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La comida con Cs que quiso Rajoy y nunca se hará
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Ángel Alonso Giménez

Los tártaros

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Ángel A. Giménez

La comida con Cs que quiso Rajoy y nunca se hará

El expresidente del Gobierno y exlíder del PP, tras aprobar los presupuestos de 2018, tuvo una idea para confraternizar con Albert Rivera. Aquella idea no pudo hacerla realidad

Foto: El expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
El expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
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El PP era pura felicidad a finales de mayo de 2018 tras haber logrado la aprobación de los presupuestos generales del Estado. El presidente, Mariano Rajoy, en la primera reunión con la dirección del partido que celebró después del respaldo a las cuentas, pidió a la secretaria general, María Dolores de Cospedal, que organizara una comida con el equipo negociador de Ciudadanos. Esa comida nunca tuvo lugar.

La semana laboral del 28 de mayo al 1 de junio de 2018 fue la semana más ciclotímica de la historia reciente de la política española. Comenzó con el centroderecha eufórico y acabó con el centroderecha hundido. Tan severo fue el batacazo que ya son tres los años que dura la recuperación. Mariano Rajoy sabía que la aprobación de los presupuestos le daría margen de sobra para completar la legislatura y estirarla hasta su final natural, el verano de 2020. El presidente estaba muy contento con el gobierno que había formado, tan solo le nublaba la alegría la gestión del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 en Cataluña.

Alrededor del jefe habitaba un equipo del que se enorgullecía porque le permitía gestionar con un prurito de modernidad y tecnocracia, aptitudes que no encajan en su educación tremendamente conservadora e instintiva. Soraya Sáenz de Santamaría y José Luis Ayllón se habían hecho con el control de los tiempos en Moncloa, mientras Fernando Martínez Maillo y Javier Maroto se afanaban en mantener el partido cohesionado. Aunque no todo era perfecto, en Génova 13 reinaba una robusta sensación de seguridad, como aquel Barça de Guardiola que hasta se permitía bajar el ritmo en franjas concretas de un partido.

La aprobación de los presupuestos de 2018 eran la guinda del pastel. Una relativa buena salud de la economía, los indicadores azuzando el optimismo, un humor social más amable... Los nubarrones solo venían de Cataluña. Las imágenes de la bancada popular en el Congreso, el 23 de mayo, eran de una jocosidad indisimulada. Abrazos (aquella época de los abrazos), sonrisas, Cristóbal Montoro convertido en héroe.

Una idea para estrechar lazos con Rivera

Cuando Mariano Rajoy se reunió con la dirección del PP unos días más tarde, quiso transmitir su optimismo a Cs y se le ocurrió organizar una comida con los negociadores de los presupuestos que designó Albert Rivera. La convocatoria no llegó a hacerse porque el 31 de mayo comenzó el debate de la moción de censura de Pedro Sánchez y el 1 de junio salió adelante. El líder del PP despertó aquel lunes como presidente fortalecido; miraba al futuro con clarividencia. Se acostó el viernes con las cajas de la mudanza en Moncloa y sin tener nada claro su propio porvenir.

Uno de los dirigentes del PP de entonces resume los hechos así: "Nosotros estábamos descorchando botellas de champán mientras en otro lugar se estaba obrando la mayor operación política contra un gobierno en años. No lo vimos venir".

Foto: El presidente del Partido Popular (PP), Pablo Casado. (EFE)

Se sabía que el debate de la moción de censura se efectuaría en unos días determinados, ya que así lo fijó la entonces presidenta del Congreso, Ana Pastor. El Partido Popular se dio cuenta de que la euforia se le escaparía de las manos 24 horas antes de la votación. Cuando Rajoy se reunió con su dirección en Génova y tuvo la idea de la comida con los negociadores de Ciudadanos, no se podía imaginar que el mismo partido que le salvó las cuentas se encargaría de expulsarle de la Moncloa. El partido que aseguró una legislatura estable sería el que decretara su final (sí, la legislatura continuó hasta las elecciones de abril de 2019, pero con un gobierno diferente carente de mayoría sólida).

