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El dolor de cabeza (con rastas) de Podemos en Canarias
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Jaime Pérez-Llombet

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El dolor de cabeza (con rastas) de Podemos en Canarias

Rodríguez preocupa a los estrategas de Podemos en el archipiélago y estos le afean sus movimientos y decisiones desde que se viera obligado a abandonar su escaño en el Congreso de los Diputados

Foto: Alberto Rodríguez en la presentación de 'Proyecto Drago'. (EFE/Ángel Medina G.)
Alberto Rodríguez en la presentación de 'Proyecto Drago'. (EFE/Ángel Medina G.)
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La simultánea de ajedrez preelectoral que PSOE y Podemos están jugando estos días —con el tablero cubierto de pancartas y eslóganes que les evite perder el voto feminista, en particular, y el de la izquierda, en general— se mueve en Canarias en otras coordenadas, que condicionarán los resultados de los morados tanto en las elecciones autonómicas y locales como en las generales. En las Islas, la pieza de ajedrez que puede marcar el desarrollo de la partida tiene nombre y apellidos: Alberto Rodríguez.

Foto: Íñigo Errejón y Alberto Rodríguez, en el Congreso. (EFE/Sergio Barrenechea )

A finales de diciembre, la secretaria de Organización de Podemos, Lilith Verstrynge, lo tachó de beligerante y encajó su proceder en el registro de las malas formas. Estas críticas vieron la luz apenas una semana después de que el portavoz de los morados, Pablo Fernández, lo invitara públicamente a adaptarse e integrarse si su intención última fuera incorporarse a la coalición electoral que en las Islas tutela el proyecto del que Rodríguez formó parte, llegando a ser el número tres de la formación que abandonó, lo abandonó o ambas cosas, dependiendo de quién o quiénes lo expliquen.

Cada vez que a los dirigentes nacionales o regionales de Podemos se les pregunta por Alberto Rodríguez —ex Secretario de Organización y de meses a esta parte impulsor del proyecto Drago Verdes Canariasa los dirigentes de Podemos se les reproduce el dolor de cabeza que genera tenerlo fuera de su órbita, volando libre, lejos de la casa más o menos común donde los morados quieren tener acogidas a las corrientes, sensibilidades y líderes de las izquierdas que se mueven a la izquierda del PSOE —en Canarias, por ejemplo—.

Foto: El exsecretario de Organización de Podemos Alberto Rodríguez. (EFE/Ángel Medina G.)

Rodríguez preocupa a los estrategas de Podemos en el archipiélago, y particularmente a quienes en filas moradas siguen al pie de la letra el guión que puertas adentro se ha decretado para hablar en público de Alberto, del compañero Alberto. De aquel al que defendieron o no, al que dejaron caer o no, al que se quitaron de encima o no, al que han perdido para siempre o sí, al que coral y tácticamente culpan de entorpecer la unidad de la izquierda en las Islas, a quien puede que también se les cruce en la carretera y en las papeletas cuando doblen las campanas de las elecciones generales. Alberto, el compañero Alberto al que aluden de esa forma con más disciplina que emoción; lo tachan de beligerante para acto seguido —cumpliendo con el manual de estilo que los morados— activar un cóctel de cal y arena, palo y zanahoria del amor en los tiempos del cólera, afeándole sus movimientos y decisiones desde que se viera obligado a abandonar su escaño en el Congreso de los Diputados.

Saben en Podemos que Alberto Rodríguez dejó de ser un diputado entre tantos el mismísimo día en que, allá por 2016, coincidiendo con la sesión constituyente de la Cámara Baja, el parlamentario canario fue carne de conversaciones, crónicas o contracrónicas en pasillos, pleno y medios de comunicación por su peinado, por las rastas que lo convirtieron en uno de los parlamentarios más conocidos y reconocibles tanto en la península como en el archipiélago.

Foto: El exdiputado de Unidas Podemos Alberto Rodríguez. (EFE/Ramón de la Rocha)

La anatomía del instante de Rodríguez tuvo su pistoletazo en la mirada desconcertada del entonces presidente en funciones, Mariano Rajoy. A partir de ahí, de ese momento, Alberto Rodríguez cabalga sobre una proyección pública que los episodios que lo dejaron sin escaño, en primer término, y su adiós a Podemos, en segundo lugar, se encargaron de multiplicar hasta convertirlo en uno de los parlamentarios más conocidos y, en el caso de las Islas, en uno de los dirigentes más inquietantes a ojos de quienes aspiran a ganarse o mantener la confianza de quienes habitualmente votan a la izquierda de la izquierda que ocupa el PSOE.

Alberto Rodríguez no se sumará a la confluencia que en las Islas apadrinan los morados

Alberto Rodríguez no se sumará a la confluencia que en las Islas apadrinan los morados, dejando así a Podemos sin la deseada candidatura de unidad a la Cámara regional y a otras instituciones en el inminente mayo electoral, con el consiguiente eco u onda expansiva que ese desencuentro deja en sondeos que anuncian un retroceso de la formación que en Canarias lidera Noemí Santana, en la actualidad consejera en el Ejecutivo regional y candidata a la Presidencia del Gobierno. Así se explica el dolor de cabeza que Rodríguez genera a sus antiguos compañeros de filas. De ahí que siembren la idea de que es él a quien cabe responsabilizar de que las izquierdas no concurran en mayo todas a una.

