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Jaime Pérez-Llombet

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¿Qué fue de La Palma después del volcán?

La especulación en terrenos urbanos convierte en un sueño muchas veces irrealizable dar con un precio razonable para edificar en parcelas más o menos cercanas, de ahí que muchos vecinos prefieran vivir sobre un mar de lava

Foto: Cumbre Vieja. (EFE/Luis G Morera)
Cumbre Vieja. (EFE/Luis G Morera)
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Ricardo Camacho, vecino del Valle de Aridane, podrá construir su casa sobre la lava del volcán que en septiembre de 2021 cambió vidas y paisajes. Lo hará donde su casa desapareció hace ahora veinte meses. Justo en el mismo sitio, pero dos metros más alta por la altura de la colada en su solar. Ricardo será el primero en obtener licencia para edificar sobre el mar de lava, colada que engulló su casa al entrar en erupción un volcán bautizado por partida doble, Cumbre Vieja o Tajogaite. La obra requerirá, entre otras exigencias, comprobar la temperatura del suelo que pisa, terreno que en algunos puntos del Valle sigue registrando 600 grados. Hay otras licencias en camino, pocas.

Al siguiente pleno del Ayuntamiento irán otras dos, y así hasta diez permisos para volver a habitar terrenos a los que la lava arrebató recuerdos, luz, agua y saneamiento. Ha llovido mucho desde aquellos primeros meses en los que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, viajó a la Isla de forma compulsiva, una y otra vez. Fueron semanas marcadas por la erupción y por la presencia constante de ministros anunciando otro volcán de recursos para compensar a los vecinos afectados, algunos condenados al exilio en otro municipio u otras Islas.

Foto: El líder nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, con el presidente del Cabildo de La Palma, el popular Mariano Hernández Zapata, en su último encuentro en Madrid. (Cedida)

Camacho ha tenido suerte, otros no tanta. La especulación en terrenos urbanos convierte en un sueño muchas veces irrealizable dar con un precio razonable para edificar en parcelas más o menos cercanas, de ahí que muchos vecinos prefieran vivir sobre un mar de lava —con las complicaciones que conlleva—. La planificación brilla por su ausencia dieciséis meses después del final de la erupción. En principio solo pueden reconstruirse las casas hasta el borde de la colada, sobre el límite del mar de lava —así se establece en el decreto correspondiente—, pero tampoco hay claridad ni unidad de criterio suficiente sobre este extremo. Si las condiciones lo permiten, hay acceso a los servicios básicos y algún arquitecto firma el proyecto se puede construir, no sin convivir con algunas dudas que las corporaciones locales no acaban de despejar. Escasean las certezas cuando se vive junto a la zona de exclusión.

Foto: Foto: EFE/Luis G. Morera.

Durante semanas, mientras el volcán continuó vomitando lava sobre el Valle, y después, el conjunto del país miró fijamente hacia La Palma. El espectáculo visual que envuelve lo que a todas luces es una catástrofe, los testimonios de vecinos a los que la lava expulsó de sus días, rutinas o economías, y la presencia permanente de responsables públicos de la Administración del Estado —siempre acompañados por una comitiva de políticos locales— situó a una altura exigente el listón de las expectativas y soluciones. Se sembró la idea de que la vida volvería a su sitio (al Valle) pronto y bien. No ha sido así. Tampoco en una situación tan extraordinaria la maquinaria administrativa —con procedimientos y vicios enquistados, hábitos propios de siglos pasados— ha sido capaz de avanzar a la velocidad requerida, al ritmo o con la agilidad que cabe esperar. Hay quienes en la Isla, afectados o no, consideran que las cosas se han hecho rematadamente mal (no es cierto) o estupendamente bien (tampoco). La maldición de la tela de araña administrativa ha vuelto a imponer sus ritmos decimonónicos y la indefinición ha hecho el resto del trabajo sucio.

