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PSOE, el partido natural de los andaluces
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Javier Caraballo

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PSOE, el partido natural de los andaluces

¿Cuál es entonces la explicación de que el PSOE siga ganando en Andalucía? Acaso una suma de contradicciones del pueblo andaluz y no poco conformismo

Foto: La candidata socialista a la Presidencia de la Junta de Andalucía, Susana Díaz (EFE)
La candidata socialista a la Presidencia de la Junta de Andalucía, Susana Díaz (EFE)

Tan sobrado ha ido siempre el PSOE en las elecciones andaluzas que hubo una campaña electoral en las que eligió como lema “Suma y sigue”. Como recreándose, burlón, en la hegemonía de tres décadas largas al frente de la Junta de Andalucía; con el ánimo crecido de verse el único partido europeo que gobierna, elección tras elección, camino ya de los cuarenta años. “Suma y sigue”, que no debe haber mejor expresión en boca de un partido político para resumir el ánimo con el que se presenta a unas elecciones con la seguridad de que volverá a ganar y que, al final, todo se reduce a un mero trámite de suma de votos que sólo pueden confirmar una cosa, que sigue gobernando.

Tanto es así que las novedades en las elecciones andaluzas siempre hay que buscarlas en la oposición. Ha sido así siempre: esta de ahora es la décima legislatura de la autonomía andaluza y los análisis que se realizan hoy en día no difieren de los anteriores. Las principales noticias se refieren a la debacle de algún partido de la oposición, al estado agónico de algunos de sus líderes, a la desaparición de algunas formaciones, al fiasco de algunas nuevas…

El PSOE, entre tanto, entre tantos, oscila con subidas y bajadas de porcentajes de votos y de escaños, por encima o por debajo de la mayoría absoluta, pero siempre con la certeza del ‘suma y sigue’ en el Gobierno. Pero ¿novedades, novedades? Esas siempre hay que buscarlas en la oposición. Porque es lo único que se mueve después de tantos años de gobierno del PSOE, como ahora con la debacle del Partido Popular y de Izquierda Unida y el ascenso de Podemos y de Ciudadanos, mientras que los socialistas, aun perdiendo más de cien mil votantes, permanecen igual; una mayoría congelada, una mayoría de acero, como si nada le afectara, como si no estuviera en duda. Y el caso es que, por mucho que ya hasta parezca normal la afirmación tantas veces repetida por los dirigentes socialistas de que “el PSOE es el partido natural de los andaluces”, todo esto no deja de traslucir alguna anomalía democrática.

A ver, hablamos de ‘anomalía democrática’ sólo desde el punto de vista de que si existe una convención generalizada en un régimen de libertad, es que la democracia es alternancia. Y como puso ayer de relieve la propia Susana Díaz, tras su triunfo electoral, Andalucía es un caso único en toda Europa. No existe otro precedente igual. En España, por descontado, es la única comunidad en la que no ha habido alternancia.

La lógica democrática lo que indica es que son los gobiernos los que, en todos los países del mundo, sufren el desgaste de la gestión. En Andalucía, sin embargo, sólo tienen desgaste los partidos que están en la oposición. Y eso es lo contrario de lo que impone el funcionamiento democrático. Lo complejo, a partir de ahí, es intentar analizar por qué ocurre. Las dos explicaciones más trilladas son, a mi juicio, claramente insuficientes. La primera explicación es la que hace referencia a la red clientelar del PSOE, incluyendo la retahíla de tópicos como el PER y los funcionarios de la Junta. Todo eso no es cierto, por mucho que se repita.

Las novedades en las elecciones andaluzas siempre hay que buscarlas en la oposición. Es lo único que se mueve

Es evidente que una cosa y otra pueden tener incidencia en unas elecciones a favor del PSOE, pero, simplemente por una cuestión numérica y de lógica, no se trata de algo sustancial. Ni los que cobran el subsidio agrario, entre cien y doscientos mil jornaleros, suponen un porcentaje significativo con respecto al censo global de una región como Andalucía con casi ocho millones y medio de habitantes ni nadie en su sano juicio podrá pensar que todos los funcionarios de la Junta de Andalucía son del Partido Socialista.