Foto: El exsecretario de Organización de Podemos Alberto Rodríguez, junto a varios aliados presentando proyecto Drago. Entre ellos, Héctor Morán, muy cercano a la ministra de Trabajo. (EFE/Ángel Medina G.)

Rodríguez no entra al trapo. Lejos de confrontar, tanto él como quienes lo acompañan en el proyecto que está impulsando se confiesan sorprendidos por el tono que Podemos utiliza cuando lo nombran o se lo nombran, y creen conocer la razón: Alberto preocupa, a Podemos le inquieta que no se deje envolver para tenerlo en su redil y por eso optan por culparlo de posibles males electorales.

Quienes trabajan con quien es la cara visible del proyecto Drago se revuelven sobre sí mismos cuando escuchan o leen que la fragmentación de la izquierda en las Islas es responsabilidad de Alberto, de Alberto Rodríguez, del diputado de las rastas que acabó siendo sin pretenderlo uno de los protagonistas de aquella sesión constitutiva. Se rebelan contra ese relato y advierten de que el proceso que está impulsando quien llegó a ocupar la Secretaría de Organización de Podemos, Drago Verde Canarias, no es fruto de una pataleta de Rodríguez sino el resultado de un proceso de reflexión que echó a andar antes de que la presidenta del Congreso le comunicara un oficio del presidente del Supremo que comportó, después de un tira y afloja en la línea que separa o une lo político con lo judicial, la pérdida de la condición de diputado como consecuencia última de la sentencia que resucitó un incidente protagonizado años antes por el parlamentario.

Foto: El exsecretario de Organización de Podemos Alberto Rodríguez. (EFE/Ángel Medina G.)

¿Qué es el proyecto Drago Verdes Canarias?, ¿por qué deja de lado el color morado para pisar el acelerador hacia los tonos verdes? Quienes acompañan a Alberto Rodríguez Rodríguez en el proceso que ha desembocado en Drago —denominación de un árbol que constituye una referencia con un altísimo valor simbólico y cultural en Canarias— aseguran que el proyecto nace a raíz de contactos y reuniones anteriores a los acontecimientos que acabaron con el diputado perdiendo su escaño.

Quienes están participando en el proyecto Drago nunca han militado en formaciones políticas

Aunque de forma mayoritaria quienes están participando en el proyecto Drago nunca han militado en formaciones políticas, tampoco en Podemos, la propuesta que encabeza Alberto Rodriguez ve la luz porque sus prescriptores entienden que los mecanismos de funcionamiento y participación de los morados han dejado de funcionar —han fracasado, llegan a decir— y, a partir de ahí, concluyen que Podemos ya no representa ni está en condiciones de ser una herramienta capaz de aglutinar colectivos, sensibilidades e ideas. A juicio de aquellos que acompañan al exdiputado, Podemos ha renunciado al atrevimiento e incorporado hace cuatro años al Gobierno de Canarias lejos de mejorar los indicadores de pobreza o los servicios públicos se ha dejado amordazar y están silenciando una problemática social que no ha dejado de crecer.

Foto: El exsecretario de Organización de Podemos Alberto Rodríguez. (EFE/Ángel Medina G.)

Como alternativa esa forma de hacer, proyecto Drago concurrirá en las elecciones de mayo al Parlamento, cabildos insulares y a las principales ciudades del archipiélago, y lo hará abanderando sin complejos un modelo de sociedad —una forma de entender Canarias, dicen— que ponga el foco en las consecuencias de la carga demográfica que soportan las Islas, apostando por otras formas de gobernanza, por energías renovables y actividades económicas alternativas. Desmienten que representen por activa o pasiva corrientes antisistema y dicen contar en sus filas con profesionales, universitarios preferentemente, de entre veinticinco y cuarenta años, a los que se suman perfiles con una larga trayectoria ecologista con más cabeza que utopías sobre los hombros. Distintos colectivos están reagrupando cuatro décadas después corrientes de pensamiento que ahora miran más a Canarias que a Europa y que, a la vista de las encuestas que manejan otras formaciones, será el dolor de cabeza con rastas que soportará Podemos en las Islas de aquí a las urnas de mayo.

La simultánea de ajedrez preelectoral que PSOE y Podemos están jugando estos días —con el tablero cubierto de pancartas y eslóganes que les evite perder el voto feminista, en particular, y el de la izquierda, en general— se mueve en Canarias en otras coordenadas, que condicionarán los resultados de los morados tanto en las elecciones autonómicas y locales como en las generales. En las Islas, la pieza de ajedrez que puede marcar el desarrollo de la partida tiene nombre y apellidos: Alberto Rodríguez.

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