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La pequeña cocina del nuevo sanchismo
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Ángel Alonso Giménez

Los tártaros

Por
Ángel A. Giménez

La pequeña cocina del nuevo sanchismo

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE lleva tiempo confeccionando la renovación de su liderazgo; un grupo muy reducido de personas le acompañará en un proceso que lleva con suma discreción

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

Pedro Sánchez aprendió unas cuantas cosas de Mariano Rajoy a pesar de que se llevaron fatal durante mucho tiempo. Una de esas cosas es la obsesión por la discreción, y, en consecuencia, el arrinconamiento de la relación con los medios en la lista de aspectos secundarios. Aunque al exlíder del PP se le ve ahora, cosas de la memoria, como un político bonachón, divertido y accesible, su exposición ante la prensa no es que fuera precisamente fluida o fértil. Lo del 'plasma' nació con él, lo de relegar a los periodistas a una sala cinco plantas más abajo nació con él.

El presidente del Gobierno hace mucho que colocó a los medios de comunicación en el territorio de lo inevitable, al fin y al cabo le resultan necesarios. Sin embargo, no le gustan. A su juicio, manejan tres o cuatro prioridades contrarias a sus tres o cuatro prioridades. Mientras él intenta una visión de país, los periodistas practican otra. La de Sánchez es un futuro luminoso, como debe ser en un presidente, y la de los periodistas mira a las zonas de sombra, como debe ser en los periodistas.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

Esta introducción viene a cuento de las informaciones de hace días sobre una próxima crisis de gobierno. Se ha instalado la idea de que Sánchez cambiará a varios ministros antes de las vacaciones de agosto para llegar al nuevo curso con el diapasón político a su gusto. Es probable, pero también que haya decidido aplazar la remodelación hasta finales de año. Le sentó fatal que en los medios se sucedieran informaciones al respecto. ¿Queréis crisis de gobierno? Pues esperad sentados.

El hermetismo

Sánchez se parece a su antecesor en algunas cosas, en el hermetismo, por ejemplo. El expresidente gestionaba las cuestiones peliagudas con su equipo de confianza, en el que el aforo era tremendamente limitado. Jorge Moragas (luego José Luis Ayllón), Carmen Martínez Castro, Soraya Sáenz de Santamaría, Álvaro Nadal en lo económico... Para la dirección del PP copió el formato, y aquí ya entraban María Dolores de Cospedal, Ana Mato (al principio) o Fernando Martínez Maillo (al final), así como el citado Moragas, que como ya se ha dicho en este blog ejercía una gran influencia en el líder.

La razón por la que las gestiones más enrevesadas se despachaban entre tan poca gente obedece a la obsesión por evitar las filtraciones a los medios, y, derivado de ello, por evitar el ruido. Las identidades de sus ministros, de hecho, formaban parte de ese baúl de secretos. Las quinielas se multiplicaban con más desatino que acierto hasta que llegaba el comunicado, o el anuncio, con el nombre del agraciado o de la agraciada. En varias ocasiones, un medio se atrevió a la primicia y horas después Moncloa daba una identidad completamente distinta.

A Sánchez le gusta exactamente esa forma de actuar, de ahí que en Moncloa temblaran las paredes cuando en un medio y en otro y en otro proliferaron plazos y objetivos sobre la crisis de gobierno. La Secretaría de Estado de Comunicación lanzó un comunicado para atajar los rumores, lo que fue estrambótico.

En el complejo de Moncloa, Iván Redondo, Félix Bolaños y Paco Salazar son los que toman las decisiones

Precisamente por su empeño en el hermetismo, el presidente maneja los asuntos delicados con tres o cuatro personas de su absoluta confianza, tanto en el edificio de Presidencia como en Ferraz. En el complejo de Moncloa, Iván Redondo, Félix Bolaños y Paco Salazar son los que toman las decisiones, junto con el jefe, por supuesto. En la sede del PSOE, Adriana Lastra, José Luis Ábalos y Santos Cerdán son los que llevan las riendas junto con el presidente, por supuesto, que es el secretario general.

