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El grupo parlamentario del PSOE se divide en tres subgrupos
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Gonzalo López Alba

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El grupo parlamentario del PSOE se divide en tres subgrupos

La mayoría oficialista convive con los fieles a Pedro Sánchez, aliados con los partidarios de Patxi López, y con los iconos del "voto en conciencia", como Margarita Robles y Odón Elorza

Foto: El diputado socialista Eduardo Madina habla con el presidente-portavoz de su grupo, Antonio Hernando, el pasado 20 de octubre en el pleno del Congreso. (EFE)
El diputado socialista Eduardo Madina habla con el presidente-portavoz de su grupo, Antonio Hernando, el pasado 20 de octubre en el pleno del Congreso. (EFE)

Es uno de los efectos colaterales de la crisis de la investidura. En el grupo parlamentario del PSOE en el Congreso se perciben claramente tres subgrupos: los oficialistas, que son clara mayoría, al margen del grado de comunión de cada diputado con las directrices marcadas por la gestora; los fieles a Pedro Sánchez, aliados con los seguidores de Patxi López como posible alternativa a su jefe de filas natural, entre los que figuran díscolos como César Luena, María González Veracruz o Adriana Lastra; ylos que han hecho de sí mismos iconos del “voto en conciencia”, como Margarita Robles, Zaida Canteray Odón Elorza, que han querido permanecer inmaculados mientras que el resto de sus compañeros de bancada se abstenía con arcadas.

La relación entre estos últimos y los sanchistas no es precisamente fluida, pero la tranquilidad convivencial se ha restaurado en gran medida en el seno del grupo parlamentario. Los plenarios del grupo han vuelto a reconducirse al debate de los asuntos incluidos en el orden del día, sin traspasar esta frontera. Y, hecho el reparto de premios y castigos disciplinarios, la gestora busca ahora recuperar la normalidad con gestos de apaciguamiento como el nombramiento para la vicepresidencia de la Comisión Constitucional de la catalana Meritxell Batet, elegida también para formular la semana pasada una de las preguntas al Gobierno, aunque el turno que sirve de escaparate a los parlamentarios debiera aprovecharse mejor para testar y promover a nuevos portavoces socialistas.

El PSOE recupera la oposición útil pactando con el Gobierno y promoviendo reformas con otros grupos

Antonio Hernando manifestó síntomas de no encontrarse. Después de haber elevado a categoría ética el “no es no” a la investidura de Mariano Rajoy, el batiburrillo en el que se perdió en su cara a cara del miércoles con el presidente evidenció lo difícil que es encontrar acomodo cuando se ha retorcido el cuerpo como un muñeco de goma. Todavía debe estar preguntándose en qué momento se jodió lo suyo.

¿Se gobierna desde el Parlamento?

Las grandilocuencias declarativas a las que con tanta frecuencia sucumben los políticos chocan con los límites de la realidad. Tras la grandilocuencia del “no es no” vinieron otros grandilocuentes a proclamar la buena nueva de que a partir de ahora “se gobernará desde el Parlamento”. ¿Se gobierna desde el Parlamento? No. Se gobierna desde el Gobierno; desde el Parlamento se legisla. Recuerdo tan elemental no es anecdótico ni superfluo porque las grandes expectativas son la incubadora de las grandes frustraciones.

El poco tiempo parlamentariamente hábil transcurrido desde el comienzo de la legislatura ha permitido demostrar que, sin embargo, son muchos los cambios que se pueden promover desde la oposición. El PSOE ha estado en el centro de la primera gran rectificación del Gobierno: la paralización de la Lomce, que no pierde valor por haber sido la contrapartida anticipada por Rajoy a la abstención socialista en su investidura. Además, ha arrancado al Gobierno una subida histórica del 8%en el salariomínimo interprofesional y alcanzado un acuerdo sobre el establecimiento de la senda de déficit en un 0,6%del PIB para las comunidades autónomas, una décima más de lo que quería el Ejecutivo y que supondrá cientos de millones más para políticas sociales. Y ha promovido con otros grupos políticos una proposición de ley para derogar los aspectos más reaccionarios de la ‘ley mordaza’.

Antonio Hernando manifiesta síntomas de no encontrarse, como si continuara preguntándose en qué momento se jodió lo suyo

Estos episodios encadenados han situado al PSOE en el liderazgo de la oposición, de una oposición útil a las reivindicaciones sociales y a los intereses de los ciudadanos. Pero no deben olvidar los grandilocuentes que el Gobierno tiene derechos de veto, singularmente en lo que afecta a las políticas de gasto.

El Parlamento tiene mucho trabajo que hacer si sus señorías se ponen a ello. Y parte de ese trabajo es el desafío de recuperar la centralidad del debate político. Pero no parece que esta se encuentre en el IVA de los condonesni en exhumar a Montesquieu, como malinterpretaron esta semana en la sesión de control al Gobierno los portavoces de ERC, Gabriel Rufián, y Podemos, Pablo Iglesias, en sus preguntas al presidente. Tres preguntas desperdiciadas, tres porque la de Antonio Hernando no dio para más.

Si el Parlamento quiere recuperar el prestigio perdido, ha de revertir el retrato que de la política al uso hizo el catedrático Daniel Innerarity en 2004: "En política lo decisivo es cada vez más una escenificación en la que los electores son espectadores, y los votos, cuota de pantalla. Las clásicas funciones del Parlamento, su mediación y su función de control, han ido a las formas extraparlamentarias de la escenificación mediática”(‘La sociedad invisible’).

Es uno de los efectos colaterales de la crisis de la investidura. En el grupo parlamentario del PSOE en el Congreso se perciben claramente tres subgrupos: los oficialistas, que son clara mayoría, al margen del grado de comunión de cada diputado con las directrices marcadas por la gestora; los fieles a Pedro Sánchez, aliados con los seguidores de Patxi López como posible alternativa a su jefe de filas natural, entre los que figuran díscolos como César Luena, María González Veracruz o Adriana Lastra; ylos que han hecho de sí mismos iconos del “voto en conciencia”, como Margarita Robles, Zaida Canteray Odón Elorza, que han querido permanecer inmaculados mientras que el resto de sus compañeros de bancada se abstenía con arcadas.

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