La funesta manía de escribir
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¿Quién es Alberto Núñez Feijóo?
Conocí a Feijóo hace unos pocos años en un restaurante de Santiago. Lo primero que advertí fue su cercanía a los ciudadanos gallegos, la sencillez en el trato personal y una natural cordialidad
Hace justo una semana comentábamos la profunda y súbita crisis por la que atravesaba el PP. Una ley no escrita del sistema político español nos indica que todo partido que se divide internamente es castigado drásticamente por los electores. Poníamos ejemplos que están en la mente de todos y lo demuestran de forma fehaciente. Solo una persona con autoridad indiscutible que consiguiera unir al partido de forma rápida y sin dejar heridas solucionaría la situación. Insinuábamos al final del artículo que esta persona solo podía ser el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo.
La lucha interna duró justo una semana y los llamados barones territoriales, unos órganos no formales, pero por lo visto representativos del sentir de las bases del PP, en una rápida reunión resolvieron por unanimidad pedir a Feijóo que asumiera la responsabilidad de encabezar el partido. A destacar la inteligente generosidad de Pablo Casado que facilitó esta buena salida. Tras los trámites estatutarios pertinentes, parece que el conflicto, ya bien orientado, se resolverá en pocas semanas. En realidad, si no surgen complicaciones imprevistas, ya está resuelto.
Conocí a Feijóo hace unos pocos años en un restaurante de Santiago. Lo primero que advertí fue su cercanía a los ciudadanos gallegos, la sencillez en el trato personal y una natural cordialidad. La Escuela Gallega de Administración Pública (EGAP) había organizado unas jornadas de estudio y su directora, Sonia Rodríguez-Campos, profesora de derecho administrativo, nos sugirió a los ponentes que habíamos intervenido aquel día si nos apetecía cenar con el presidente gallego, a lo cual naturalmente accedimos complacidos e intrigados. Los invitados fuimos tres, ninguno lo conocía y tampoco ninguno era simpatizante del partido de Feijóo.
Llegamos unos minutos antes de la hora convenida y el camarero nos indicó que nuestra mesa estaba al fondo del local desde la cual podíamos ver la puerta que daba a la calle. Al poco vimos entrar al presidente solo, como un parroquiano más. Tardó unos diez minutos en llegar hasta donde estábamos, entretenido en saludar y conversar con los clientes de las demás mesas sin ningún tipo de pompa ni afectación, tratándolos al parecer como amigos y conocidos.
Nos saludó a nosotros también sin ceremonia alguna, enseguida tuvimos la sensación de estar en confianza, la cena fue agradable y no evadió ninguna de las cuestiones que le planteamos, incluso las más indiscretas, no hacía falta decir que lo que allí se hablaba quedaba en el ámbito privado. Ya casi vacío el restaurante, nos retiramos todos con la misma naturalidad con la que llegamos. En la vuelta al hotel los comensales coincidimos en que Feijóo tenía un valor político especial, no era comparable a cualquier otro político.
No le hicieron caso los argentinos, un grave error que todavía están pagando. Que no nos pase lo mismo a nosotros
Tras este primer encuentro he coincido con el presidente en alguna otra ocasión, aunque nunca con el grado de intimidad que he relatado. Pero he seguido su trayectoria con interés porque es un tipo de político de los que no abundan: básicamente pragmático, más gestor que ideólogo y con planteamientos y soluciones racionales ante cualquier problema. Tan cansados estamos algunos de palabras huecas y gastadas, de gritos e insultos, de altaneros desprecios y gestos desagradables, que un modelo político como el de Feijóo nos puede sumergir en un baño de realidad, de considerar la eficacia como un gran valor político, de "ir a las cosas", como proclamaba Ortega y Gasset en Buenos Aires: "¡Argentinos, a las cosas; a las cosas!... Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos...". No le hicieron caso los argentinos, un grave error que todavía están pagando. Que no nos pase lo mismo a nosotros.
¿Por qué Feijóo ha llegado a tener ese talante, este modo de enfocar la política? Desde luego por su manera de ser, pero también, sin duda, por su experiencia, por su recorrido en todas los niveles de gobierno: ha ascendido todos los eslabones de la política peldaño a peldaño, no de una sola vez. Ha pasado por la Administración local gallega, por la Administración del Estado —nada menos que alto cargo en Sanidad (cuando no estaba transferida a las comunidades) y en Correos— para acabar en los últimos diecisiete años en la Administración y la política gallega, trece de ellos como presidente con cuatro mayorías absolutas. Al liderazgo de un partido con opciones de gobierno a nivel nacional hay que llegar con experiencia, con los deberes hechos, la madurez es un grado, en política y en todas las profesiones.
¿Sabrá hacer oposición? Esto suscita dudas, no tiene costumbre, pero su forma de argumentar y razonar, en lugar de descalificar, puede introducir un estilo al que no estamos habituados desde hace tiempo. ¿Sabrá aterrizar en el complicado campo del PP de Madrid? Esperemos que encuentre ayudas en lugar de zancadillas, por el momento la actitud de Isabel Ayuso ha sido ejemplar y el PP de Madrid está, con toda justicia, en sus manos; precisamente no reconocerlo ha sido uno de los grandes errores tácticos de Pablo Casado. La presidenta madrileña es joven y tiene tiempo por delante, mantenerse en su lugar y dar soporte al nuevo líder es una de las cuestiones clave para el futuro del PP.
Otra cosa es su capacidad de ganar en unas elecciones generales. Hacer predicciones siempre es una imprudencia
Todos se preguntan por las relaciones de Feijóo con Vox. Obviamente, su estilo de hacer política es opuesto al de Abascal y los suyos, un estilo menos populista que el de Feijóo es imposible. Por eso, precisamente, si es necesario no dudará en llegar a un acuerdo de gobierno con Vox que sea aceptable. Las razones son obvias: si el PSOE ha pactado con Podemos, con ERC y con Bildu, todavía con más razón es permisible pactar con Vox, si es necesario, siempre que el programa que se fije por escrito no sea rechazable. Esta no será la dificultad mayor de Feijóo, tiene demasiadas tablas para argumentar su posición, la razón siempre se impone a la demagogia si uno sabe explicarse.
Creo que el PP ha adoptado la mejor solución a su grave crisis. Otra cosa es su capacidad de ganar en unas elecciones generales. Hacer predicciones siempre es una imprudencia. Pedro Sánchez ha dicho que no disolverá las cámaras, pero ya veremos, no solo depende de él. Junqueras ha dicho que el caso de Cataluña es muy parecido al de Ucrania. 'Ces catalans sont fous', que diría Astérix. Cierto. Pero de ellos, y otros como ellos, depende que continúe el actual gobierno.
Hace justo una semana comentábamos la profunda y súbita crisis por la que atravesaba el PP. Una ley no escrita del sistema político español nos indica que todo partido que se divide internamente es castigado drásticamente por los electores. Poníamos ejemplos que están en la mente de todos y lo demuestran de forma fehaciente. Solo una persona con autoridad indiscutible que consiguiera unir al partido de forma rápida y sin dejar heridas solucionaría la situación. Insinuábamos al final del artículo que esta persona solo podía ser el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo.
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