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Próxima estación, cuatripartito en España
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Javier Caraballo

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Próxima estación, cuatripartito en España

La imagen de los pies de la alcaldesa de Jerez con el meñique fuera representan los tripartitos y cuatripartitos que se están produciendo a nivel municipal y que quizá se repitan en las generales

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (i) y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (i) y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

Los pies de la alcaldesa lo dicen todo. Ni Carmena celebrando su victoria en Cibeles como si fuera la alegoría de la república descendida de los carteles, ni Susana Díaz sobre la alfombra roja de elogios y de miedos que le extienden a sus pies, ni Ada Colau en Nou Barris, rodeada de fotógrafos en su primera visita antidesahucios, que ahora se llaman visitas de “emergencia habitacional”. Nada simboliza mejor que los pies de la alcaldesa de Jerez, tan mediáticos, la jornada de pactos que se ha cerrado en España para conformar los gobiernos municipales y los autonómicos, que han de festejarse aún con la pompa plenaria.

Esos pies embutidos en unos zapatos que no caben; cinco dedos que rebosan, que se salen, que explotan, que dejan el meñique fuera, como un utilitario cargado con una familia numerosa en la que algunos tienen que sacar la cabeza por la ventanilla del coche para que todos quepan dentro. Qué mejor imagen para los tripartitos y cuatripartitos que esa fotografía de los pies de la alcaldesa, mientras sostiene el bastón de mando.

Han sido los ‘pactos del arroz para todos’ que ya se veían venir, nada más cerrarse las urnas de las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo, porque obedecen a una lógica antigua de la política española: cada vez que las fuerzas de izquierda puedan sumar mayoría frente a la derecha, saldrá adelante un pacto de gobierno. De forma general, en España el valor de ser la lista más votada sólo tiene trascendencia si corresponde a una fuerza política de izquierda, porque siempre encontrará el apoyo de otro partido de su mismo ámbito.

Lo habitual, a partir de las primeras elecciones municipales, en 1979, era que los pactos de izquierda lo suscribieran el PSOE, como fuerza hegemónica, y el Partido Comunista, primero, e Izquierda Unida después. Con el paso de los años, y el deterioro electoral de ambos, el espectro políticose amplió a los partidos nacionalistas y localistas. Lo ocurrido ahora es que a esa inercia de pactos de izquierda se ha sumado también la nueva fuerza política de la izquierda, Podemos en sus distintas representaciones municipales. Y es justo el punto en el que estamos: los pies de la alcaldesa de Jerez.

La novedad histórica de los pactos de izquierda suscritos ahora es que, a diferencia de lo conocido, no implican en la mayor parte de los casos la entrada en los respectivos gobiernos de las fuerzas que los apoyan. Podrá pensarse, y no faltan motivos, que muchos de esos ayuntamientos, que ahora están gobernados sólo por una cuarta o una quinta parte de los concejales, se han abonado a la inestabilidadcada vez que se quieran aprobar unas ordenanzas por muy elementales que sean.

Pero esa peculiaridad, apoyos a la investidura que no se respaldan de gobiernos de coalición, también obedece a una estrategia política que caducará al paso de unos meses, con lo que es probable que muchos de los pactos que han servido para nombrar alcaldes de izquierda acaben transformándose en pactos de gobierno. Para eso, primero tendrán que pasar las elecciones generales, porque la única razón de que ni el PSOE ni Podemos hayan querido entrar en los gobiernos municipales es que esa distancia mínima les permite a ambos afrontar la siguiente campaña electoral con una excusa para aliviar sus contradicciones. Las contradicciones de quienes decían que nunca iban a pactar con “la casta” y la de quienes despreciaban cualquier entendimiento con los “populismos radicales”. Juntos pero no revueltos, esa ha sido la determinación de PSOE y Podemos a la espera de las elecciones generales.

Lo normal será que los acuerdos municipales tengan una prolongación tras las generales, extendiendo a toda España los pactos que acabamos de ver

De ahí que la trascendencia mayor de lo ocurrido radique, precisamente, en lo que está por llegar. Por un lado, porque quizá hayamos asistido sólo a la primera parte de unos pactos de gobiernoque se acabarán de completar a partir de noviembre. Y, por otro lado, que es lo fundamental, porque lo normal será que los acuerdos municipales tengan una prolongación tras las elecciones generales, extendiendo a toda España los pactos que acabamos de ver. ¿Y cuál es la novedad? Pues que sería la primera vez; se abre la posibilidad de que, por primera vez en la historia, en el Congreso no gobierne la fuerza más votada sino un tripartito o cuatripartito de partidos políticos, siguiendo el esquema de las municipales.

La mayoría absoluta del Congreso está en los 176 diputados y ha habido varios gobiernos que se quedaron muy lejos de esa cifra, aunque nadie puso en duda que debían gobernar. En 1996, Aznar formó su primer gobierno con sólo 156 diputados; Felipe González ganó sus últimas elecciones, y gobernó, con 159 y Zapatero nunca ganó con mayoría absoluta.

Parece como si, ahora, la ruptura del bipartidismo hubiera acabado también con esos pactos tácitos que están vigentes desde el principio de la Transición para respetar que en España gobierne la lista más votada. La debilidad del Partido Popular, unida a la del PSOE, es la que avala la ruptura de esos pactos de respeto a la fuerza más votada. Con las encuestas que conocemos hasta la fecha, el Partido Popular puede ganar las elecciones, pero a muy poca distancia del PSOE y de Podemos, las tres fuerzas política por encima del 20 por ciento de los votos y sin llegar al 25 por ciento. Con ese panorama, cuatripartitos a la vista para el Congreso. En el PSOE ya hay quien lo admite abiertamente, en conversaciones privadas, y en Podemos no es ningún secreto. Como dijo, tras el 24 de mayo, el propio Pablo Iglesias, “las autonómicas y municipales revelan una tendencia hacia el cambio político". En la literalidad de esa frase, a la vista de lo ocurrido, podemos calcular cuáles son las intenciones futuras.

Los pies de la alcaldesa lo dicen todo. Ni Carmena celebrando su victoria en Cibeles como si fuera la alegoría de la república descendida de los carteles, ni Susana Díaz sobre la alfombra roja de elogios y de miedos que le extienden a sus pies, ni Ada Colau en Nou Barris, rodeada de fotógrafos en su primera visita antidesahucios, que ahora se llaman visitas de “emergencia habitacional”. Nada simboliza mejor que los pies de la alcaldesa de Jerez, tan mediáticos, la jornada de pactos que se ha cerrado en España para conformar los gobiernos municipales y los autonómicos, que han de festejarse aún con la pompa plenaria.

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