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Pedro Sánchez se arropa en la vieja guardia para el asalto a La Moncloa
El candidato socialista se rodea de veteranos como Sevilla, Ares, Serrano y Torres Mora
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Primero fue Jordi Sevilla, más tarde Rodolfo Ares y siempre Alfredo Pérez Rubalcaba, como más le gusta y donde mejor se desenvuelve, entre bambalinas. A medida que se aproxima el momento decisivo de intentar el asalto al palacio de La Moncloa, Pedro Sánchez se ha ido rodeando de veteranos fajados en las luchas electorales y en el manejo del poder en detrimento de la influencia de algunos de los jóvenes de los que se rodeó en la Ejecutiva tras hacerse con la secretaría general del partido.
No son sólo los tres mencionados los que han ganado cercanía en el trabajo con el candidato presidencial. También José Andrés Torres Mora, jefe de gabinete con José Luis Rodríguez Zapatero cuando era líder de la oposición, que escribe papeles para Sánchez, y recientemente ha puesto el dedo en la llaga de los males que arrastra el socialismo: “Según la encuesta postelectoral del CIS de las elecciones generales de 2011, el 34% de los obreros no cualificados votó al PP en tanto que al PSOE lo hizo el 30%; en el caso de los obreros cualificados los porcentajes fueron del 37% para el PP y del 29% para el PSOE” (Una izquierda y con dificultades, TintaLibre, número de julio).
También ha ganado influencia Patxi López, que ha preferido mantenerse en un segundo discreto plano de actividad pública para volcarse en el diseño de estrategias políticas desde que renunció a disputar el liderazgo. El exlehendakari, que es un punto de engarce entre generaciones, se ha convertido en uno de los puntales más firmes de Sánchez.
De entre los nuevos dirigentes, se han consolidado como valores en alza Meritxell Batet, que se mantiene como coordinadora del programa electoral a pesar de que la mano de Sevilla se deja notar claramente en sus contenidos, y María González Veracruz, que será la portavoz del Comité Electoral.
Este blindaje senior que el secretario general del PSOE ha buscado al desdoblarse en candidato presidencial es un movimiento de manual político. Sánchez tiene en la confianza su gran asignatura pendiente e intenta ganarla rodeándose de veteranos. “Cuando uno tiene una enfermedad grave no quiere que lo opere un médico bisoño”, señala un veterano diputado.
A pesar del marcado sesgo presidencialista que en España tienen todas las campañas electorales, la confianza también la puede transmitir el equipo. Zapatero maniobró hábilmente en 2004 cuando adelantó parte del que sería su equipo de Gobierno durante la campaña electoral, y sería una iniciativa de transparencia democrática que Sánchez lo imitara.
La confianza es la gran asignatura pendiente a ganar por el líder socialista ante el electorado
En el marco de transmitir confianza, hacia fuera y hacia adentro, el fichaje de Rodolfo Ares tiene tanta dimensión para la operativa política como el que pueda tener el de Jordi Sevilla para la programática. En julio se aprobó la composición del Comité Electoral, la auténtica dirección del partido en periodo de campaña y, como es tradición, el secretario de Organización del PSOE, César Luena, conserva la dirección de la estrategia política de la campaña como coordinador general, pero a su lado aparece, como vicecoordinador de programación, Rodolfo Ares.
El papel formal de Ares se limita a coordinar la agenda y los actos territoriales del candidato, pero nadie que conozca algo de la trayectoria del justamente llamado “Rubalcaba vasco”, que desde julio se ha instalado en Madrid, puede ignorar la gran capacidad política de quien lo ha sido todo en el socialismo vasco y se da por sentado que su implicación se hará notar más allá de sus atribuciones formales. Ares empezó poniendo sillas y terminó decidiendo quién se sentaba en cada silla.
Rubalcaba no pisa Ferraz, pero frecuenta los aledaños del paseo de Pintor Rosales, muy cerca de la sede socialista, y mantiene una relación fluida con Sánchez, con intervenciones directas en algunos casos como en la firma del acuerdo con el PP contra el terrorismo yihadista.
En el papel de hombre orquesta trabaja discretamente José Enrique Serrano, que fue director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno con Zapatero y también con Felipe González, y que antes pasó por el Ministerio de Defensa y por la vicepresidencia del Gobierno con Narcís Serra.
Ellos configuran una suerte de sanedrín del candidato socialista, que se amplía con el equipo de sabios que constituyó en junio. La implicación de cuadros en el nuevo proyecto socialista que encabeza Pedro Sánchez es uno de los retos en los que se afana la dirección, consciente de que muchos se han sentido expulsados a pesar de su voluntad de colaboración.
Está pendiente el contenido, que se dará a conocer en su versión programática definitiva en noviembre. Como señala el exministro José María Maravall (Las promesas políticas), los partidos políticos, singularmente algunos partidos, como el PSOE, “no pueden hacer promesas como si fueran candidatos virginales en pugna por el poder: llevan consigo una reputación que compendia su historial político”.
Y, finalmente, hay una cuestión sustancial a dilucidar por Pedro Sánchez ante el electorado. En los términos en que la planteó José Ortega y Gasset (Vieja y nueva política): “La política puede significar dos cosas: arte de gobernar o arte de conseguir el Gobierno y conservarlo. (…) Es un acto inmoral convertirse en conquistador del poder sin crearse previamente un ideal gubernativo. (…) La historia contemporánea de nuestro país ha hecho patente hasta qué punto de miseria puede llegar una política activa exenta de ideal político”.
Primero fue Jordi Sevilla, más tarde Rodolfo Ares y siempre Alfredo Pérez Rubalcaba, como más le gusta y donde mejor se desenvuelve, entre bambalinas. A medida que se aproxima el momento decisivo de intentar el asalto al palacio de La Moncloa, Pedro Sánchez se ha ido rodeando de veteranos fajados en las luchas electorales y en el manejo del poder en detrimento de la influencia de algunos de los jóvenes de los que se rodeó en la Ejecutiva tras hacerse con la secretaría general del partido.