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Pedro Sánchez se postula como 'Don Limpio'
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Gonzalo López Alba

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Pedro Sánchez se postula como 'Don Limpio'

El PSOE eligió 'Limpieza y calidad democrática' como tema de debate del primer Foro con el que pretende poner al día su programa y revitalizar la organización

Foto: Pedro Sánchez, firmando el Código Ético del PSOE. (EFE)
Pedro Sánchez, firmando el Código Ético del PSOE. (EFE)

No por casualidad, el PSOE eligió Limpieza y calidad democrática –en esencia, el combate contra todas las formas de corrupción– como tema de debate para el primer Foro Ciudadano con el que pretende poner al día su programa y revitalizar la organización. Pedro Sánchez ha resuelto empezar a construir su liderazgo postulándose como Don Limpio, convencido de que la salida de la crisis socioeconómica pasa por la superación de lo queel responsable de esta área en la Ejecutiva, el valenciano Ximo Puig, llamó “atasco democrático”, un nudo gordiano con tres ramificaciones: el latrocinio sistemático, el divorcio entre ciudadanos y políticos, y el anquilosamiento de los partidos.

“A los de la tarjeta negra de Cajamadrid, tarjeta roja directa. No caben en el PSOE”, proclamó este sábado Sánchez, intentando cabalgar la ola de indignación ciudadana ante al saqueo del que la entidad rescatada con el dinero de los contribuyentes fue objeto por directivos y consejeros. Consciente de que su primer desafío es recuperar la credibilidad de la marca que representa, el nuevo secretario general del PSOE se muestra resuelto a barrer la casa socialista aunque en el contenedor acaben un puñado de notables del partido –una quincena de militantes socialistas se beneficiaron de la tarjeta opaca–. Y ello, a sabiendas de que en la purga puede acabar pagando algún justo por pecador.

Aunque un militante con muchos trienios le aconsejó que a la hora de impartir justicia tenga muy presente la máxima de la prudencia –el exministro Virgilio Zapatero, uno de los de la tarjeta, le ha reprochado por carta que se enfunde el traje de “justiciero”–, Sánchez se reafirmó en su determinación de actuar “con coraje y sin piedad” frente al “pillaje de lo público”. Y también expresó su “asco” ante quienes “ocultan su dinero en cuentas B”, en clara alusión a José Ángel Fernández Villa, histórico dirigente del sindicato minero Soma-UGT, que aprovechó la amnistía fiscal de Cristóbal Montoro para aflorar 1,4 millones de euros de origen desconocido.

Sánchez, que propugnó la “refundación moral de la democracia” como una tarea urgente, dijo negarse a asumir que la corrupción sea una lacra “inevitable” e identificó como tarea prioritaria “construir un socialismo irreprochable” que sea modelo y ejemplo para aquella refundación. Para dar credibilidad a sus palabras, el acto celebrado este sábado en Madrid sirvió de escenario para la presentación del “Código Ético del PSOE” y la del secretario general fue la primera firma que se estampó en el anexo de adhesiones a los compromisos que contiene.

Los nuevos mandamientos socialistas

Este Código, aprobado en la noche del viernes por la Comisión Federal de Garantías y que se someterá este lunes a la Ejecutiva, pretende regular el comportamiento no sólo de sus dirigentes, sino también de todos los cargos públicos de adscripción socialista –aunque no sean militantes– y afiliados. En su frontispicio se ha escrito la “voluntad irreductible de mantener una conducta íntegra”, pública y privada.

Pero no se limita a un enunciado de principios genéricos, sino que establece una serie de concretos mandamientos. Algunos ya eran conocidos porque los ha venido desgranando Sánchez, como la exigencia de dedicación exclusiva y remuneración única para los parlamentarios, pero también los hay novedosos, en unos casos orientados a desterrar viejas prácticas o intentar diferenciarse del PP, y en otros a dar respuesta directa al escándalo de Bankia.

Así, además de hacer recomendaciones tales como que en los transportes se utilice “la tarifa que resulte más económica”, el Código dice que los cargos públicos y orgánicos del PSOE “se comprometen a no recibir complementos retributivos (sobres) que no estén integrados en los baremos salariales”. Establece que sus representantes en entidades o corporaciones públicas tendrán que informar y acreditar los gastos en dietas, al tiempo que “renunciarán a cualquier otro privilegio u otro beneficio económico –en dinero, en especie o articulado a través de prestaciones–”. También determina por escrito que los cargos públicos u orgánicos incursos en un procedimiento penal tendrán que dimitir “en el mismo momento en el que se dé traslado del auto de apertura de juicio oral”, y los imputados rendir cuenta inmediata a la dirección federal sobre las acusaciones de que hayan sido objeto.

Frente a la contundencia y precisión en la redacción de algunos de estos preceptos, como el que fija en 60 euros el valor máximo de los regalos u obsequios que pueden aceptarse, llama la atención la alambicada redacción con la que Sánchez se propone “poner candados a las puertas giratorias”, regulación que aparece bajo el epígrafe “Condición de expresidente” y que, según puntualizó el secretario de Organización, César Luena, no tendrá efectos retroactivos.

