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De Madrid al cielo, pero pasando por las vidrieras que conquistaron a la Corona
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Miguel Díaz Martín

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De Madrid al cielo, pero pasando por las vidrieras que conquistaron a la Corona

En Madrid, entre el cielo y el suelo hay algo, y no es sólo un verso suelto de la canción de Mecano. Seguro que sabéis a lo que me refiero aquellos que camináis Madrid mirando hacia arriba

Foto: La vidriera que corona la Sala de Operaciones del Banco de España es una de las obras más significativas de los hermanos Maumejean. (Flickr)
La vidriera que corona la Sala de Operaciones del Banco de España es una de las obras más significativas de los hermanos Maumejean. (Flickr)

A finales del siglo XIX, los característicos tonos azules y anaranjados que cubren nuestra capital durante el transcurso del día, comenzaron a filtrarse al interior de los edificios. Bancos, hospitales, casinos e iglesias tamizaron con la imponente luz de Madrid sus interiores gracias a las creaciones de unos artesanos, que inundaron la ciudad con sus vidrieras, llegando a conquistar a la reina regente María Cristina de Habsburgo.

Había nacido el fenómeno Maumejean y, con él, algunos de los vitrales de mayor categoría de Europa. Hoy, esas vidrieras siguen decorando -para desconocimiento de muchos madrileños- edificios tan emblemáticos como el Banco de España, el Hotel Palace, la Cripta de la Almudena, la Casa de la Villa o el Centro Superior de Investigaciones Científicas, entre muchos otros.

placeholder Vidrieras de la Colección Maumejean. (Real Fábrica de Cristales)
Vidrieras de la Colección Maumejean. (Real Fábrica de Cristales)

En este primer artículo del blog, invito a los lectores de El Confidencial a descubrir los tesoros escondidos de muchos edificios de nuestra Comunidad. Los tesoros de la Casa Maumejean.

De origen francés y nacidos en una familia de artesanos cerámicos, los hermanos Maumejean ―Joseph, Léon, Charles y Henri― desembarcaron en Madrid tras pasar por Barcelona y abrir su primera gran factoría en la localidad francesa de Hendaya. Sus amistades en Bayona, Biarritz y San Sebastián ―por entonces, lugar de veraneo de la monarquía española― les brindaron acceso preferente a la alta sociedad española y a la Corona, convirtiéndose en proveedores de la Real Casa a partir del año 1900. La explosión demográfica y económica del Madrid de finales del siglo XIX hizo el resto.

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Desde el paseo de la Castellana primero y la calle de Zabaleta después, los Maumejean desplegaron un auténtico emporio ―casi monopolio― de vidrieras que se extendió por Europa, Asia, África y América con diseños que abarcaron desde el Modernismo al Art Nouveau pasando por el clasicismo histórico, el eclecticismo o el realismo. La idea de negocio de estos hermanos era muy clara: no importaba el encargo, el tamaño o el nivel de exigencia, su “vidriería artística”, como denominaban a su factoría, podía atender cualquier clase de pedido con un resultado de máxima calidad.

Un austero anuncio ―nada acorde con la creciente importancia de la casa en esa época― publicado en 1934 en la página 6 de la revista del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid da cuenta de cómo Maumejean “recibirá y atenderá cuantas indicaciones tengan a bien dirigirle los señores arquitectos”. Otra publicación, esta vez en la Gaceta del Casino de Madrid, recogió que los hermanos “José y Enrique Maumejean Lalanne” ―con sus nombres castellanizados― entraron a formar parte del club como socios en el año 1910. En ese mismo edificio, situado en el número 15 de la calle de Alcalá, se pueden observar sus creaciones en múltiples sitios; en el patio de honor, las cúpulas, la exedra, los miradores del Salón Real, o las ventanas de los huecos de las escaleras.

Foto: El Edificio Castelar, en Madrid (Creative Commons)

El éxito indiscutible de la casa Maumejean puede contemplarse en uno de los edificios más icónicos y más seguros de nuestra capital, que a su vez atesora una de las colecciones de arte más importantes de la ciudad. Este no es otro que el edificio del Banco de España, en la plaza de Cibeles, que alberga una de las vidrieras más impresionantes de estos hermanos, la del Patio de Operaciones. El encargo, destinado a iluminar de forma natural las nuevas estancias del organismo, ofrece motivos geométricos y alegorías de la agricultura, el comercio, la industria, la minería o las comunicaciones. Yarnoz, arquitecto proyectista de parte del Complejo del Banco de España en la época, afirmaba sobre estos hermanos:

“Nada he de decir de las competencias artísticas de esta casa, que por las recompensas obtenidas e importantes trabajos realizados está reconocida mundialmente como una de las más importantes, siendo además conocida del Banco, por ser la que viene ejecutando todos los trabajos de este género en los nuevos edificios que se construyen para sucursales”.

