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Una generación amortizada para la política
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Gonzalo López Alba

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Una generación amortizada para la política

De los principales dirigentes que acompañaron a Zapatero en el asalto al liderazgo del PSOE en 2000, sólo queda en primera línea López Aguilar

Foto: José Luis Rodríguez Zapatero y Juan Fernando López Aguilar (EFE)
José Luis Rodríguez Zapatero y Juan Fernando López Aguilar (EFE)

De los principales dirigentes que acompañaron a José Luis Rodríguez Zapatero en el asalto al liderazgo del PSOE en el año 2000, sólo queda en un puesto avanzado de primera línea: Juan Fernando López Aguilar, portavoz en el Parlamento de Europa y al que la Ejecutiva no descarta para repetir como cartel el año próximo, aunque tampoco lo confirma.

El poder se ejerce generacionalmente, como ha recordado en diversas ocasiones Felipe González, pero resulta inédita la velocidad con la que aquella generación de socialistas conquistó el poder empujando a la anterior (Bono, 1950; Matilde Fernández, 1950; Rosa Díez, 1952) y, tras perderlo, se ha visto orillada. Así ocurre siempre que hay un cambio de ciclo, pero lo normal es también que el proceso no sea tan fulgurante y que haya un puñado de supervivientes. En el PSOE se cuentan con los dedos de una mano los del núcleo duro del zapaterismo, un hecho al que no parecen ajenas las circunstancias y características de su hundimiento electoral, que hicieron del mismo Zapatero un apestado para su propio partido.

Tras el año sabático que se ha tomado Carme Chacón, hay que descender hasta la segunda línea para encontrar en un puesto político de relieve a alguno de los zapateristas de primera hora

Su generación, que coincide básicamente con la del baby-boom (Zapatero nació en 1960) es la más numerosa entre los españoles y está en la madurez de su ciclo vital -en el comienzo de la cincuentena-. Sin embargo, se ha quedado emparedada políticamente. En la estructura de dirección del PSOE, sólo aparece en un puesto de máximo relieve Elena Valenciano, nacida en 1960. Nunca antes una mujer había ocupado la vicesecretaría general, pero Valenciano es una excepción y nunca llevó la etiqueta de zapaterista -despuntó en el Parlamento Europeo y fue muy cercana a José Borrell-.

Tras el año sabático que se ha tomado Carme Chacón, quien aunque relegada a un papel secundario se mantenía como referente para al menos una parte de los críticos con Alfredo Pérez Rubalcaba y era la cabeza de lista del PSC por Barcelona, hay que descender hasta la segunda línea para encontrar en un puesto político de relieve a alguno de los zapateristas de primera hora. Es el caso de Trinidad Jiménez, responsable del área de Política Social en la Ejecutiva; y de Jesús Caldera, responsable de Ideas y Programa, aunque este sobrevive en una especie de limbo desde que desde que le estalló el caso Amy Martin en la Fundación Ideas, que parece abocada a la extinción por falta de presupuesto y por el lastre que desde entonces arrastra la marca. Y, a partir de ahí, hay que bucear más, hasta encontrar a José Andrés Torres Mora, portavoz en la comisión de Cultura del Congreso, y Consuelo Rumi, portavoz parlamentaria para asuntos de pesca.

La división de los zapateristas

El zapaterismo se dividió en el congreso de Sevilla, aunque Chacón se presentaba como su heredera natural. Caldera y Jiménez fueron, junto con José Blanco y López Aguilar, los miembros más relevantes que allí apoyaron a Rubalcaba. Pero Blanco, aunque jugó un papel fundamental para decantar algunos votos en las horas previas a la votación, vio arruinadas sus posibilidades de ser profeta en su tierra gallega a causa del ahora archivado caso Campeón. Salvo que encuentre acomodo en las listas europeas, está más cerca de irse por completo de la política que de resurgir en ella.

Mientras que Zapatero, ya que no pudo ser el mejor presidente, se afana en ser al menos el mejor expresidente, algunos de sus antiguos colaboradores lamentan que no se hubiera preocupado más de pensar en lo que vendría para ellos después de la derrota

Se trata de una generación a la que, por su edad biológica, todavía tendría que quedarle mucho recorrido. Pero, con la excepción de lo que pueda ocurrir con Chacón (1971), prácticamente se ha visto amortizada políticamente en tan sólo una década. Se ha quedado emparedada entre el salto hacia atrás que encarnan Rubalcaba (1951) y José Antonio Griñán (1946), y el salto hacia delante que representan el actual secretario de Organización, Óscar López (1973) –durante el zapaterismo sólo estuvo en el segundo círculo de poder, como mano derecha de Blanco-, Eduardo Madina (1976) o María González Veracruz (1979) -a caballo aparecen Juan Moscoso (1966) y Rafael Simancas (1966)-. Es la generación de los setenta, la misma de Leire Pajín (1976) y Bibiana Aído (1977), las primeras exministras de Zapatero que optaron por cruzar el Atlántico. Pero también es la de los dos nuevos pesados de Andalucía: Susana Díaz (1974) y Mario Jiménez (1971).

Mientras que Zapatero, ya que no pudo ser el mejor presidente, se afana en ser al menos el mejor expresidente, algunos de sus antiguos colaboradores lamentan que no se hubiera preocupado más de pensar en lo que vendría para ellos después de la derrota. Los mayores que participaron en la fundación de Nueva Vía, como Jordi Sevilla (1944) y Antonio Cuevas (1949), se han reinsertado en sus actividades profesionales; y los reclutados con posterioridad por Zapatero para el Gobierno, como Pedro Solbes, Elena Salgado o María Teresa Fernández de la Vega, han encontrado acomodo en la empresa privada o en puestos institucionales sin perfil público. Los más jóvenes hacen las maletas. Nada muy distinto de lo que está pasando en el conjunto de la sociedad española.

 

De los principales dirigentes que acompañaron a José Luis Rodríguez Zapatero en el asalto al liderazgo del PSOE en el año 2000, sólo queda en un puesto avanzado de primera línea: Juan Fernando López Aguilar, portavoz en el Parlamento de Europa y al que la Ejecutiva no descarta para repetir como cartel el año próximo, aunque tampoco lo confirma.

Carme Chacón Elena Valenciano