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Jorge Trías: un ejemplo a imitar
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Francesc de Carreras

La funesta manía de escribir

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Jorge Trías: un ejemplo a imitar

Una trayectoria limpia la de Jorge, un profesional de la abogacía que supo ser fiel al Derecho, un político que antepuso los intereses del Estado a los de su partido

Foto: El exdiputado Jorge Trías. (EFE/Archivo/Kiko Huesca)
El exdiputado Jorge Trías. (EFE/Archivo/Kiko Huesca)
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El súbito fallecimiento de Jorge Trías Sagnier me trae muchos recuerdos, afectos, nostalgias y tristezas, tanto del propio Jorge como de su extensa familia.

No es frecuente que una 'troupe' como los ocho hermanos Trías, cinco hombres y tres mujeres, de edades en casos muy distantes, estuvieran todos tan bien avenidos a pesar de ser muy distintos en cuanto a su manera de ser y de pensar. Además, todos ellos tenían unos rasgos físicos parecidos que los hacían fácilmente reconocibles, creo que por herencia de la madre, y una personalidad psicológica común: simpáticos, discretos, cultos y educados, con una media sonrisa burlona que delataba de inmediato la inteligencia de su cerebro y el fondo de su corazón. Hay muchos catalanes con el apellido Trías, pero en ciertos ambientes profesionales e intelectuales de Barcelona, cuando se hablaba de "los Trías", ya se sabía que eran los Trías Sagnier.

Los conozco a todos, en más o en menos, pero mis grandes amigos fueron los tres ya desaparecidos: Eugenio, Carlos y ahora Jorge. A los tres los conocí y traté por separado, no en razón de sus lazos familiares. Muy distintos entre ellos, pero con un nexo común: su obsesión por ser personas rectas y decentes, aunque cada uno lo fuera a su manera.

Jorge cursó la carrera de Derecho en la universidad barcelonesa de la segunda mitad de los años sesenta

Eugenio fue un pensador que buscó nuevos caminos para la filosofía española, además de un infatigable trabajador, con un estilo literario muy cuidado y una obra original y muy extensa. Carlos estuvo siempre marcado por Grecia, por la cultura griega clásica, por la mitología, por sus grandes dramaturgos. Era raro el año en que no viajara a algún lugar recóndito de Grecia, siempre fuera de la época turística, junto a su mujer de toda la vida, la escritora Cristina Fernández Cubas. Allí cogía fuerzas e ideas para trabajar el resto del año.

Eugenio era un intelectual con voluntad de crear escuela. Carlos, uno de los llamados fundadores de Ciudadanos, además de un excelente escritor, era un bohemio que se paseaba por la vida con una displicente elegancia. Jorge, desde muy joven, fue un perfecto burgués, no un rico, menos aún un empresario, sino un profesional, un buen abogado con mentalidad de burgués. Pero a ninguno de ellos les gustaba formar parte de ninguna manada, solo querían ser ellos mismos, sin imitar a nadie, eran individuos libres a la búsqueda de una verdad que sabían inalcanzable, pero constituía un obligado imperativo moral. Los tres, tan distintos, se querían y se respetaban mucho.

Solo un ejemplo, en cierta manera insignificante, pero significativo. Jorge cursó la carrera de Derecho en la universidad barcelonesa de la segunda mitad de los años sesenta. En aquellos años, entre otras transformaciones, se produjo un cambio estético en la manera de vestirse: del traje y corbata que hacía las veces de uniforme, los estudiantes se pasaron a usar atuendos diversos, en general estrafalarios pero, en todo caso, sin traje y corbata. En realidad, era otra manera de seguir uniformado.

No era una ovejita sumisa a lo que hacían los demás, sino que hacía lo que le daba la gana

Sin embargo, con total naturalidad, Jorge continuó vistiendo no solo impecables ternos de visible calidad, sino también, como guinda a su desfasada vestimenta tan clásica, una aguja en la corbata coronada con una gran perla. No lo hacía porque fuera un dandi, sino para demostrar que no formaba parte de ningún rebaño, no era una ovejita sumisa a lo que hacían los demás, sino que hacía lo que le daba la gana. Este fue su comportamiento habitual a lo largo de toda su vida. Y la perla en la corbata no le impidió organizar un recital de la joven poesía cubana de la época, una clara muestra de desafección al sistema establecido.

Al filo de los ochenta se fue a vivir a Madrid y allí empezó una brillante carrera como abogado. En 1991 el Tribunal Constitucional dictó una histórica sentencia que dio la razón a Violeta Friedman, una señora rumana de origen húngaro, superviviente de Auschwitz, en su demanda de amparo frente a la decisión de la sala civil del Tribunal Supremo por las declaraciones León Degrelle, jefe del partido nazi de Bélgica en tiempos de Hitler y residente en España desde el final de la II Guerra Mundial, que había negado en una revista española la veracidad del Holocausto.

Jorge Trías era el tenaz abogado de la señora Friedman y ya había alegado ante las distintas instancias de los tribunales civiles que tales declaraciones de Degrelle constituían un atentado al derecho al honor de su defendida. Al confirmar, por fin, el Tribunal Constitucional esta posición en una sentencia de la que fue ponente el magistrado Gimeno Sendra, se procedió a modificar el código penal para tipificar las conductas relativas a delitos de antisemitismo y xenofobia.

Una trayectoria limpia la de Jorge, un profesional de la abogacía que supo ser fiel al Derecho

A fines de los años noventa, Jorge Trías se presentó en las listas del PP en las elecciones generales y obtuvo un escaño. Este breve paso por la política fue suficiente para darse cuenta del aroma de corrupción que desprendía su partido en esta época. Al obtener pruebas de la misma unos años más tarde, los llamados "papeles de Bárcenas", las dio a conocer a un abogado amigo que los filtró a la prensa para que se hicieran públicos y a partir de entonces fue acusado por sus antiguos amigos de traidor al partido, entre otras lindezas, que le ocasionaron un gran daño a su despacho, literalmente se quedó sin clientes.

De vuelta a Barcelona, arropado por el ambiente familiar, sus últimos años han trascurrido con la tranquilidad de conciencia de aquel que sabe que ha cumplido con su deber. En declaraciones recientes, manifestó que estaba contento porque ha dejado "un legado de dignidad y honradez, aquello que aprendí de mis padres y quiero dejar a mis hijos".

Una trayectoria limpia la de Jorge, un profesional de la abogacía que supo ser fiel al Derecho, un político que antepuso los intereses del Estado a los de su partido. Con la misma naturalidad que se paseaba por la Facultad con la aguja y la perla en la corbata, decide que se hagan públicas las pruebas de la corrupción de su partido. Lo que se debe hacer, lo que me han enseñado en casa que se debe hacer, es una obligación, no hay otra salida. Un ejemplo a imitar.

El súbito fallecimiento de Jorge Trías Sagnier me trae muchos recuerdos, afectos, nostalgias y tristezas, tanto del propio Jorge como de su extensa familia.

Partido Popular (PP)