cataluña

A pesar de que los hechos relatados puedan hacer pensar que hubo un clima de tensión entre los socialistas catalanes y el resto, no fue así. Y no lo fue, en gran medida, porque el primer secretario general del PSC, Pere Navarro, en una intervención ampliamente elogiada, subrayó que él intenta ponerse en el lugar de sus compañeros de otros territorios:“Pero ellos deben ponerse en el mío”, dijo.

Y el escenario que dibujó, poniendo los pelos de punta a muchos, fue: “Que nadie se llame engaño, Cataluña se encamina a la independencia”. No lo dijo como algo irreversible, sino como una advertencia, pero acompañada de la manifestación explícita del temor a que la radicalización del nacionalismo derivada de su hegemonía dé lugar a situaciones de repudio y arrinconamientode los socialistas como las que -sin la violencia de ETA- en su día tuvieron que soportar los socialistas en el País Vasco.

Con todo, los discursos se centraron en el pacto de Granada, por el que todos se felicitaron, subrayando que, más allá de su contenido, su mayor valor estriba en su propia existencia. Hubo alguna crítica menor, como la del extremeño Ramón Ropero, quien juzgó algunos de sus contenidos excesivamente escorados a favor de las tesis del PSC. Y algún matiz interesante, como los del madrileño Tomás Gómez, que subrayó que sólo el 25% de las desigualdades se producen entre territorios frente al 75% que se dan entre ricos y pobres dentro de un mismo territorio.

Un otoño “de emergencia”

Pero, con el nuevo protocolo, quedó arrinconado el discurso ‘en abierto’ de Rubalcaba, en el que el secretario general pintó un presente “alarmante” y un horizonte de “emergencia política”, ante el que volvió a amagar con la posibilidad de una moción de censura.

El titular que Rubalcaba propuso, fue: “El Gobierno está sentado sobre tres volcanes: paro, Cataluña y Bárcenas”. Y dos las entradillas: “En el otoño, el paro puede repuntar y la crisis socioeconómica llegar a cotas insoportables”; “La democracia acaba con la corrupción o la corrupción va a acabar poniendo en jaque a la democracia”, (ni una palabra sobre los EREs de Andalucía).

Pero eran los de Rubalcaba titulares pensados para los tiempos del papel. No había acabado de enunciarlos y ya habían bajado varios scrolls para dejar sitio a las cuitas domésticas de los socialistas.

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Sólo el estado de “fallo sistémico” en el que, según expresión utilizada por uno de sus dirigentes, se ha instalado el PSOE desde que José Luis Rodríguez Zapatero dio en mayo de 2010 un volantazo a su política económica, permite explicar que cada vez que los socialistas se apuntan un tanto, ellos mismos se encarguen acto seguido de marcar en su propia portería. Ocurrió tras el pacto ante la Unión Europea, puesto en tela de juicio por un sector del partido a causa del empeño en ponerle el lazo con una foto en la Moncloa; y ha vuelto a suceder este sábadodespués del pacto de Granada sobre el conflictivo modelo territorial, a causa de las prisas para cerrar un nuevo protocolo de relaciones con el PSC.

Alfredo Pérez Rubalcaba