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Susana Díaz y Artur Mas, tal para cual
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Javier Caraballo

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Susana Díaz y Artur Mas, tal para cual

Por las competencias exclusivas que les confieren los estatus de autonomía de Cataluña y de Andalucía, los presidentes de estas dos autonomías han decidido que este

Foto: El presidente catalán, Artur Mas (d), y la presidenta andaluza, Susana Díaz (EFE)
El presidente catalán, Artur Mas (d), y la presidenta andaluza, Susana Díaz (EFE)

Por las competencias exclusivas que les confieren los estatus de autonomía de Cataluña y de Andalucía, los presidentes de estas dos autonomías han decidido que este año sea plebiscitario para sus ciudadanos. Catalanes y andaluces habrán de ir a votar de forma anticipada, porque la legislatura en los dos casos se va a acortar un año por el deseo expreso de sus presidentes.

No es que exista en ninguna de esas dos autonomías una situación de ingobernabilidad que aboque a sus presidentes a convocar elecciones, o que los problemas acuciantes de los ciudadanos precipiten el adelanto electoral; no, en ambos casos la disolución anticipada de las cámaras sólo obedece a que sus respectivos presidentes consideran que ha llegado el momento de convocar unas elecciones plebiscitarias para salir fortalecidos ellos mismos de las urnas. Cada cual con sus intereses, Susana Díaz y Artur Mas convocan elecciones para ellos mismos; cada cual en su interés electoral, Susana Díaz y Artur Mas son tal para cual.

Tan burda ha sido la maniobra de ambos que en los dos casos han dejado escritas páginas de estrategia política que serán difíciles de olvidar, acaso porque son irrepetibles. En el caso de Artur Mas es, por ejemplo, casi imposible encontrar a otro gobernante que disuelva anticipadamente un Parlamento, que es siempre un recurso extraordinario, de urgencia, y que convoque las nuevas elecciones nueve meses después. ¡Nueve meses! Durante un curso político completo estará la Administración catalana volcada en una campaña electoral, de facto, que comienza el mismo día que se anuncia la disolución de las cámaras.

Por pura inercia electoral, desde ese día todos los partidos políticos se centran en la preparación de las elecciones. Sólo haría falta mirar un momento fuera de España para entender que en ninguna otra parte ocurren estas cosas; Grecia, por ejemplo. A principios de diciembre, se convocaron elecciones por la inestabilidad política, el domingo se celebraron, ayer lunes tomó posesión el nuevo primer ministro y hoy martes ocuparán sus cargos los miembros del nuevo Gobierno. Lo de Cataluña, a ver, es escandaloso.

Se dirá, y es cierto, que en realidad el discurso político en Cataluña lleva ya varios años, al menos desde 2012, centrado en la misma ambición soberanista, y que este adelanto sui generis sólo puede considerarse como la última etapa conocida. Es verdad, pero nadie negará que supone un salto cualitativo en la política y que desenmascara de forma grotesca la única obsesión de su actual presidente, que no es otra que utilizar las elecciones autonómicas para convocar subrepticiamente un referéndum soberanista y un plebiscito personal para intentar salvarse, una vez que la bola independentista que ha echado a rodar esté arrasándolo a él mismo y a su partido.

La aventura plebiscitaria de Susana Díaz es igualmente identificable. Sólo se diferencia de Artur Mas –obviando, lógicamente, las circunstancias políticas distintas de las dos comunidades–, por el toque personal, inigualable, de la presidenta andaluza. Es muy difícil que ningún otro político consiga igualar siquiera el guion desarrollado por Susana Díaz en los últimos siete días. La estrategia que comenzó con la filtración de su embarazo, el mismo día en el que acudía a la inauguración de la ampliación de un colegio. (Sí, en enero, ‘inauguración de la ampliación de un colegio’.) Con la noticia de su embarazo en todas las tertulias y la foto de la presidenta arrodillada en la guardería, rodeada de niños, Susana Díaz abandonó el colegio y se fue directa a los micrófonos de los periodistas que la esperaban para poner en marcha el cronómetro del adelanto electoral, que culminó ayer mismo.

El último capítulo de esa estrategia que abarca de lunes a lunes, y en la que Susana Díaz, por cierto, no ha parado de repetir que su intención era la de “agotar la legislatura”, es el más chusco de todos, insultante. A ver, para poder celebrar las elecciones andaluzas el 22 de marzo, la presidenta tenía que convocarlas hoy martes, 27 de enero, último día del plazo legal. Podría haberlo hecho en el Consejo de Gobierno que se reúne habitualmente los martes, pero antes de disolver el Parlamento, la presidenta andaluza necesitaba convocar imperiosamente un último pleno para ‘blindar’ con el aforamiento en el TSJA a los diputados socialistas implicados en los ERE. ¿Cómo resolverlo?

Aquí llega lo grotesco, lo insultante: se convoca un pleno extraordinario con la excusa de los enfermos que pasan horas en las salas de urgencia por el colapso de los hospitales o la protesta de los enfermos con hepatitis C. Por supuesto que la crisis sanitaria no pasa de ser un mero trámite, una excusa, entre otras cosas porque a partir de hoy mismo ya no existe otra clave en el Gobierno andaluz que las elecciones de marzo. Y es eso lo insultante.

Siempre ha estado muy claro el interés político personal de Susana Díaz para adelantar las elecciones andaluzas, pero utilizar el drama de los enfermos para ‘colar’ el aforamiento de los imputados de los ERE… En fin. Que cada cual con lo suyo, cada cual con su interés: ahí vemos a dos dirigentes unidos por una misma ambición plebiscitaria. Susana Díaz y Artur Mas son sólo eso: tal para cual.

Por las competencias exclusivas que les confieren los estatus de autonomía de Cataluña y de Andalucía, los presidentes de estas dos autonomías han decidido que este año sea plebiscitario para sus ciudadanos. Catalanes y andaluces habrán de ir a votar de forma anticipada, porque la legislatura en los dos casos se va a acortar un año por el deseo expreso de sus presidentes.

Susana Díaz Artur Mas