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La Rusia de Putin, ocasión perdida de la UE
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Francesc de Carreras

La funesta manía de escribir

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La Rusia de Putin, ocasión perdida de la UE

El presidente de Rusia tiene mala fama en Occidente, también en España. Se le considera un dictador, un corrupto, un sátrapa

Foto: El presidente de Rusia, Vladimir Putin. (Reuters)
El presidente de Rusia, Vladimir Putin. (Reuters)

En cualquier conflicto que puede acabar en un drama bélico siempre concurren uno o varios de los elementos siguientes: salidas al mar, transporte de energía (gaseoductos y oleoductos), disputas fronterizas y necesidad de vender armas. Después todo se reviste de ideología: fundamentalismos (religiosos y nacionalistas) o cambios políticos revolucionarios. Pero lo indispensable es lo primero: la geopolítica con su derivada económica.

Putin tiene mala fama en Occidente, también en España. Se le considera un dictador, un corrupto, un sátrapa. No creo que sea un angelito demócrata pero, a mi parecer, desde la disolución de la URSS, hoy se cumplen precisamente 30 años, es el mejor gobernante que ha tenido Rusia tras las convulsiones de que empezaron en 1989, si exceptuamos a Gorbachov, cuyo plan para llevar a cabo la transición de la dictadura comunista a una democracia occidental mediante la "perestroika" y la "gladnost", lamentablemente fracasaron.

Foto: Putin en una reciente reunión del Ministerio de Defensa. (Reuters/Pool/Sputnik)
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En los años noventa, el caos reinó en la URSS primero, después en los estados que se independizaron en los meses siguientes, en el fin de la URSS hace ahora treinta años, la fracasada CEI y, finalmente, en la Federación Rusa —lo que hoy denominamos Rusia— gobernada por el controvertido Yeltsin que, si bien reformó las estructuras políticas en un sentido democrático, repartió arbitrariamente la riqueza del Estado entre los oligarcas que le eran afectos, antes miembros del establishment comunista.

La llegada de una persona como Putin al poder en el año 2000 era una ocasión, si recibía ayuda de Europa, para poner orden en aquel caos. Pero Europa no le ayudó. Al contrario, hasta hoy se ha mostrado reacia a tender una mano a Rusia. Grave error: la colaboración entre Rusia y la UE convenía a ambas partes y tenía sólidas bases culturales y económicas. Pero las tensiones han sido muchas y los conflictos siguen. Hay que reflexionar sobre todo ello y, quizás, rectificar. Veamos.

Desde el principio se vio que Putin era un político astuto, con experiencia y buena formación. Se le reprocha que en sus orígenes fuera funcionario de la famosa KGB y, disuelta esta, ocupara cargos de máxima relevancia en los servicios de inteligencia que le sucedieron. Pero se ignora que la KGB fue, tras la muerte de Brézhnev, un elemento clave para las reformas posteriores de la URSS. Su director durante quince años, Yuri Andrópov, de corto mandato como líder de la URSS al suceder como secretario general del partido a Brézhnev, fue precisamente, tras un historial represivo notable en Hungría y Checoeslovaquia, quien inspiró estas reformas y Gorbachov el hombre que escogió para continuarlas.

Foto: El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. (EFE/Stephanie Lecocq)

Los agentes del servicio exterior de la KGB, por su conocimiento del mundo occidental, eran conscientes del atraso de la sociedad y el Estado ruso, de la necesidad de reformas a fondo. Putin fue uno de ellos y a su vuelta de Alemania —donde trabajó durante 15 años— colaboró estrechamente, además, con Anatoly Sobchack, alcalde de Leningrado —hoy San Petersburgo—, ciudad de nacimiento de Putin.

En aquellos primeros años noventa, Sobchack fue uno de los impulsores más prestigiosos de las reformas democráticas en Rusia. Putin fue su segundo hasta que Sobchak tuvo que retirarse por estar acusado de un asunto de corrupción. Por tanto, el pasado de Putin, teniendo en cuenta las circunstancias de aquellos tiempos, no puede despacharse cómodamente diciendo que era un espía de la KGB, con todas las negativas connotaciones que ello implica. En Europa debería habérsele dado más confianza. Cuando accedió al poder, era el momento para comenzar a acercarse a Rusia debido a una cultura común y a evidentes intereses económicos.

Efectivamente, solo hace falta con echar una mano a la gran literatura rusa del siglo XIX para darnos cuenta de las similitudes entre Rusia y el resto de Europa. Es cierto que había una Rusia atrasada, pero también una Rusia europeizada, con unas clases medias urbanas, en ciudades grandes y pequeñas, que se parecían mucho a las de nuestro entorno occidental. El teatro y los cuentos de Chéjov, las grandes novelas de Gogol, Dostoyevski, Turgueniev, Tolstoi, hasta de Gorki y Pasternak, lo muestran claramente. Sigamos por la música, el ballet, la pintura. No son mentalidades y modos de vida muy distintos a los nuestros. Por tanto, Rusia, por lo menos una buena parte de ella, forma parte de la cultura europea.

Foto: Misil antibuque P-800 Onyx (SS-N-26). (Boevaya mashina)

En segundo lugar, Rusia tiene las fuentes de energía que faltan a los demás países europeos: petróleo y gas. Hubiéramos debido estimular a aquel país —lo ha hecho Alemania, casi a escondidas— para vendernos estos productos, antes que tener que acudir a Argelia o a los gaseoductos y oleoductos que nos llegan de los países al norte de Afganistán pasando por el Caspio y el Cáucaso, mucho más costosos. ¿Por qué no ha sido así? Por otra parte, a los países de la UE les conviene una Rusia próspera que sea un mercado para los productos industriales europeos. Unas buenas relaciones comerciales con Rusia suponen un beneficio para todos: vender y comprar, la base del comercio, la fuente de la prosperidad, como demuestra la historia.

Entenderse con Putin, un político eminentemente pragmático, no hubiera sido difícil. Al contrario. Así pues, ¿qué ha sucedido?, ¿por qué no se ha dado un entendimiento que hubiera beneficiado a todos? La culpa no es de Rusia, la culpa es de los países europeos. Y creo que la raíz de todo ello está en la cuestión militar: la UE no es una potencia militar, tiene alquilada su defensa a la OTAN y está la dirige Estados Unidos. En Europa creemos que ahorrar en gastos militares es un beneficio y probablemente nos equivocamos. No somos autónomos, estamos condicionados en políticas económicas, no podemos defender nuestros intereses.

En el conflicto entre Rusia y Ucrania, son piezas básicas todos los elementos que enumerábamos al principio: salida al mar (Crimea, Sebastopol), transporte de energía (Nord Stream 2, entre otros), disputas fronterizas (Dombáas, Crimea), venta de armas (OTAN). La UE se ha equivocado, una ocasión perdida, los perjudicados desde hace veinte años somos nosotros, los europeos, también los rusos que forman parte de Europa.

En cualquier conflicto que puede acabar en un drama bélico siempre concurren uno o varios de los elementos siguientes: salidas al mar, transporte de energía (gaseoductos y oleoductos), disputas fronterizas y necesidad de vender armas. Después todo se reviste de ideología: fundamentalismos (religiosos y nacionalistas) o cambios políticos revolucionarios. Pero lo indispensable es lo primero: la geopolítica con su derivada económica.

Vladimir Putin