Dice ese apartado: “El ejercicio por los expresidentes del Gobierno de España o de una comunidad autónoma de una actividad profesional continuada y retribuida desligada de su condición de expresidente conllevará la renuncia automática a los beneficios y percepciones salariales inherentes a dicha condición”. Y es el caso que la asignación económica regulada para los expresidentes no tiene carácter de “percepciones salariales”, sino de dotación para sufragar una oficina.

Sánchez, que según fuentes próximas mantiene contacto frecuente y relación fluida por igual con Felipe González (consejero de Gas Natural Fenosa) y José Luis Rodríguez Zapatero (miembro del Consejo de Estado), ha oscilado desde su elección entre el propósito de “dejar el pasado en el trastero”, como reiteró el sábado, y la conveniencia de no enemistarse con el patriarca socialista, que conserva un alto predicamento en el partido y ya acudió a regañadientes al congreso en el que fue proclamado sucesor de Alfredo Pérez Rubalcaba.

En todo caso, con el nuevo Eclesiastés del PSOE en la mano, que llega precedido del desnudo integral sobre las cuentas del partido y los ingresos y patrimonios de sus dirigentes, Sánchez se mostró satisfecho de la tarea desplegada por la nueva dirección cuando aún no ha cumplido cien días de mandato.

Los militantes meten el dedo en las llagas

A esa cierta autocomplacencia pusieron freno la quincena de militantes que intervinieron en el coloquio y metieron el dedo en la llaga de todos, o casi todos, los males que aquejan a su partido. Para empezar, como señaló uno de los últimos intervinientes, “decimos ‘Foro Ciudadano’, pero la mayoría de los que estamos aquí somos militantes”. Si había alguno que no lo fuera –al margen de alguno de los expertos invitados–, prefirió pasar desapercibido y obligó a la moderadora, María González Veracruz, a hacer un quite de urgencia afirmando que, en las “asambleas abiertas” que está celebrando el secretario general, la media de participantes ajenos al partido es del 30%. Pero, por si acaso, pidió que para la próxima convocatoria cada militante lleve a otra persona que no lo sea.

Los afiliados que hablaron el sábado, entre los que sí fue perceptible un ánimo renovado de participación, denunciaron sin tapujos ni medias palabras que las casas del pueblo se utilizan como meras “oficinas electorales”, que “el silencio” es el principal mérito para ascender en la jerarquía o entrar en las listas electorales, que en vez de hacer “la apertura a la sociedad” se estaba construyendo un partido “inhabitable”, que “no estamos viviendo la situación con la perspectiva que tiene la ciudadanía”, que no basta con “la ética” sino que hace falta también preservar “la estética”, o que, visto lo visto, habría que empezar por crear “escuelas de políticos” que impartan esos valores y pautas de comportamiento como asignaturas obligatorias. Pero también dijeron observar indicios de cambio.

Los ‘apóstoles’ de la regeneración

Antes de que hablaran los militantes, lo hicieron media docena de expertos, una microselección que reunió desde el exministro Jordi Sevilla a María Rosa Rotondo, representante de los lobbistas profesionales de España.

Sevilla, que en su etapa como ministro de Administraciones Públicas promovió la aprobación de un código de buenas prácticas en el Gobierno, abogó por “trazar una raya entre los corruptos y el resto, igual que fuimos capaces de trazar una raya entre los terroristas y el resto”; y puso el acento en que el problema no se puede abordar desde una perspectiva partidista (“mis corruptos y tus corruptos”), ni dejarse tampoco exclusivamente en manos de los políticos. La representante de los lobbistas, por su parte, se mostró a favor de crear un registro público y, en cuanto a las puertas giratorias, defendió una ordenación del tránsito entre la función pública y la empresa privada que no impida “atraer valor y capital intelectual a la política”.

Para el profesor Manuel Villoria, viejo militante contra la corrupción, la “transparencia” se ha convertido en una palabra de moda, pero el problema de fondo sigue siendo de cultura –individual, institucional y colectiva– y, por tanto, de pedagogía. Un problema cuya superación, según apostilló Óscar Sánchez, especialista en financiación de los partidos, requiere de “ciudadanos críticos, no ciudadanos cínicos”. Y al final, como advirtió Elena García, profesora de Ciencia Política, el peligro de crear muchas expectativas es que, cuando más grandes son estas, más grande puede ser la desilusión y el hartazgo ciudadano.

No por casualidad, el PSOE eligió Limpieza y calidad democrática –en esencia, el combate contra todas las formas de corrupción– como tema de debate para el primer Foro Ciudadano con el que pretende poner al día su programa y revitalizar la organización. Pedro Sánchez ha resuelto empezar a construir su liderazgo postulándose como Don Limpio, convencido de que la salida de la crisis socioeconómica pasa por la superación de lo queel responsable de esta área en la Ejecutiva, el valenciano Ximo Puig, llamó “atasco democrático”, un nudo gordiano con tres ramificaciones: el latrocinio sistemático, el divorcio entre ciudadanos y políticos, y el anquilosamiento de los partidos.

Alfredo Pérez Rubalcaba Pedro Sánchez