Foto: Volcán de La Palma. (Alfonso Escalero)

Los gobiernos implicados han realizado un esfuerzo que no siempre acaba de traducirse en soluciones efectivas (ni eficientes). Se ha pecado de indecisión e inconcreción. El frente común inicial de las administraciones estatal, autonómica, insular y municipales dio paso a los previsibles roces y recelos, ora por afán de protagonismo, ora por temor a que la gestión del después del volcán pasara factura cuando abrieran los colegios electorales, ora porque cuando todas las administraciones tienen una cuota de responsabilidad o competencia, al llegar las críticas vecinales ninguna parece querer dar la cara para asumir sus responsabilidades y competencias. Veinte meses después, algunas decisiones equivocadas —en vivienda, por ejemplo— han ralentizado de forma notable la materialización de respuestas en el Valle de Aridane.

En términos generales, las encuestas profetizan que saldrán mejor parados quienes han estado en labores de gobierno

A las puertas de las elecciones autonómicas y locales, y con las generales doblando la esquina, los sondeos auguran que el volcán no premiará ni castigará de forma significativa a los actores principales o secundarios. Los alcaldes y alcaldesa del Valle han estado durante y después de la erupción al pie del cañón, sobre el terreno, gestionando la frustración e impaciencia de quienes, afectados directos o indirectos, entienden que se avanza demasiado despacio con las acciones y ayudas anunciadas.

En términos generales, las encuestas profetizan que saldrán mejor parados quienes han estado en labores de gobierno, no así aquellos que han lidiado con la situación desde la oposición. El presidente del Cabildo, Mariano Hernández Zapata, del PP, parece crecer a la sombra del volcán a pesar de que siendo socialistas los gobiernos estatal y autonómico pudo ser engullido por una pinza que no lo fue. Se espera que el PP gane y mejore sus resultados electorales en la Isla, y no parece que la gestión de la crisis del volcán vaya a penalizar al PSOE, si bien es cierto que los palmeros tampoco premiarán a los socialistas a pesar del despliegue tan presencial como audiovisual de Sánchez y sus ministros.

Foto: Volcán de La Palma. (EFE/Esteban Biba)
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El volcán engulló viviendas y fincas. Canalizaciones e infraestructuras básicas fueron arrasadas por la lava, borradas del mapa. Muchas propiedades se evaporaron porque, a diferencia de los incendios, las coladas se tragan sin masticar las escrituras de los solares. Los gases mantienen algunas zonas clausuradas, prohibido el paso. Inquilinos de volcanes, en las Islas se convive con la posibilidad de sufrir la siguiente catástrofe. Más allá del espectáculo visual o del paisaje lunar que una erupción trae consigo, los volcanes dejan heridas, facturas y pérdidas a su paso.

Con todo, los volcanes también abren ventanas a la oportunidad de aprovechar lo ocurrido para repensar una Isla con un modelo económico del siglo pasado, abriéndola a otras actividades, aprovechando el protagonismo que le dio el volcán para ofrecerse a los turistas nacionales o extranjeros como un destino capaz de brindarles una experiencia diferente. Nada se ha hecho en esa dirección. Ya se está llegando tarde o, peor aún, ya no se llegará a esa oportunidad. Nadie está repensando la Isla. Tampoco se está planificando adecuadamente. Con los cinco sentidos en lo inmediato nadie está poniendo las luces largas, el medio o largo plazo. Nadie se atreve a proponer un plan innovador, de futuro, para una Isla condenada a perpetuarse en su zona de confort, en un modelo económico del siglo pasado.

Ricardo Camacho, vecino del Valle de Aridane, podrá construir su casa sobre la lava del volcán que en septiembre de 2021 cambió vidas y paisajes. Lo hará donde su casa desapareció hace ahora veinte meses. Justo en el mismo sitio, pero dos metros más alta por la altura de la colada en su solar. Ricardo será el primero en obtener licencia para edificar sobre el mar de lava, colada que engulló su casa al entrar en erupción un volcán bautizado por partida doble, Cumbre Vieja o Tajogaite. La obra requerirá, entre otras exigencias, comprobar la temperatura del suelo que pisa, terreno que en algunos puntos del Valle sigue registrando 600 grados. Hay otras licencias en camino, pocas.

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