No tiene sentido ninguna de las dos cosas, pero sin embargo se siguen repitiendo, muchas veces como insulto grotesco a todos los andaluces. Si el PSOE gana en Andalucía no es sólo por su red clientelar, que existe, sino porque es evidente que una mayoría de electores de esta región se sitúa en el centro-izquierda, y así lo expresan, y porque el PSOE ha logrado una evidente identificación con ese electorado.

La segunda explicación que se esgrime para justificar las victorias consecutivas del PSOE descarga toda la responsabilidad en la oposición. “Si el PSOE gobierna, es porque la oposición andaluza, sobre todo la derecha, jamás ha sabido plantear una alternativa”, dicen. Tampoco es verdad. Es evidente, al igual que en el punto anterior, que todos los partidos de la oposición han cometido errores, algunas veces errores de bulto, pero ¿es que acaso no los ha cometido igual el PSOE?

La derecha, por ejemplo, ha cambiado de líder en varias ocasiones, como ahora tras la marcha de Javier Arenas, pero si esos cambios fueran la explicación de su derrota, si el electorado andaluz castigara esa inestabilidad, la misma consecuencia habría tenido para el PSOE cada vez que, por disputas internas, ha quitado a un presidente para poner a otro. Escuredo cayó y lo sustituyó Borbolla; Borbolla cayó y lo sustituyó Chaves; Chaves cayó y lo sustituyó Griñán; Griñán cayó y lo sustituyó Susana Díaz. ¿Por qué al PSOE nunca le pasan factura los electores por esos cambios, y sin embargo un vaivén así puede ser letal para los partidos de la oposición?

La famosa red clientelar del PSOE no puede ser algo sustancial, simplemente por una cuestión numérico

Lo mismo ocurre con la corrupción, o con los recortes por la crisis. Podemos pensar que el mal resultado del Partido Popular tiene que ver con los escándalos de corrupción que le han afectado y con los recortes sociales impuestos. Pero ahí está el inmenso escándalo de los ERE, y todos los demás casos de corrupción que gravitan sobre el PSOE andaluz, y nunca le han supuesto un disgusto en las urnas. Ahí están los recortes de la Junta de Andalucía, denunciados por diversos colectivos, y tampoco se traducen en un voto de castigo en las urnas.

¿Cuál es entonces la explicación a que el PSOE siga ganando en Andalucía? Pues no lo sé, la verdad. Acaso una suma de muchos factores, entre ellos varios de los argumentos anteriores que llevan implícitas no pocas contradicciones del pueblo andaluz y no poco conformismo.

Aquellas elecciones del ‘suma y sigue’ fueron las de marzo de 2008. Como en Andalucía las novedades están siempre en la oposición, lo que ocurrió es que el PSOE volvió a revalidar su mayoría absoluta y los andalucistas, que le habían servido de muleta en las legislaturas anteriores, desaparecieron del Parlamento, como ahora ha estado a punto de ocurrirle a Izquierda Unida, que también se prestó en este último mandato para apuntalar al Partido Socialista en su peor momento.

“El pueblo andaluz quiere que haya cambio, pero que ese cambio lo haga el PSOE”, interpretaron entonces los socialistas. “El cambio es Chaves”, concluyeron, aunque Chaves ya llevaba en el cargo 18 años. Hace unos días, antes de las elecciones, Alfonso Lazo, un histórico militante socialista, un prestigioso catedrático sevillano, alertaba contra el triunfo del PSOE en estas elecciones andaluzas. Y decía: “El voto a Susana Díaz supone aceptar dos decenios más de un régimen paralítico”. Pues eso. Suma y sigue.

Tan sobrado ha ido siempre el PSOE en las elecciones andaluzas que hubo una campaña electoral en las que eligió como lema “Suma y sigue”. Como recreándose, burlón, en la hegemonía de tres décadas largas al frente de la Junta de Andalucía; con el ánimo crecido de verse el único partido europeo que gobierna, elección tras elección, camino ya de los cuarenta años. “Suma y sigue”, que no debe haber mejor expresión en boca de un partido político para resumir el ánimo con el que se presenta a unas elecciones con la seguridad de que volverá a ganar y que, al final, todo se reduce a un mero trámite de suma de votos que sólo pueden confirmar una cosa, que sigue gobernando.

Susana Díaz