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El final de la Transición: 43 aniversario
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Francesc de Carreras

La funesta manía de escribir

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El final de la Transición: 43 aniversario

Pasar de una dictadura a una democracia parlamentaria es llevar a cabo una transición. Así pues, se piense lo que se piense, el término transición está bien empleado

Foto: Don Juan Carlos I y el rey Felipe VI. (AP/Andres Kudacki)
Don Juan Carlos I y el rey Felipe VI. (AP/Andres Kudacki)

Continuamente hablamos de la Transición política, un período de la historia reciente de España del cual no precisamos, en muchos casos, sus límites temporales. Se trata sin duda de una cuestión discutible, el término transición es indeterminado y su significado depende de la perspectiva desde la cual se aborde. En estos últimos días, con el embrollo de la desdichada ley de Memoria Democrática mezclada incomprensiblemente con la ley de Amnistía de 1977, el tema ha vuelto a la palestra. Permítanme formular, con ánimo polémico, algunas consideraciones.

No hace falta recurrir al diccionario de la RAE para entender que el término transición, en abstracto, significa el paso de una situación determinada a otra muy distinta. Ciertamente, por tanto, pasar de una dictadura a una democracia parlamentaria es llevar a cabo una transición. Así pues, se piense lo que se piense de este período de la historia española, el término transición está bien empleado. Ahora bien, ¿qué período abarca? ¿Cuándo empieza y cuándo acaba? Ahí es donde las distintas posiciones pueden diferir.

Según mi punto de vista, la Transición comienza el 1 de julio de 1976, con el primer Gobierno Suárez, y termina con el referéndum de ratificación del 8 de diciembre de 1978. Ambas fechas, sin embargo, pueden cuestionarse.

Hay alternativas razonables a considerar como el inicio de la Transición al día en que el Rey designa como presidente a Adolfo Suárez

La primera se puede retrasar al 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte de Franco, al ser nombrado Don Juan Carlos Rey de España. Aquel día, en su primer mensaje a la nación, el nuevo monarca dio alentadoras muestras de próximos cambios democráticos aunque de forma inconcreta y, por supuesto, sin trascendencia legal alguna. También se podría sostener que la Transición empezó con la habilísima y decisiva Ley para la Reforma Política que se añadió a las siete anteriores leyes fundamentales sin derogar expresamente ninguna de ellas pero vaciándolas a todas de su contenido sustancial. O también podría situarse este inicio en el 15 de junio de 1977, día en que celebraron las primeras elecciones democráticas y se eligieron unas Cortes que resultaron ser constituyentes.

Hay, por tanto, alternativas razonables a considerar como el inicio de la Transición al día en que el Rey designa como presidente del Gobierno a Adolfo Suárez. Pero a mi modo de ver, este es el momento clave de todo el proceso porque es entonces cuando el Rey demuestra su independencia respecto al pasado franquista —y tanto da Arias Navarro como Fraga Iribarne—, nombra a un presidente todavía sin personalidad formada suficiente que le obedecerá sin dudarlo y en ese momento Don Juan Carlos se pone al mando de la reforma institucional que nos conducirá a la democracia. Se acaba el posfranquismo —Arias Navarro— y se inicia la Transición.

Foto: Adolfo Suárez visita la Casa Blanca, en 1977, junto a Jimmy Carter (EFE)

Respecto a cuándo acaba esta Transición, en mi opinión el 6 de diciembre de 1978 —mañana se cumplirán 43 años—, también puede ser discutible. Aunque este referéndum del 6 de diciembre ratifica la Constitución, esta no entra en vigor hasta el 29 del mismo mes. También podríamos decir que es en esta fecha cuando la Transición termina. Pero la carga simbólica de que la Constitución sea aprobada por el pueblo creo que demuestra claramente que la democracia ha sido conquistada, el pueblo ha hablado y esto debe pesar más que la vigencia o no de la Constitución.

Por otro lado, apostar por que el texto constitucional ya era conocido desde final de octubre cuando fue aprobado por la comisión mixta Congreso-Senado es todavía un argumento más débil, ya que se trata solo del final de un proceso regulado en la Ley para la Reforma Política al que le faltaba todavía un último requisito: el referéndum. Este creo que es la pieza determinante, el auténtico final: con él tenemos ya Constitución, España se ha convertido en un Estado Social y Democrático de Derecho.

No se puede entender el paso a la democracia en España sin tener en cuenta el paso de la autarquía al libre mercado

También son interesantes enfoques distintos, menos jurídicos y formalistas. Para algunos la Transición comienza con el Plan de Estabilización de 1959. No es una idea a descartar totalmente. Solo que, a mi modo de ver, ahí no comienza la Transición Política, ahí comienza una transición económica y social —así como también cultural— que hará posible, 16 años después, el enorme cambio de España, el cual, a su vez, facilitará la Transición política y hará posible que esta se desarrollara de forma ejemplarmente democrática, sin traumas, rupturas ni enfrentamientos violentos.

No se puede entender el paso a la democracia en España sin tener en cuenta este dato económico, este paso —lento y progresivo, pero imparable— de la autarquía al libre mercado, así como tampoco se puede entender sin el crecimiento económico europeo y la inversión exterior y el turismo, a consecuencia de este crecimiento. Así como tampoco la despoblación del campo para trasladar sus habitantes a las ciudades, o la sacrificada emigración de españoles a otros países europeos, alimentando a sus familias que aquí quedaron y aportando divisas para estimular la industria y el comercio. Tampoco hay que olvidar los cambios en ciertos sectores de la Iglesia que pasaron de nacional-católicos a progresistas. Pero todos estos factores, con ser muy importantes, tanto o más que los políticos, no son la Transición sino los presupuestos que la hicieron posible.

Con muchas menos razones puede alargarse la Transición hasta la victoria electoral socialista de 1982. Precisamente, ello fue posible porque el miedo se había borrado de las mentes de los españoles gracias a la confianza —más todavía tras el 23-F— que les habían dado los años de la Transición y la seguridad que les dio la Constitución. Una mayoría de españoles pensaron entonces que había que acelerar los cambios hacia una España más igualitaria y para ello un gobierno socialista era lo más conveniente. Este gobierno, el de Felipe González, tan importante, fue consecuencia de lo conseguido en la Transición, pero no la Transición misma.
Por tanto, mañana, día de la Constitución, también celebraremos el 43 aniversario del final de la Transición.

Continuamente hablamos de la Transición política, un período de la historia reciente de España del cual no precisamos, en muchos casos, sus límites temporales. Se trata sin duda de una cuestión discutible, el término transición es indeterminado y su significado depende de la perspectiva desde la cual se aborde. En estos últimos días, con el embrollo de la desdichada ley de Memoria Democrática mezclada incomprensiblemente con la ley de Amnistía de 1977, el tema ha vuelto a la palestra. Permítanme formular, con ánimo polémico, algunas consideraciones.

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