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Transparencia y dos huevos duros
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Javier Caraballo

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Transparencia y dos huevos duros

¿Quiere construir un discurso político de actualidad? Vaya colocando las palabras adecuadas en cada frase: transparente, transversal, diversificado y remátelo con lo que todos quieren, el cambio

Foto: El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

Con tres palabras se construye un discurso. Con dos conceptos, se resuelve una entrevista. Con tres promesas genéricas, se elabora un programa de cambio. Transparente, transversal y diversificado; emprender y empoderar; un crecimiento sostenible, un empleo de calidad. Y siempre el cambio. Tan al fondo ha caído la política en España, y tan vigoroso ha sido el zamarreo de los ciudadanosque lo complicado ahora es encontrar en la mayoría de los candidatos promesas de cambio, más allá de la utilización persistente de esa palabra como una pócima mágica. Transparencia y dos huevos duros. No hace falta más para plantarse en el centro del escenario y largar un discurso.

“Nosotros proponemos hacer un ayuntamiento transversal, es algo básico. Los ciudadanos tienen que contar en la gestión y por eso estamos comprometidos con la transparencia. Nos parece algo fundamental que los ciudadanos cuenten. Y no sólo en las instituciones, sino en la calle, porque queremos una ciudad de las personas. Ese es el cambio que proponemos, el cambio que nos pide la gente”. Da igual de quién venga la frase, incluso si se trata en realidad de un párrafo hecho de retales, porque lo que es seguro es que en cada ciudad, en cada autonomía, se podrá encontrar a algún candidato, o a varios, que haya contestado de esa forma cuando le hayan preguntado por su modelo de ciudad o de región. Y al final lo que ocurre es que los ciudadanos se quedarán sin conocer exactamente qué se promete.

El problema ahora es que Podemos y Ciudadanos se han instalado en un lenguaje tan vago que a veces es imposible diferenciarlos

Como el empoderamiento, que fue la palabra que utilizó Podemos en su primera época, como un estilete contra el bipartidismo, y que ahora ha sido adoptada sin más dificultad por otras muchas fuerzas políticas, sobre todo socialistas y populares, los partidos que contra los que se lanzó el término. Pero tienen razón, ¿quién en una campaña electoral va a renunciar a regalarle los oídos al ciudadano con su poder? “Con Ciudadanos va a llegar la nueva política a Sevilla; las personas y sus necesidades prevalecerán sobre el politiqueo”, dice el candidato de Albert Rivera en la capital andaluza con una frase perfectamente definitoria de ese vacío de buenas intenciones que, en el fondo, nada dice y a nada se compromete.

La primera identificación de las políticas se produjo, hace años, cuando la crisis de las ideologías redujo las diferencias reales entre la derecha y la izquierda clásicas a una cuestión meramente nominal. O sentimental. Pegatinas de un color o de otro.

Hace unos años,Timothy Garton, un catedrático de Estudios europeos de Oxford, teorizó en un artículo publicado en España sobre la paradoja que se establece cuando se defiende que una democracia debe garantizar la alternancia en el poder y, sin embargo, se comprueba, como le parecía a él que ocurría en el Reino Unido, que las diferencias entre los dos grandes partidos eran sobre todo simbólicas. “El problema británico no es quién gobierna, sino cómo gobierna”, afirmaba. A partir de ahí, que podría ser una afirmación de Perogrullo, el catedrático británico proponía un interesante ejercicio: “Si hiciéramos una cata a ciegas de las estrategias de los partidos en muchos temas económicos, sociales y de seguridad, sin ver las etiquetas de cada partido en la botella, muchas veces acabaríamos atribuyéndolas al que no es. Entre un 70 y un 80 por ciento de los contenidos políticos actuales es, por así decir, intercambiable”.

Durante los tres decenios largos que ha durado en España el bipartidismo como modelo político, las diferencias políticas entre el PSOE y el Partido Popular eran mínimas en las cuestiones esenciales para el gobierno de un país. Eso, a pesar de la agresividad verbal con la que se establecen los debates entre la izquierda y la derecha en España, siempre cargados de miedo. La ‘cata a ciegas’ que proponía para el Reino Unido por el analista británico se podría haber realizado aquí con idéntico resultado. La situación, de hecho, se parecía mucho a aquella expresión que acuñó Julio Anguita en sus tiempos de líder de Izquierda Unida, cuando decía que “PP y PSOE están en la misma orilla, con la misma política fiscal, con la misma reforma laboral, la misma política económica”. Lo decía Anguita y el tiempo sólo le ha dado la razón cuando ha estallado el bipartidismo, se han instalado en el panorama político español nuevas fuerzas políticas, y la gran sacrificada ha sido, paradójicamente, la propia Izquierda Unida, al borde de la desaparición.

Durante los tres decenios que ha durado en España el bipartidismo las diferencias políticas entre el PSOE y el PP eran mínimas en las cuestiones esenciales

El problema ahora es que, trascendido el bipartidismo reinante,los nuevos partidos políticos, Podemos y Ciudadanos, se han instalado en un lenguaje tan vago en los ayuntamientos y en las comunidades a las que se presenta que a veces es imposible diferenciarlos. Y mucho menos, como se apuntaba antes, conocer qué propuestas concretas se hacen para la ciudad o la autonomía a la que se presentan. Aquí en El Confidencial ya se propuso hace unos días un interesante juego de diferencias en los que, ciertamente, era casi imposible encontrar las señas de identidad que proclaman unos y otros. ¿Quién propone “un sistema fiscal para que paguen más los que tienen más”? Pues en realidad todo el mundo lo propone, entre otras cosas, porque esa progresividad está en la esencia de todo sistema fiscal. ¿Hay que subir los impuestos?, le preguntaron a Manuela Carmena, candidata de Podemos en Madrid, y contestó con otro emblema de este despliegue de hojarasca: “Los impuestos son como poner un bote entre varias personas y luego decidir qué se hace con él”.

¿Quiere construir un discurso político de actualidad? Vaya colocando las palabras adecuadas en cada frase, transparente, transversal, diversificado, luego añada algunos conceptos genéricos, emprender, empoderar, incluya promesas que suenan bien, un crecimiento sostenible, un empleo de calidad, y remátelo siempre con un deseo que comparten todos: el cambio. ¿Y dos huevos duros? Vale, y dos huevos duros.

Con tres palabras se construye un discurso. Con dos conceptos, se resuelve una entrevista. Con tres promesas genéricas, se elabora un programa de cambio. Transparente, transversal y diversificado; emprender y empoderar; un crecimiento sostenible, un empleo de calidad. Y siempre el cambio. Tan al fondo ha caído la política en España, y tan vigoroso ha sido el zamarreo de los ciudadanosque lo complicado ahora es encontrar en la mayoría de los candidatos promesas de cambio, más allá de la utilización persistente de esa palabra como una pócima mágica. Transparencia y dos huevos duros. No hace falta más para plantarse en el centro del escenario y largar un discurso.