No consta a quien escribe si Rajoy ha perdonado a Iñigo Urkullu aquella decisión. Cuentan que fue el 'lehendakari' el que inclinó la balanza porque Andoni Ortuzar no lo tenía muy claro. La sombra de la corrupción en el PP era tan alargada que casi toda España la veía desde cualquier rincón. Sorprende que en las plantas de dirigencia de la sede del PP esa oscuridad no se detectase.

Foto: Entrevista de Pablo Casado con EC. (Daniel González)
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Cuando abrieron los ojos, Mariano Rajoy salía de un restaurante del centro de Madrid y el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría lideraba la bancada del grupo parlamentario popular, anonadado por lo que estaba pasando. Hubo un amago de llanto en el presidente cuando se despidió del Congreso el 1 de junio de 2018. Esas lágrimas que ni siquiera asomaron por las cuencas de sus ojos son el inicio de un declive que solo ahora, tres años después, parece superado.

Pablo Casado venga a uno de sus padres

Los síntomas del 'shock' fueron numerosos. Unos, ostensibles; otros, invisibles. El primero más notorio fue la victoria de Pablo Casado en las elecciones internas del PP. El derrumbamiento del Gobierno fue tan estrepitoso que la todopoderosa Soraya Sáenz de Santamaría de repente se percató de que no era tan querida en el partido. María Dolores de Cospedal ni siquiera pasó el corte. A la postre, resultó evidente que solo podía ganar aquellas primarias quien fuera percibido como el más ajeno. A pesar de haber estado en aquella reunión en la que Rajoy lanzó la idea de la comida con Cs, en condición de vicesecretario de Comunicación, Casado obtuvo un apoyo imprevisto porque, además, supo contar lo que la consternada delegación 'pepera' quería oír: que son de derechas.

El actual presidente del PP tiene dos padres y una madre, políticamente hablando. Los padres son José María Aznar y Mariano Rajoy. El primero le educó en la ideología y el segundo, en la gestión. La madre es Esperanza Aguirre. Aunque más cercano a Aznar, porque compartió con él muchos viajes y un par de años de aprendizaje como secretario, a Rajoy no le escatima admiración y de él destaca las decisiones tomadas para aplacar la crisis financiera de 2008 a 2012.

Sin embargo, ya como líder del PP, Casado encontró una organización hecha trizas y en desbandada, así como una militancia desanimada, más interesada en Vox y en Cs. Su primer año, con las elecciones de abril del 19 en medio, fue dificilísimo, pero Albert Rivera le socorrió al entregarle la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento. El segundo año, con los comicios de noviembre de ese año como punto de inflexión, lo diseñó para reorganizar el partido y regenerar las estructuras. Teodoro García Egea se ha encargado de ello con su peculiar estilo de negociación. Este tercer año promete ser el más ilusionante, o eso dicen en Génova, porque el 4-M ha generado una conmoción en la sociedad española que se denomina de derechas.

Foto: La expresidenta madrileña, Esperanza Aguirre. (EFE)

La convención de octubre pondrá el escenario al cambio de tendencia en el PP. Después de tres años horrendos, en las filas de Pablo Casado la sonrisa empieza a notarse más que el desconcierto. El presidente del partido quiere entrar por las puertas de ese evento como el relevo claro de Pedro Sánchez, a quien por fin se mide de tú a tú. La razón en la que se basa es sencilla y matemática: si de las tres opciones del centroderecha y la derecha, una desaparece y otra queda arrinconada, la que luzca con más brío aumentará en votos y en escaños.

El PP debería controlar la ansiedad que ahora le inyectan las encuestas. El presidente socialista tiene decidido expandir la legislatura hasta finales de 2023. Queda mucho, y en política 'mucho' es una desesperante eternidad. Sin embargo, y no es poco, en Génova creen superado el ciclo desastroso que comenzó a finales de mayo del 18. Con aquella comida que nunca se hizo. Aquella comida que nunca se hará. Ciudadanos, hoy, aletea en busca de oxígeno.

El PP era pura felicidad a finales de mayo de 2018 tras haber logrado la aprobación de los presupuestos generales del Estado. El presidente, Mariano Rajoy, en la primera reunión con la dirección del partido que celebró después del respaldo a las cuentas, pidió a la secretaria general, María Dolores de Cospedal, que organizara una comida con el equipo negociador de Ciudadanos. Esa comida nunca tuvo lugar.

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