La lealtad

La facultad común de estos nombres es la lealtad. Sin embargo, deben saber que la lealtad aquí es un factor variable. No es solo un atributo de Sánchez, pues en política los contextos y las lecturas de los tiempos provocan que las afinidades y las decepciones sean como los clínex en pleno ataque de alergia. Pablo Casado lleva tres jefes de gabinete en tres años. La política es una actividad, hoy, excesivamente abrasiva y abrasadora, de modo que los liderazgos duran poco y la asesoría áulica también. Redondo es ahora 'top'. Miguel Ángel Rodríguez es ahora 'top'. Vaya usted a saber qué serán dentro de un año.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE) Opinión
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Como las estrategias dependen de los contextos, la nueva estrategia del presidente responde a un contexto nuevo. La pandemia ha alterado las perspectivas hasta tal punto que la asociación del éxito electoral bebe de una ilusión: la de la recuperación. A Sánchez le preocupa y ocupa en este momento solo eso: asociarse a la recuperación. La sanitaria, la económica, la social y, en última instancia, la electoral.

En este blog, hace una semana, la tesis indagó en el reto que el mandatario socialista tiene por delante, que es mayúsculo debido justo a la excepcionalidad actual. No es algo que le resulte desapacible. A decir verdad, Sánchez lleva tiempo viviendo en la excepcionalidad. No se olvide que es el primer presidente de la historia moderna que les ha dicho a los españoles cuándo pueden salir a la calle a pasear o a hacer deporte. Si una época así, la del encerramiento en casa, la afrontó el presidente con una determinación que hasta en su equipo asombraba, es lógico pensar que a él lo que le va son los desafíos, las misiones complicadas, viajes en plan 'Interstellar' (la película de Christopher Nolan, de 2014).

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (EFE) Opinión

Acorde con la magnitud de la tarea, el presidente se ha propuesto una renovación integral de sus equipos, así como de sus sinergias. Ha decidido remover el PSOE y revitalizar el Gobierno. Lo primero lo va a hacer apoyado en Lastra, Ábalos y Cerdán, con los que si no habla a diario, poco le falta. Lastra estuvo con él cuando le patearon el liderazgo y emergió el 'no es no'; Ábalos estuvo con él cuando la moción de censura atrajo al PNV (fue el que intervino en representación del PSOE, antes de que interviniera Sánchez), y Cerdán estuvo, ha estado y estará con él porque es probable que no haya nadie que conozca mejor qué se cuece en cada federación e incluso agrupación. Son tres dirigentes inamovibles.

Y junto a ellos, otros dos: Félix Bolaños y Carmen Calvo. El grado de complicidad del presidente con ambos es muy elevado, y no hay semana que no almuerce con la vicepresidenta ni aborde la maquinaria de la Administración con su secretario de Presidencia.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la presentación del plan 'España 2050' este jueves. (EFE)

Coda

Sánchez llamó a Rajoy "indecente" en un debate electoral. Fue un giro de sus asesores que no le convenció. No le gustó hacerlo, no le gustó cómo quedó.

El sucesor siempre tuvo en buena estima al antecesor, a pesar de esa reunión de cinco minutos que tuvieron en Moncloa tras las elecciones generales de 2015. Sánchez trató con desdén a Rajoy no porque le despreciara, sino porque necesitaba hacerle un aspaviento para fortalecer su imagen tras el batacazo en los comicios. Las reuniones que tuvieron después mejoraron. No compartieron confidencias, eso lo hicieron Rajoy y Pablo Iglesias (en otra ocasión, espero contar una buena y agradable anécdota entre ambos), pero se dedicaron más tiempo. Es probable que el líder socialista aprendiera ahí algunas características que poner en marcha si llegaba a presidente. La discreción, por ejemplo, o el hermetismo. O la confianza sòlo en un número de dirigentes tan limitado que caben en una pequeña cocina.

Pedro Sánchez aprendió unas cuantas cosas de Mariano Rajoy a pesar de que se llevaron fatal durante mucho tiempo. Una de esas cosas es la obsesión por la discreción, y, en consecuencia, el arrinconamiento de la relación con los medios en la lista de aspectos secundarios. Aunque al exlíder del PP se le ve ahora, cosas de la memoria, como un político bonachón, divertido y accesible, su exposición ante la prensa no es que fuera precisamente fluida o fértil. Lo del 'plasma' nació con él, lo de relegar a los periodistas a una sala cinco plantas más abajo nació con él.

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