Los tártaros
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Pedro Sánchez, 'stalker' en Cataluña
'Stalker', emblemática película de Andrei Tarkovski, de 1979, cuenta el viaje interior de un explorador que se adentra en La Zona, un lugar misterioso y a veces letal
Pedro Sánchez es un 'stalker'. Para el lector que haya alucinado con esta primera frase, explicarle que un 'stalker' es una persona que sabe entrar en La Zona, un lugar extraño con propiedades misteriosas y quizá letales. Puede destruir, pero también revivir.
Como el lector seguirá flipando, le pido que aguante medio minuto de introducción.
La película en la que se basa cuenta cómo una serie de impactos de artefactos extraterrestres crean una zona tremendamente enigmática
'Stalker' es una película del cineasta ruso Andrei Tarkovski basada en una novela que tiene por título —en su traducción, muy poco alentador— 'Pícnic extraterrestre', de los hermanos Strugatski (el libro es un éxito internacional en el género de la ciencia ficción). Cuenta, resumiendo, cómo una serie de impactos de artefactos extraterrestres crean en el planeta Tierra una zona tremendamente enigmática. Se cree que hay pobladores en ella, pero no se puede confirmar, nadie los ha visto. Se cree que lo que hay en La Zona genera una inusual fuente de energía; se cree que puede matar. La humanidad teme la zona, por tanto. La humanidad siempre ha temido lo desconocido. Las autoridades cercan el lugar y despliegan un potente operativo policial. Como cuando decidimos convivir con un problema aunque lentamente nos carcoma.
Unos segundos más, por favor.
Sin embargo, La Zona también puede conducir al hombre y a la mujer a sus deseos más recónditos, a rincones del alma impenetrables. Como de las primeras exploraciones sobrevivieron algunos, quienes quieren conocer sus "zonas" más oscuras y/o más ocultas contratan a esos exploradores. A los "stalker". A hombres que saben entrar, moverse y salir de La Zona. A pesar de sus riesgos, a pesar del misterio, a pesar de la angustia. De esto va la película de Tarkovski, más o menos.
Hablemos de política
El presidente del Gobierno es el mejor explorador actual de las zonas ocultas y peligrosas de la política. Desde 2009, cuando llegó al Congreso en sustitución de Pedro Solbes, su viaje es un muestrario de ardides rastreras, de malicias propias, de glorias luminosas y batacazos estruendosos. Si alguien sabe adentrarse en lo desconocido, puede sortear lo imprevisto y salir ileso de la incertidumbre y hasta de la destrucción, ese es Pedro Sánchez, el 'stalker'.
En este mismo blog ya se ha escrito que lo que tiene el mandatario socialista por delante es la montaña más alta de su vida. O la travesía más árida, da igual la metáfora. No solo está en juego su propio porvenir, sino además el del país a corto y medio plazo. Las amenazas son las sabidas: la recuperación económica y social después de año y medio de parón por culpa de la pandemia, y otra vez, la integridad territorial por el despertar del conflicto catalán, o por ser más preciso, de la búsqueda de una salida al conflicto catalán.
La política española se tuerce y se enerva, y cada palabra o gesto se escrutan con benevolencia o maldad; no hay terreno en el medio
Desde 2004, está demostrado que cuando un Gobierno se propone explorar un territorio de soluciones sobre Cataluña, sin entrar aquí a juzgar la idoneidad o inconveniencia de esas soluciones, la política española se tuerce y se enerva, y cada palabra y cada gesto se escrutan con benevolencia o maldad; no hay terreno en el medio. Esta misma semana, por ejemplo, la constelación empresarial, el universo político y el cosmos mediático han vigilado e interpretado la foto del Rey con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, desde decenas de ángulos y de incontables formas, como si en los centímetros de separación estuviera el arcano del triunfo o del fracaso. Al máximo representante de la CEOE, Antonio Garamendi, dos palabras, "bienvenidos" y "sean", le han costado un disgusto. Como se refería a los indultos, se lio la mundial y el empresario ha tenido que invertir más tiempo en la aclaración que en la afirmación. Mal negocio.
Se ha creado en la política española una zona de propiedades enigmáticas y quizá letales. Como en la novela y en la película, una zona en la que las cosas y los objetos generan corrientes incontrolables y misteriosas de energía. Un acto en la plaza de Colón, de Madrid, puede ser al mismo tiempo un éxito y un fiasco. Puede unir a la derecha, y a la vez, desunirla. Puede resucitar la figura del rey en una contienda en la que no debería estar y en la que seguro que no quiere estar. Puede encumbrar a Isabel Díaz Ayuso como referente más alto, y justo después, hundirla. Puede exponer a la destrucción a un presidente del Gobierno, pero también a la gloria.
Hablemos de 'Stalker'
Pedro Sánchez sabe desde que ganó las elecciones en noviembre de 2019 que "el problema" catalán conviviría con él mientras residiera en la Moncloa. Es probable que algún antecesor no muy lejano, ante tanta enjundia y adversidad, prefiriera inhibirse, dar una patada al balón, buscar el empate a la espera del partido de vuelta. Pero un explorador como él decidió desde el minuto uno de su investidura, en enero del 20, que entraría en La Zona del conflicto catalán y que esquivaría los balazos de los policías que vigilan su perímetro. Una vez dentro, confiaría en su habilidad para doblegar las adversidades, todas las adversidades, hasta de los enemigos más temibles.
De salir de La Zona no hay garantía ninguna, no puede haberla. Está plagada de riesgos. Está la Mesa de Diálogo, que es una zona dentro de La Zona; y están los espacios interiores de la Mesa, acaso más devastadores, pues viven en ellos el referéndum de autodeterminación, la amnistía y los indultos.
Para entender un poco mejor la claridad con la que vio Sánchez el panorama, cabe recordar la negociación con ERC para que facilitara su investidura en el Congreso. Celebraron los equipos y los emisarios un sinfín de reuniones discretas y unas pocas reuniones públicas, pero solo avanzaron cuando ambas partes consiguieron acordar el marco semántico de la negociación. Irrumpe en este momento de la película la palabra "conflicto", lo que entonces sonó a claudicación en unos sectores y a victoria en otros, pues así es La Zona cuando la política se zambulle en Cataluña. Sánchez se convirtió en presidente casi mientras los niños abrían sus regalos de Reyes y acto seguido trazó un plan.
Una sentencia y una convulsión social después (parece que se ha olvidado que en Cataluña ardieron las calles tras la decisión del Tribunal Supremo), el presidente ha logrado superar el tramo más sencillo: la entrada en La Zona. Ahora avanza a través de ella acompañado por el Gobierno y por el PSOE, confiados en la sapiencia del líder. Al igual que en la película, en la que el 'stalker' guía a un escritor y a un profesor, en el Ejecutivo y en el partido tendrán dudas y arreciarán sus miedos. Querrán quedarse quietos, paralizados. El presidente los animará a seguir y lo logrará.
Previsiblemente el martes que viene el Consejo de Ministros apruebe los indultos. Sánchez es consciente de que La Zona se volverá poderosa, más enigmática que nunca, más peligrosa.
En la película, el "stalker" consigue salir y volver a casa.
Pedro Sánchez es un 'stalker'. Para el lector que haya alucinado con esta primera frase, explicarle que un 'stalker' es una persona que sabe entrar en La Zona, un lugar extraño con propiedades misteriosas y quizá letales. Puede destruir, pero también revivir.
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