Es noticia
El temor a que Marruecos se cuele en la campaña electoral
  1. España
  2. Islas Canarias
Jaime Pérez-Llombet

Con siete puertas

Por

El temor a que Marruecos se cuele en la campaña electoral

Las tragedias que se han acumulado estas últimas semanas no tienen espacio en las entrevistas, tampoco en los debates que van sucediéndose en una campaña que comenzó hace meses

Foto: Migrantes tras ser rescatados por Salvamentos Marítimo en aguas cercanas a Lanzarote. (EFE/Adriel Perdomo)
Migrantes tras ser rescatados por Salvamentos Marítimo en aguas cercanas a Lanzarote. (EFE/Adriel Perdomo)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Treinta y seis inmigrantes han muerto ahogados después de doce horas suplicando que llegaran (sin llegar) a rescatarlos, pero al otro lado de la pared —donde trabajan los equipos que guionizan la campaña electoral— solo se escucha el silencio que candidatos y asesores imponen para envolver la gestión de este incidente, en particular, y de la inmigración en términos generales. La descoordinación alargó medio día la angustia que terminó tragedia, cerca de Canarias. Una embarcación estaba a solo una hora de los inmigrantes, Marruecos a doce horas. Se decidió que se encargaran del operativo quienes estaban once horas más lejos. Treinta y seis muertos. Silencio. El escándalo no ha merecido un hueco en las estanterías de la campaña electoral. Ni condolencias ni exigencia de responsabilidades. El Defensor del Pueblo investiga el naufragio de la zódiac que se dirigía al archipiélago. Las ONG denuncian el bloqueo de información entre Marruecos y España. Otra tragedia más. Y otra. Entre otras la muerte de una mujer embarazada que viajaba en una neumática junto a otros cincuenta y dos inmigrantes. Silencio.

La autopista de agua que lleva a Canarias no siempre llega a las Islas. Zarpan. Naufragan. Caen al océano. No llegan las ayudas. Mueren —o sobreviven, unos cuantos—. Sorprendentemente (o no) en la campaña electoral que protagonizan partidos, candidatos y estrategas nada se dice sobre lo que está ocurriendo en el mar que nos rodea. El repunte de la inmigración no está en las partituras de los mítines. Las tragedias que se han acumulado estas últimas semanas no tienen espacio en las entrevistas, tampoco en los debates que van sucediéndose en una campaña que comenzó hace meses. Los principales partidos prefieren una campaña cómoda, orillando algunos contenidos. Optan por debates de digestión fácil y huyen de riesgos evitables como el de la inmigración, no vaya a ser que una cosa lleve a la otra y Marruecos termine colándose en la campaña electoral.

Foto: El buque de Salvamento Marítimo Guardamar Polimnia ha rescatado este jueves a 54 personas de origen magrebí. (EFE/Adriel Perdomo)

¿Por qué se silencia el drama de la inmigración?, ¿cómo es posible que lo que está ocurriendo en la ruta canaria de los migrantes no merezca la más mínima atención por parte de los principales partidos o de sus candidatos?, ¿qué más tiene que pasar para que entren en campaña las responsabilidades o irresponsabilidades de España y de la Unión Europea en la gestión del seguimiento, vigilancia, salvamento, información o esfuerzos materiales y humanos que requiere un fenómeno migratorio que aunque parezca lo contrario nos incumbe?

El silencio sobre un asunto de Estado que requiere la participación y colaboración de otros países, y de la UE, ha alcanzado la categoría de transversal. Salvo sobre el terreno, en las Islas, con algunas quejas y preguntas de Coalición Canaria, los partidos comparten el sonido del silencio. Al parecer, no toca. No interesa. No hay hueco. No es asunto. No hay asunto. La campaña va por otro carril. El drama de las tragedias en el mar, fenómeno interminable que en el transcurso de las legislaturas se cuela en las sesiones parlamentarias (cuando algún percance merece la atención de los medios de comunicación) no parece interesar a quienes deciden qué campaña les hace falta y qué campaña no les interesa. Salvo esporádicas y tímidas alusiones a lo que ha pasado estas últimas semanas en el mar que une o separa al continente africano y Canarias, un manto de silencio transversal —participado por todos— parece imponer su ley.

Malos tiempos para detenerse en fracasos que sitúen delante del espejo al bipartidismo

La política no se da por aludida. Malos tiempos para detenerse en fracasos que sitúen delante del espejo al bipartidismo y, a peor, que pueda servir en bandeja —a la derecha de la derecha, particularmente— discursos que calen en algunas habitaciones del electorado, llenándolas de humedades y votos de última hora. Nada se dice aunque pase de todo. Los últimos capítulos en el mar han sido particularmente dolorosos, y vergonzantes. Reacciones tímidas. Cruce de acusaciones. Responsabilidades compartidas. Sálvase quien pueda.

