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Dos muescas más en el debe de Sánchez
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Gonzalo López Alba

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Dos muescas más en el debe de Sánchez

Las elecciones en País Vasco y Galicia confirman que el PSOE se ha convertido en un partido pequeño, sin fuerza de alternativa en media España

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sanchez, durante un mitin de su partido en la Alameda de Redondela, Pontevedra. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sanchez, durante un mitin de su partido en la Alameda de Redondela, Pontevedra. (EFE)

Dos muescas más para Pedro Sánchez, pero no donde querría tenerlas, en la culata de su pistola, sino en la columna del abultado debe de su gestión como secretario general del PSOE. Las elecciones de este domingo en País Vasco y Galicia confirmaron que la sangría socialista no se detiene y que el PSOE involuciona a la condición de partido minoritario, muy lejos de ser una alternativa creíble de gobierno en un territorio cada vez más extenso, media España. País Vasco y Galicia se suman a Cataluña, Madrid, Murcia, Navarra, La Rioja y Castilla y León, además de Cantabria y Canarias, donde subsiste cómodamente instalado como muleta de regionalistas y nacionalistas. La que un día fue casa común de la izquierda y opción real de gobierno, es tras cada convocatoria electoral un partido más pequeño y relegado a la oposición.

Pero no solo es un partido escindido electoralmente. Reproches, amenazas, represalias, desconfianza, conspiraciones, maniobras en la oscuridad… son los parámetros en los que se desenvuelve su vida cotidiana, y mucho tendrá que coser el próximo secretario general. Esa será su tarea inmediata para reconstruir el PSOE. La declaración hecha la semana pasada por Emiliano García-Page al ‘Huffington Post’ es tremenda: “Pedro Sánchez no puede criminalizar a los barones”. 'Criminalizar' al adversario político es un vocablo de máxima tensión dialéctica, que hasta ahora había sido de uso restringido para denunciar al enemigo externo, en este caso, al PP. Su uso entre quienes se presume que deben mantener una 'relación fraternal' es muy revelador del extremo a que se ha deteriorado la convivencia interna en el PSOE, porque hasta hace pocos meses el presidente de Castilla-La Mancha era uno de los pocos dirigentes con capacidad para relacionarse con Sánchez y con Díaz. Era el último hilo que enhebraba el traje.

Sánchez vive ensimismado por el espejismo que tuvo al poco de ser elegido secretario general, cuando con unos pésimos resultados electorales (es decir, y conviene recordarlo, con un bajísimo nivel de apoyo popular) el PSOE recuperó grandes cuotas de poder autonómico y municipal merced a su estrategia de pactos (algo que forma parte del haber histórico de la organización, pero que, aunque totalmente legítimo, equivale a ganar los partidos en los despachos, no en el terreno de juego).

Desde aquel momento luminar, Sánchez no ha hecho otra cosa que tragar sapos y hacer la cobra a sus adversarios. También en esto, como en ganar tiempo, ha demostrado ser el alumno más aventajado de Mariano Rajoy. De él ha tomado también su estrategia principal, acaso la única, porque lo demás es puro tacticismo: en política, resistir es vencer. Y esto pasa por tener un plan de fuga cada vez que se ve acorralado.

El PSOE es un partido escindido en la práctica y coserlo será la primera tarea para su reconstrucción

El plan que se ha filtrado de proponer al comité federal del sábado un congreso exprés con votación directa de los militantes el 23 de octubre, para así acudir a las previsibles elecciones de diciembre blindado con un nuevo mandato como secretario general, sería otro regate a los críticos, que se mueven con una lentitud pasmosa, como si despreciaran las armas y cualidades de Sánchez, que las tiene, o no pudieran dar crédito a la pericia maniobrera de su secretario general.

Si el sanedrín socialista le permitiera ejecutar este plan, habría abortado la posibilidad de que emerja una tercera vía que le dispute la bandera de lo nuevo, y a la vez (auténticamente) regenerador, para librar un duelo a muerte con Susana Díaz, la que fue su patrocinadora. Si se llega a ese punto, la presidenta andaluza no rehusará el órdago, no puede. Ya no dispone de más balas de fogueo, aunque no sea el escenario que habría querido.

Sánchez emula a Rajoy tragando sapos y haciendo la cobra a sus adversarios cada vez que lo acorralan

El apalancamiento de Sánchez en el 'no es no' a Rajoy unido a sus intentos de pactar un Gobierno alternativo con Podemos le permitirán colgar a la presidenta andaluza la etiqueta de que representa a la derecha del partido, y aunque ella nunca se ha pronunciado públicamente a favor de la abstención para la investidura de Rajoy, la ubicará emocionalmente como la cabeza visible de la facción que quería “entregar el Gobierno a la derecha”. Incluso podrá interpretar el papel de víctima y el de valedor de “las consultas directas a los militantes”. Un marco propicio para sus intereses en un contexto de radicalización de los afiliados.

No será fácil desbancar a Sánchez, pero si el intento se demora mucho, puede que para cuando ocurra ya solo queden escombros.

Dos muescas más para Pedro Sánchez, pero no donde querría tenerlas, en la culata de su pistola, sino en la columna del abultado debe de su gestión como secretario general del PSOE. Las elecciones de este domingo en País Vasco y Galicia confirmaron que la sangría socialista no se detiene y que el PSOE involuciona a la condición de partido minoritario, muy lejos de ser una alternativa creíble de gobierno en un territorio cada vez más extenso, media España. País Vasco y Galicia se suman a Cataluña, Madrid, Murcia, Navarra, La Rioja y Castilla y León, además de Cantabria y Canarias, donde subsiste cómodamente instalado como muleta de regionalistas y nacionalistas. La que un día fue casa común de la izquierda y opción real de gobierno, es tras cada convocatoria electoral un partido más pequeño y relegado a la oposición.

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