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Pedro Sánchez y la ética de la responsabilidad
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Gonzalo López Alba

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Pedro Sánchez y la ética de la responsabilidad

El secretario general del PSOE, con la pasividad de sus barones, ha sumido a su partido en la parálisis al tiempo que contribuye a mantener el bloqueo de España

Foto: Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, durante una rueda de prensa. (Reuters)
Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, durante una rueda de prensa. (Reuters)

Apela Pedro Sánchez a “la ética y la ideología” para justificar su enrocamiento en el 'no' a la investidura de Mariano Rajoy, pero olvida en su argumentación el secretario general del PSOE (líder es otra cosa) la ética de la responsabilidad, aquella que deriva de actuar en función de las consecuencias. Las consecuencias no para él, sino para España, un país en ‘stand-by’ desde hace ocho meses, y de los españoles, que son insultados por los políticos cuando dicen que “hay que dar tiempo al tiempo” para fraguar acuerdos, frase que no oculta otra cosa que el tacticismo con el que actúan y su incapacidad, porque, si después de dos convocatorias electorales y todos los meses transcurridos se mantiene el bloqueo, solo puede ser por ineptitud o porque se están riendo de todos nosotros y esperan que acomodemos nuestro voto a sus deseos.

A Sánchez lo han dejado en evidencia esta semana Pablo Iglesias, Albert Rivera y los inquilinos del palacio de la Moncloa. El líder de Podemos reapareció para desvelar que su formación mantiene conversaciones con el PSOE con el objeto de explorar la posibilidad de “un gobierno de izquierdas” (con el concurso imprescindible de los nacionalistas, lo que ya pone en cuestión la propia denominación de la fórmula), lo que de inmediato fue negado oficialmente desde Ferraz de forma rotunda. ¿Quién miente? Fuentes de Podemos aseguran que las ha habido, con ese propósito aunque sin ningún papel ni nada parecido de por medio, entre Irene Montero y Rafael Mayoral, por su parte, y Antonio Hernando y Ángeles Álvarez, por parte de los socialistas, que niegan la mayor. Ante la inquietud desatada entre los barones de su partido por estos movimientos en la oscuridad, Sánchez dijo que habla con Iglesias “igual que con el resto de los dirigentes políticos”.

Podemos confirma las conversaciones con interlocutores socialistas para explorar un posible gobierno de ‘izquierdas’ si fracasa Rajoy

Pero hete aquí que el envoltorio de Sánchez lo desarmaron el líder de Ciudadanos, quien tras reunirse con Rajoy el jueves aseguró que no está hablando con el dirigente socialista, y los portavoces de Moncloa, desde la que se informó que el socialista rechazó reunirse con el candidato del PP hasta que se hubiera fijado la fecha de la investidura, lo que no ocurrió hasta la tarde de ese mismo día.

En esta interminable partida de mus en que se ha convertido la política española, el PSOE se ha dado ciego. Entre Sánchez y los barones lo han sumido en la parálisis. Sánchez porque, a tenor de lo anterior, mantiene viva la esperanza de poder intentar de nuevo convertirse en presidente del Gobierno, y los barones porque, pensando en el congreso pendiente para la renovación de la dirección, quieren que se estrelle. En lo único que coinciden uno y los otros es en el deseo de que Rajoy muerda el polvo. Pero ¿y después qué?

Aumentan las voces que apuntan a que el PSOE podría reconsiderar su posición en una tercera votación. Si esa hipotética reconsideración se orienta a hacer posible la investidura de Rajoy, entonces para qué seguir mareando la perdiz y dilatando lo que, al parecer, todo el mundo quiere: que gobierne el PP, porque así lo dijo una mayoría de españoles en dos convocatorias consecutivas a las urnas, pero con mi voto en contra.