Salvamento Marítimo se defiende diciendo que hasta el último momento no tuvo constancia de que los ocupantes de la neumática estuvieran en peligro y, por si alguien pone el foco en la labor de la parte contratante española, afirman que el rescate era cosa del vecino marroquí. Ambos países deben coordinarse sobre quién procede, auxilia y asume la emergencia. Se suceden los episodios y los ángulos muertos de la descoordinación. Estos últimos días no han sido distintos. En su comunicado, Salvamento ha advertido que al haber la mitad de distancia al Sahara que a Canarias, Marruecos asume la movilización de los medios. Al otro lado, en la costa marroquí, no lo ven tan claro. Todo parece moverse en un mar de dudas menos las consecuencias del desaguisado. Hay tecnología suficiente para evitar el fracaso de llegar siglos después al incidente. Tecnología sí, capacidad al parecer no tanta.

Foto: Un grupo de inmigrantes a su llegada al puerto de Arguineguín. (Reuters/Borja Suárez)

Cabría preguntarse, sabiendo que las respuestas no llegarán, en qué y cómo han mejorado los medios materiales y humanos que hacen falta para mejorar la información y la reacción, qué se ha hecho de años a esta parte —desde Madrid o Bruselas, con países terceros— con el objetivo de ponérselo más difícil a las mafias que mueven los hilos y más fáciles a quienes se juegan la vida en el mar intentado salvárselas a los que intentan llegar sobre barcos de papel. En apenas una semana, Canarias —luego, España— ha despertado a un repunte migratorio, al incremento de embarcaciones en las aguas que nos rodean, en el mar que devoró a una embarazada o a treinta y seis personas que murieron esperando durante casi medio día pese haber sido localizadas, y teniendo a poco más de una hora de distancia a una embarcación de Salvamento Marítimo. Con el Gobierno de perfil electoral, cruzando los dedos para que el fracaso no se les cuele en la campaña, flota en el aire que también esta vez la prioridad es no molestar al vecino, no vaya a ser que Marruecos se cuele en la campaña electoral. Las aguas solapadas (en el dialecto de los protocolos que parecen firmarse en barras de hielo) también solapan responsabilidades y silencios. Tampoco la oposición que aspira dejar de serlo para regresar a las tareas de gobierno parece especialmente interesada en averiguar qué pasó días atrás o, ya puestos, qué se ha hecho de años a esta parte para mejorar la seguridad, seguimiento y capacidad de reacción en las autopistas de agua por donde circulan inmigrantes embarcados en ataúdes flotantes.

Quienes huyen del hambre o de la violencia no embarcan con la curiosidad de quienes pagan cantidades desorbitadas de dinero para ver los restos de un trasatlántico hundido. Los inmigrantes dan más de lo que tienen para que los dejen subir a embarcaciones que los lleven a Canarias y, una vez en las islas, dar el salto al continente, a la península o a los países donde los esperan familiares o amigos. Lo suyo no es curiosidad, es urgencia y desesperación. Sus travesías no son algo puntual o inesperado. Se sabe. Las rutas son conocidas. También los puntos de la costa donde embarcan. Llegar un minuto antes de la tragedia no siempre es posible, pero llegar doce horas después de saltar las alarmas es inadmisible. Tanto como el manto de silencio con el que los candidatos acallan lo que estas semanas y días está ocurriendo en la ruta canaria de la inmigración africana. Se ve que no toca. No interesa. No votan. No están. Son, pero no. Están, pero tampoco. Nos incumbe —y no, al parecer—. La campaña electoral va por otro carril, no es momento de que los focos giren hacia el mar, no vaya a ser que Marruecos termine colándose en la campaña electoral.

Treinta y seis inmigrantes han muerto ahogados después de doce horas suplicando que llegaran (sin llegar) a rescatarlos, pero al otro lado de la pared —donde trabajan los equipos que guionizan la campaña electoral— solo se escucha el silencio que candidatos y asesores imponen para envolver la gestión de este incidente, en particular, y de la inmigración en términos generales. La descoordinación alargó medio día la angustia que terminó tragedia, cerca de Canarias. Una embarcación estaba a solo una hora de los inmigrantes, Marruecos a doce horas. Se decidió que se encargaran del operativo quienes estaban once horas más lejos. Treinta y seis muertos. Silencio. El escándalo no ha merecido un hueco en las estanterías de la campaña electoral. Ni condolencias ni exigencia de responsabilidades. El Defensor del Pueblo investiga el naufragio de la zódiac que se dirigía al archipiélago. Las ONG denuncian el bloqueo de información entre Marruecos y España. Otra tragedia más. Y otra. Entre otras la muerte de una mujer embarazada que viajaba en una neumática junto a otros cincuenta y dos inmigrantes. Silencio.

Noticias de Canarias Noticias de Marruecos Elecciones Generales
El redactor recomienda