El Consejo General del Banco de España aprobaba esta propuesta el 19 de diciembre de 1932 por un importe de 160.236 pesetas. Bendita aprobación que hoy en día nos permite disfrutar a todos los madrileños de un espacio de tal magnitud.

placeholder La vidriera Maumejean que corona uno de los salones del Palace. (Wikipedia/John-Mitchell)
La vidriera Maumejean que corona uno de los salones del Palace. (Wikipedia/John-Mitchell)

A escasos metros, esta vez en la glorieta de Neptuno, Madrid cuenta con una de las grandes piezas de los vitrales de Maumejean, la majestuosa e imponente cúpula del Hotel Palace. Los vidrios conforman arcos decorativos, motivos florales y, en su parte cenital, un azul que representa el cielo de Madrid. Para el lector curioso es un estupendo plan acercarse al Palace, entrar por su acceso de la plaza de las Cortes, subir sus famosas escaleras de los periodistas ―llamadas así por ser escenario durante el golpe del 23F de la mítica imagen de decenas de periodistas agolpados en ella ávidos de información― y acceder al espacio conocido como La rotonda del Palace. Disfrutar de los colores de Madrid acentuados por esta gran joya arquitectónica, mientras tomas un café y lees un libro, es uno de los grandes placeres de este lugar.

Desapercibidas para la mayor parte de los madrileños y de los millones de turistas que nos visitan cada año pasan las extraordinarias vidrieras de la Casa de la Villa o antiguo Ayuntamiento ―hoy reservado a la actividad de los grupos políticos municipales―. El edificio de la plaza de la Villa, de la que ya tendremos ocasión de hablar, alberga casi en secreto el conocido como Patio de Cristales, que los Maumejean trufaron de motivos florales. Representadas en este impactante vitral están tanto la Puerta de Alcalá como la Puerta de Toledo, que sólo los más avispados podrán diferenciar entre sí.

El genio de los hermanos y de todo su equipo alcanzó también la cripta de la Catedral de la Almudena; la singular iglesia neobizantina de San Manuel y San Benito, cuyo reconocible perfil se lanza en la calle de Lagasca, junto al Retiro; el Panteón de Hombres Ilustres; el Colegio de Nuestra Señora del Pilar ―cuna de personajes influyentes y el preferido por los políticos socialistas en la capital― o la sede central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el número 117 de la calle de Serrano. Además de estos, multitud de edificios residenciales adoptaron sus vidrieras, especialmente en la Gran Vía, cuyo proyecto de construcción coincidió con el auge de estos artistas.

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Vidrieras de la Colección Maumejean. (Real Fábrica de Cristales)

La vida de los Mauméjean se apagó con la muerte de Joseph en 1952 y con el decaimiento progresivo del gusto por la vidriera como elemento artístico y decorativo, impulsado también por la llegada de nuevas corrientes arquitectónicas y decorativas. Parte de su legado se encuentra conservado en la Real Fábrica de Cristales o Museo del Vidrio de La Granja de San Ildefonso (Segovia). La conocida como Colección Maumejean se compone de 9.190 bocetos, 6.288 placas fotográficas, 26.130 m² de cartones y 26 vidrieras.

Herederos de aquel arte mantienen abierta hoy Vidrieras Maumejean en una localización de las afueras de Alcalá de Henares. La llama de los Maumejean vive también aquí. Madrid ha de conocer su historia para proteger aquello que la hace única. Quizá, un día te encuentres con una de sus obras y ahora sepas reconocerla. Seguro, si antes de leer este artículo no lo hacías, te pase porque ahora sí has pasado a ser uno más de los que caminamos Madrid mirando hacia arriba.

A finales del siglo XIX, los característicos tonos azules y anaranjados que cubren nuestra capital durante el transcurso del día, comenzaron a filtrarse al interior de los edificios. Bancos, hospitales, casinos e iglesias tamizaron con la imponente luz de Madrid sus interiores gracias a las creaciones de unos artesanos, que inundaron la ciudad con sus vidrieras, llegando a conquistar a la reina regente María Cristina de Habsburgo.

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