Sánchez ha confundido el objetivo de “ganar” a Podemos con la estrategia de “ser” Podemos

Al cada vez más ostensible vacío político que ocupa Sánchez se añade el de los barones, que no han logrado recuperarse del varapalo que para ellos supuso su frustrado intento de destronarlo en diciembre del año pasado. Ninguno de los dirigentes regionales, incluida la presunta aspirante a sucederle, Susana Díaz, han dado muestras de más iniciativa, ideas, coraje o audacia. Todos se han encerrado en la misma habitación oscura y juegan al engaño, diciendo una cosa en privado (lo sensato sería facilitar la formación de gobierno, con condiciones o sin ellas) y otra en público (“no es no”).

No es cierto que falten argumentos para defender una abstención socialista. José María Maravall, exministro de Educación y teórico del mejor felipismo, los ofrece a puñados en el artículo que, bajo el título ‘El desconcierto’, publicó la semana pasada en el semanario ‘Ahora’. Para empezar, recuerda a Sánchez que, cuando admite que los españoles han decidido que el PSOE debe estar en la oposición, “es obvio que no puede haber oposición si no hay Gobierno”; y, para continuar, la situación permite al PSOE poner “algunas condiciones fundamentales” a cambio de su abstención, “sabiendo que, incluso sin ellas, al día siguiente las políticas pueden imponerse desde el Parlamento”. A la defensa de esa abstención condicionada se sumó esta semana, en declaraciones a La Sexta, el también exministro Miguel Sebastián, que en su día ayudó a Sánchez con su tesis doctoral.

Pero Sánchez ha confundido “ganar” a Podemos con “ser” Podemos, que apuesta por el “cuanto peor mejor”, como hizo el PP durante la segunda legislatura de Zapatero con la consigna de “que se caiga España, que ya vendremos nosotros a levantarla”. Y el PSOE no puede dejarse arrastrar al juego de Podemos si no quiere caer en la irrelevancia. Si quiere afianzar su hegemonía en la izquierda y reconquistar la mayoría social ha de hacerlo en el terreno de las ideas y de los argumentos. Como dice Maravall, el asunto “más grave” para el PSOE es “disponer de un proyecto de país articulado, ambicioso y creíble. Que conteste a la pregunta de en qué país creen ustedes que merecería la pena vivir. Solo entonces el PSOE podrá retornar a un proyecto político mayoritario. La razón de ser de ese proyecto son los ciudadanos, que necesitan una salida –no los políticos–”.

Al paso que va, Sánchez, que ya es alumno aventajado de Rajoy en ganar tiempo mientras los problemas se pudren, acabará haciendo bueno al presidente del PP, que ya es decir. Pero, mientras tanto, la deuda pública sigue batiendo récords, el déficit sin controlar, Cataluña pisando el acelerador de la secesión, España perdiendo prestigio internacional… Y, por el camino, los que recibieron la encomienda de solucionar esos y los otros muchos problemas que aquejan al país han conseguido poner en tela de juicio el papel del Rey, desacreditar la independencia de la presidencia del Congreso, cuestionar la función de los partidos políticos y, en definitiva, deteriorar la democracia. ¡Váyanse!

Apela Pedro Sánchez a “la ética y la ideología” para justificar su enrocamiento en el 'no' a la investidura de Mariano Rajoy, pero olvida en su argumentación el secretario general del PSOE (líder es otra cosa) la ética de la responsabilidad, aquella que deriva de actuar en función de las consecuencias. Las consecuencias no para él, sino para España, un país en ‘stand-by’ desde hace ocho meses, y de los españoles, que son insultados por los políticos cuando dicen que “hay que dar tiempo al tiempo” para fraguar acuerdos, frase que no oculta otra cosa que el tacticismo con el que actúan y su incapacidad, porque, si después de dos convocatorias electorales y todos los meses transcurridos se mantiene el bloqueo, solo puede ser por ineptitud o porque se están riendo de todos nosotros y esperan que acomodemos nuestro voto a sus deseos.

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