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¿Un trueque entre San Telmo y La Moncloa?
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Gonzalo López Alba

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¿Un trueque entre San Telmo y La Moncloa?

¿Por qué no un pacto de no agresión y estabilidad que, respetando la primacía de la fuerza más votada, permita a los socialistas gobernar en solitario Andalucía y al PP seguir haciéndolo en España?

Foto: Mariano Rajoy y Susana Díaz, en el último encuentro de ambos dirigentes. (Efe)
Mariano Rajoy y Susana Díaz, en el último encuentro de ambos dirigentes. (Efe)

La idea ronda por la cabeza de algunos dirigentes del PP, extremadamente preocupados ante un posible escenario de ingobernabilidad a causa del desmoronamiento del bipartidismo. Si, como apuntan todas las encuestas, ni el PSOE en Andalucía dentro de dos semanas, ni el PP en el conjunto de España a finales de año, logran mayoría absoluta, ¿por qué no un pacto de no agresión y estabilidad que, respetando la primacía de la fuerza más votada, permita a los socialistas gobernar en solitario Andalucía y al PP seguir haciéndolo en España?

Huelga decir que, entrados ya en la campaña andaluza, que es también el arranque de la precampaña para las próximas elecciones generales, socialistas y populares descartan con rotundidad la posibilidad de un trueque de esa naturaleza que permita a los primeros seguir instalados en el palacio de San Telmo y a los segundos en el de la Moncloa. Es regla básica de toda campaña sostener hasta el último minuto que se sale a conquistar la mayoría y que, por tanto, conjeturas de ese tipo no tienen fundamento.

En el caso del PSOE, su coyuntura interna añade otra complejidad: lo que podría convenir a Susana Díaz, no interesa en ningún caso a Pedro Sánchez. Díaz ha llegado a su primera campaña como candidata arrastrando el pecado original de haber amagado en julio con optar al liderazgo nacional de su partido, de modo que sobre ella recae la sospecha de buscar en el adelanto electoral una plataforma para su desembarco a Madrid, posibilidad que –como era de esperar– se ha visto obligada a descartar de manera explícita, aunque la contundencia de tales pronunciamientos debe matizarse siempre con la cautela de que en política es frecuente que lo que ayer era “imposible”, mañana se vuelva “imprescindible” o “inevitable”.

Perder ganando

La encuesta del CIS dada a conocer el jueves coincide en el dato central con otras de empresas privadas publicadas en distintos medios: el PSOE ganará las elecciones en Andalucía, pero se quedará lejos de la mayoría absoluta, y no tendrá más que tres opciones para gobernar: pactar con el PP, pactar con Podemos o buscar acuerdos de geometría variable. Y así, si se tiene en cuenta que el principal argumento de Díaz para el anticipo electoral ha sido la búsqueda de “estabilidad” en el gobierno, su triunfo podría convertirse en un éxito para el PSOE y un fracaso para ella.

Un éxito para el PSOE porque, en todo caso, podrá volver a conjugar el verbo “ganar” –desde las elecciones generales de 2008, si se excluye la lectura territorializada de los últimos comicios europeos, sólo ha podido hacerlo en Asturias porque, aunque hayan gobernando gracias a su pacto con IU, en las anteriores elecciones andaluzas ganó el PP–. Pero, si se cumplen los pronósticos demoscópicos, Díaz podría cosechar también el peor resultado histórico del PSOE en Andalucía.

El CIS le atribuye el 25,5% de los votos y 44 escaños, mientras que Metroscopia, en sondeo publicado el día 1 por El País, le pronostica un 34,6%, con entre 40 y 44 escaños. En ambos casos, Díaz sale mal parada de la comparativa. Hasta la fecha, la peor marca histórica del socialismo andaluz en unos comicios autonómicos está en el 38,71% de los votos y 45 escaños obtenidos en 1994 por Manuel Chaves, quien también tiene el peor y el mejor registro en votos (1.368.617 en 1990 y 2.260.545 en 2004). La resultante electoral sería, en todo caso, una “inestabilidad” de gobierno mayor que la esgrimida por Díaz para el adelanto electoral.

Con los sondeos en la mano, la dirección del PSOE andaluz parece haber acertado en la previsión de que estaban en condiciones de aventajar en diez puntos al PP, que, no debe olvidarse, fue el partido más votado en 2012. Pero también parece haber infravalorado las opciones de Podemos y no haber tenido en cuenta la irrupción de un nuevo fenómeno político, Ciudadanos, que podría dar la sorpresa en más de un sentido. Si fuera cierto que, como pronostica el CIS, el PSOE obtiene 44 escaños y, si como vaticina Metroscopia, Ciudadanos consigue 11 (el CIS rebaja su representación a cinco), la suma de ambos grupos parlamentarios supondría exactamente la mayoría absoluta: 55.

Pactos que marcarán tendencias

Entre los socialistas no existe unanimidad sobre la mejor estrategia de alianzas. Para empezar, más allá de las heridas por la ruptura, el hundimiento de Izquierda Unida obliga a descartar la reedición del pacto de la última legislatura. Las cuentas de la mayoría absoluta sólo cuadran con Podemos o con el PP, y, quizás, con Ciudadanos.

Algunos socialistas opinan que lo más acertado sería pactar con el grupo de Pablo Iglesias porque, por regla general, en las coaliciones el grande acaba comiéndose al chico, pero un pacto con Podemos en el principal feudo socialista condicionaría sobremanera la campaña para las elecciones generales. Pactar con el PP supondría alimentar la posibilidad de la gran coalición para el Gobierno de España, esa hipótesis que tanto gusta en la casta del PSOE y tanto irrita a sus cuadros y militantes.

En todo caso, aún queda mucha tela por cortar y muchas incertidumbres por despejar. Un dato no menor es que en Andalucía ha habido procesos electorales en los que, por atribución de los “restos”, el PSOE perdió el último escaño en todas las provincias y eso suma –o resta– ocho. El riesgo de que esto se repita es mayor en un marco en el que, según reconocen cargos intermedios del partido, “no tenemos un discurso para las clases medias urbanas”, como demuestra el predominio municipal del PP en las principales ciudades.

Si Sánchez y Díaz no se ponen de acuerdo en la estrategia postelectoral, los comicios andaluces habrán sido el prólogo de un nuevo episodio de enfrentamiento entre los dos principales referentes que ahora tiene el PSOE, pero no sólo entre ambos. Lo que estará en juego, en ese caso, será el propio modelo de partido, en la toma de decisiones y en la asunción de responsabilidades: federal, como dicen sus estatutos; o confederal, como ya es el vínculo con el PSC y la práctica, que Sánchez intenta desterrar, de gobierno de coalición entre Ferraz y los barones.

La idea ronda por la cabeza de algunos dirigentes del PP, extremadamente preocupados ante un posible escenario de ingobernabilidad a causa del desmoronamiento del bipartidismo. Si, como apuntan todas las encuestas, ni el PSOE en Andalucía dentro de dos semanas, ni el PP en el conjunto de España a finales de año, logran mayoría absoluta, ¿por qué no un pacto de no agresión y estabilidad que, respetando la primacía de la fuerza más votada, permita a los socialistas gobernar en solitario Andalucía y al PP seguir haciéndolo en España?

Pedro Sánchez Moncloa Susana Díaz Mariano Rajoy